Mia se sienta en el garaje, esperando tener el coraje para salir durante lo que parecieron horas. La última vez que puso un pie en esta mansión, un hombre profundamente ebrio la asustó y se besó con su jefe.
Ciertamente se entretiene, supone.
Después de una rápida charla consigo misma, logra entrar al edificio. Nada explota en el momento en que cruza la puerta, por lo que Mia lo toma como una pequeña victoria.
Por supuesto, diez segundos después, la voz molesta de Sabrina la aborda inmediatamente.
Anoche no te quedaste para que yo aprobara la calidad de la habitación del señor Shir. ¿Por qué no esperaste?
“¿No te habías ido a casa cuando terminé?” Mía está segura de ello.
"Sí, pero deberías haber esperado de todos modos".
