Punto de vista de Seraphina
Cuando se acercaba la hora de cenar, eché un vistazo al salón y vi a Kit en el suelo, boca abajo, coloreando con Annika. Ella soltó una risita e intentó meterse el lápiz en la boca antes de que él se lo quitara, diciéndole que los lápices de colores no se comen. La redirigió con un pequeño bol de cheerios que había dejado como tentempié.
Mi hija chilló, lanzando puñados por todo el suelo con entusiasmo. Kit la miró con desaprobación e hizo un juego de recoger los trozos antes de rodar sobre su espalda. Annika no perdió el tiempo y aprovechó la oportunidad.
Estaba tumbado en el suelo y me recordaba a un lobo tumbado dejando que un cachorro trepara por él. No le molestaba en absoluto y le encantaba utilizarlo como gimnasio en la jungla.
Una sensación de plenitud se desencadenó en mi pecho.