El principio de una mañana como todas, una rutina mañanera; despiertas para ir a la escuela, primer día. Vaya, todo está pasando muy rápido sin siquiera pensar en abrir los ojos y pensar que eso va más rápido que un segundo. Cuando termino de cambiarme me veo al espejo para observar si algo anda mal o si todo está bien con mi apariencia.
—Bien primer día solo tienes que respirar y ser tú misma, tiempo de hacer amigos y dejar de lado todo lo que pasa —me dije en voz alta frente al espejo, observé y al terminar de arreglarme bajé hacia la cocina por mi desayuno antes de salir. Al llegar saqué del gabinete una caja de cereal, saqué la leche y me serví en un plato hondo para empezarlo a comer.
Al terminar salí de casa y me dirigí rumbo a la escuela. El camino siempre era el mismo, no podía creer que solo existiera una ruta, la vida era igual a todas las demás nada interesante, pero tampoco nada común en ella estaba en ese punto que simplemente era algo que existía. Era cansado tener la misma rutina todas las mañanas, despertar, cambiarse, bajar a desayunar e ir a la escuela. Todo era un ciclo. Y más cuando siempre terminabas sola de una u otra forma.
Sin pensar demasiado llegué a la escuela.
—Darya, ¡sí estás aquí! —dijo alguien a mi espalda. Ella era una de las pocas personas que aceptaba mi forma de ser.
—¡Ah! Laisha, yo pensé que tú te irías a otra escuela —respondí sorprendida mientras esperaba a que llegara a mi lado.
—No me dejaron, aparte de que después lo pensé mejor y no quería abandonarla —mencionó emocionada.
—¿Sí? Y, ¿cuál es tu primera clase? —le pregunté a Laisha.
—Mi primera clase es ciencias, ¿y la tuya?
—Qué mal, no estaremos juntas, la mía es cultura. Yo pensé que estaríamos en el mismo salón, SIEMPRE nos tocaba juntas —respondí dando un énfasis en siempre.
—Tal vez... creo que muchas personas ingresaron a este grado —mencionó mientras a lo lejos se escuchaba el timbre de la primera clase.
—Ay, creo que se nos hace tarde, será mejor que vayamos a clase —dijo Laisha.
—Sí —Afirme mientras corría a clase. Al llegar al salón me encontré con varios rostros conocidos, aunque con la mayoría de los presentes nunca me he apegado tanto, pero lo único que nos queda es ser fuerte y socializar con alguien.
Al mirar bien a todos en el salón pude notar a varias personas que se distinguían de todos, porque el salón no era algo tan bonito como lo pintaban en las películas, pero al menos era un poco acogedor.
Las paredes de un color blanco. Con el suelo gris, solo había unas ventanas grandes que daban a los pasillos y a la parte delantera de la escuela. Había un espacio en la fila pegada a las ventanas que daban fuera, así que me senté ahí.
Las clases transcurrieron como un día normal, como el primer día. Pero la verdad es que no me gustaba ir a casa, no tan rápido, siento que estoy más segura en la escuela, y la verdad era porque mis padres peleaban siempre que llegaba y temo por algún día llegar y tener que encontrarme con algo malo, una escena muy poco agradable, no quiero que si algún día llego a casa alguno de los dos fuera a golpearme o incluso arrepentirme de las palabras que alguno lleguen a soltar.
Después de que las clases terminarán tome mi mochila, deseando que por alguna razón el día solo se detuviera un poco, así poder respirar solo unos segundos sin sentir que las personas o el mismo tiempo me apuraba.
Al llegar a casa me asomé por las ventanas para verificar que no haya nadie dentro y así poder subir directamente al cuarto. Pero alguien estaba al final del pasillo que conducía al cuarto de mi padre. Un hormigueo invadió mi cuerpo y mi instinto fue el querer esconderme, pero fue demasiado tarde.
—Hola, hija. —dijo mi madre mientras me acercaba ella.
—Hola, mamá. —respondí.
—Creo que iré a mi habitación, sabes, tengo mucha tarea y también quiero pasar tiempo para pensar en mí. Ya sabes.
—¿Y qué piensas cenar?, no puedes irte a tu habitación sin que hayas cenado algo. Vamos a la cocina y te haré algo —no podía escaparme ahora de esta. Así que seguí a mamá hasta la cocina, al llegar ella sacó pan tostado, plátano y chocolate, cubrió el pan con una capa de chocolate y rodajas de plátano. Aunque mi mamá no era tan mala, ella siempre me mostraba cariño, el solo ver su cabello castaño, ojos verdes, y esos rasgos de su rostro uno se da cuenta de que es una persona que trabaja mucho y que es alguien que se concentra mucho en algo. Ella no me miraba de forma como si yo fuera la causa de sus problemas, no. Ella aún demostraba afecto hacia mí.
—Así que, ¿cómo te fue en la escuela? ¿Hubo caras nuevas con las cuales pudieras hablar o invitar a casa? —dijo mientras ponía el pan en un plato y me lo daba.
—Pues... yo creí que Laisha estaría conmigo otro año, pero no, le toco en otro grupo y la mayoría del salón son personas las que yo no conozco personalmente.
—Bueno, ya habrá un momento que podrás hablar con ellos —dijo.
—Sí, eso creo —el sonido de la puerta principal abriendo me dejo sin aliento, lo único que quería hacer ahora era salir de ahí, ya no quería estar ahí. Quería escapar antes de que la habitación se inundará de gritos y palabras de odio, pero, una voz cuestionaba por lo que estábamos haciendo y porque muchas luces estaban encendidas.
Mi instinto me dijo que agarrara lo que pudiera y saliera antes que nada y así lo hice. Salí por la puerta trasera que era la más cercana, aunque mi madre me vio salir no dijo nada, creo que es porque sabe que no me gusta estar en esos tipos de problemas.
Después de salir me espero un poco antes de poder volver a entrar, escuche unos gritos que se empezaron a escuchar hasta afuera, me quedé parada escuchando tras la puerta, ya que no estaba lejos de la cocina.
-¡Se supone que la cena para todos debería estar hecha ya! —decía mi padre.
—¿Ah? ¿Así que ahora es mi responsabilidad hacer para todos aquí? ¿Y tú, qué más haces? ¿Acaso pagas la escuela de tu hija o tienes la bondad para evitar de que vaya caminando a la escuela ella sola? ¡Si un día no aparece! Será culpa de alguien por no tener la más mínima preocupación por ella, solo porque tú decidiste que tu gran ego mande en esta familia.
—Esa no es mi responsabilidad, yo me parto el lomo trabajando para que tú puedas tener una casa y más a esa niña, yo nunca quise casarme, pero aquí estoy y por eso deberías agradecerme —dijo mi padre, pero esas últimas palabras eran lo último que quería escuchar, pensar que tal vez su familia no era perfecta, pero hubo un tiempo que todos nos queríamos ¿Cuándo comenzó a pasar esto? Las lágrimas empezaron a brotar mientras mi corazón y todo mi cuerpo se congelaba ante esas palabras y lo único que pude hacer fue correr hacia la parte trasera de la casa. Sin darme cuenta de que no sabía a donde me dirigía.
Entre todo lo que pasaba en el mundo ¿Dónde quedaba yo? Sería así siempre mi vida o algo mejor podría pasar. Pero hay cosas que siempre pasan sin saber por qué o el propósito. El lugar donde me dirigía sin razón me llevo a un bosque, no corrí demasiado, ya que al mirar atrás se veían las luces de la casa y la calle. Me alivié al saber que no me había alejado y también por haber encontrado un lugar a donde huir de los gritos.