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-Si sus razones me convencen, lo pensaré -les comenté en manera para que dejaran de hablar sobre ese mismo tema. Ya quería parar y matar el tema.
-Cuándo estaban jugando con la pelota en el receso y la pelota iba a golpear a una chica, tú corriste y con tu brazo la redirigiste y la chica salió ilesa, gracias a ti, en resumen, tienes buenos reflejos -comentó Alec. Sacudí la cabeza.
-Cualquier persona puede tener buenos reflejos, aparte no podía dejar que una chica tuviera un moretón. - respondí.
-Nos ayudaste cuando un balón se había quedado atorado en una base alta, tú nos ayudaste a bajarla, ideaste un plan y lo pusiste en marcha -dijo Norman. Cualquier persona se hubiera subido a tomarla. Nada fuera de este mundo. Eso quería decir, pero las palabras no salieron de mi boca.
-Siempre estás dispuesta a ayudar -dijo Alec mirándome a los ojos. Esa dulce mirada, con su color intenso. Intentaba no pensar solo en eso.
-Sus razones son como cualquier otra, si encuentran a alguien, créanme que será igual. Ustedes dos fueron hechos para esto. Ustedes dos son héroes, sin importar que, si los miro ahora, ya puedo verlos como en los cómics. Con capa y antifaz.
Me reí de tan solo pensarlo. Obvio que se verían muy apuestos, pero también se verían raro. Sus rostros me decían que el chiste no había sido gracioso.
-Ninguno de los dos puede ser un héroe si tú no estás con nosotros. -dijo Norman. Me estaba juzgando con la mirada por haber dicho eso. Me detuve de reír y aclaré mi garganta.
-Tiene razón, durante este tiempo que nos conocemos pudimos ver a alguien que iría más allá, no solo... ah, cómo se diría. Se me fue la palabra, pero el punto es que tú, Darya, tú eres una heroína sin necesidad de tener que entrar a un mundo fantástico. Tú ya tienes magia, una magia que no se puede igualar a esta. -dijo Alec acercándose a mí. Me estaba poniendo nerviosa.
-¿Esas son todas sus razones? Realmente pensé que la tercera tendría algo que ver con otro balón. Aun así, no son razones suficientes para aceptar. Ninguna es convincente.
-Para nosotros son razones suficientes como para que nosotros te veamos como héroe, ¿verdad, Norman?
-¡Exacto!
Los miré con una sonrisa que demostraba que he encontrado unos amigos extraordinarios, repasé todo unos segundos y pensé que si no hay alguien para detenerlos por si hacen algo loco, ¿Quién lo haría? Una bomba podría explotar en el lugar erróneo y eso no me agradaba.
-Por favor, inténtalo, verás que todo encajara y nos divertiremos. -Alec se acercó y me miró con ojos de cachorro, si es que se puede decir la expresión.
-Solo porque son mis amigos y tengo que ver cómo controlan esta situación, lo haré.
Ellos ya estaban gritando de la emoción y me abrazaron como si no me fueran a ver en un largo tiempo. Me cortaron el aire y me soltaron. Tenían una sonrisa de oreja a oreja los dos. Muy emocionados.
Después de esa conversación tratamos de salir del bosque y misteriosamente salimos de inmediato, después de volver al camino. Regresamos a nuestras casas cada quien. Nos despedimos.
En mi casa todo ya estaba tranquilo, estaba el auto de mi mamá, pero puede que ella ya estuviera en cama, así que di pasos tratando de hacer el menor ruido posible al entrar a la casa. Parece que no funcionó porque se pudo ver la luz de la escalera encender y después ver a una persona bajar en pijama.
Era mi mamá y me preguntó por qué estaba llegando tan tarde. Le dije que estaba con unos amigos y que ya me iba a dormir. Ella me miró y me sonrió, después volvió a subir y entrar a su cuarto. Me sentía con suerte esa noche.
-Ah, antes de que se me olvide, tu padre aún no ha llegado, por si te lo preguntabas.
-Gracias, mamá, buenas noches -no era raro que mi papá llegara tarde, no sabía qué podría estar haciendo.
Yo subí las escaleras y entré a mi cuarto, encendí la luz y me cambié de ropa, después de eso me senté en la cama y me vi la rodilla que aún tenía el raspón. Escuché un ruido, unos golpes. Miré a varias partes y el sonido se volvió a escuchar. Me acerqué a la ventana y de golpe una roca chocó contra ella.
Alguien estaba lanzando cosas por mi ventana y cuando me asomé pude ver a Alec con una bolsa.
-Baja -artículo. Pude escuchar la palabra levemente. Yo bajé y abrí la puerta de la entrada, no sabía cómo había llegado ni siquiera le dije dónde vivía y aquí estaba.
-¿Qué haces aquí? -le dije sorprendida y curiosa. Él se detuvo y me miró de arriba a abajo. Se me había olvidado que ya me había puesto mi pijama, un short que me llegaba a la rodilla y una camisa suave suelta que me llegaba al glúteo. Dado el aire, traía un suéter cosido.
Me abrigué más. Él parpadeó.
-No es obvio. Nunca pedimos el botiquín y fui a la farmacia -mencionó alzando una bolsa blanca con el logo de la farmacia. Sonreí.
-No tenías nada que hacer. Justamente ahora me la iba a tratar; aparte de eso, ¿cómo es que conoces dónde vivo?
-Eso lo pude deducir desde nuestro primer encuentro -dijo mostrando una sonrisa. Me encantaba.
Lo miré, mi corazón dio un vuelco y respiré.
Nos sentamos en la entrada del pórtico y levanté la rodilla. Realmente se veía un poco mal, pero nada que no sanara en tres días. El enfermero alec entró en acción. Mientras lo observaba, pude notar esa concentración y movimientos perfectos; parecía un experto en heridas. De cierto modo se veía tierno. Me seguía preguntando la razón de por qué era tan buena conmigo. Era dulce, amable, cauteloso... ¿Será que le gustó? Sacudí mi cabeza. Eso no era posible, ¿o sí?
Lo miré, estaba terminando de colocar una curita. Él me miró y sonrió. Esa maldita sonrisa que me embobaba.