Hola, me llamo Matteo y les vengo a contar mi historia. Siempre estuve feliz por mi niñez; tenía una infancia muy pacífica gracias a mi padre y mi madre que siempre me consentían por todo. En especial tuve una conexión con mi padre; él siempre tenía mucho tiempo para mí. Mi padre, que es un piloto de carrera experto, siempre encontraba tiempo para mí. Él es muy famoso y nos llevamos bien hasta que sucedió la desgracia.
Era una tarde de verano del 2000 e íbamos por la carretera como una familia normal y pasábamos por unos campos de flores hermosos, y como todo niño, yo quedé impresionado con las flores que se encontraban a mi vista. Tanto era mi asombro que empecé a molestar a mi madre para que las viera y a mi padre también, pero como todo niño que no mide las consecuencias, por unos segundos le tapé los ojos a mi padre, y solo bastó eso para que él se despistara y chocáramos contra otro auto que venía del carril contrario, causando un gran accidente y provocando que mi madre muriera en ese accidente…
Yo salí lastimado levemente, ya que mi madre utilizó su cuerpo para cubrirme, dando su vida por salvarme. Mi padre resultó con unos cortes en la mano y en las piernas que le impidieron seguir participando como piloto de carrera. Al principio toda esta historia fue triste en mi casa; mi padre estaba devastado por la pérdida de mi madre y siempre estaba en silencio en la sala tomando vino gracias a su gran carrera como piloto; dinero no nos faltaba, pero yo sentía que mi padre tenía una impotencia tremenda, ya que yo le había quitado todo. Él no me lo mencionó nunca, pero en mí yo sabía que el culpable de todo había sido yo.
Unos cuantos años pasaron y yo ya tenía 18 años y mi padre seguía con esa depresión hasta cierto día.
Una mañana mi padre estaba admirando su auto de carrera, pensando en sus años de gloria, y me acerqué a preguntarle cómo estaba. Él solo me miró y solo dijo que estaba un poco mejor. En este punto nosotros podíamos salir a delante, ya que mi padre tenía propiedades alquiladas y el dinero no nos faltaba, pero en el fondo del corazón de mi padre, todo era un lío por más dinero que tuviéramos y yo más que nadie la pasaba fatal porque siempre me echaba la culpa de todo lo que pasó.
Regresando al tema, le dije que sí me podía prestar el auto de carreras para probar porque él me había enseñado a conducir hace poco. Él, con una mirada incrédula, me dijo que ya, y procedimos a llevarlo a una pista de carrera para probar. Como era un ex piloto, podíamos ir cuando queríamos a la pista y ahí empezó mi primera carrera como piloto.
Fue algo que nunca hice, pero me salía naturalmente, quizás por los genes de mi padre, pero di unas 10 vueltas con el carro de carrera de mi padre y me fue espectacular. Mi padre, por primera vez en mucho tiempo, lo vi sonreír de una manera sincera, quedando muy impresionado por mi desempeño. Cuando terminé las vueltas al bajarme del vehículo, mi padre me abrazó y me dijo que estaba orgulloso de mí y que el legado de los "Zanolis" todavía estaba vivo. Yo me alegré porque mi padre después de tiempo estaba feliz, pero esto era el principio del fin de mi vida tranquila…
Los días pasaron y mi padre me levantaba temprano para que practique y medía mi tiempo en las que me demoraba en darle vuelta al estadio en mi carro nuevo que me había comprado mi padre. Era un carro elegante y muy veloz. Día tras día eran prácticas sin descanso, y así pasaron 5 meses de solo estar practicando hasta que mi padre me inscribió a una carrera amateur para dar a conocer mi debut ante la sociedad y que el hijo seguiría el legado de los "Zanolis". Yo estaba muy nervioso, pero me había entrenado mucho para este momento y ya estaba preparado.
Llegó el día y todos los competidores estábamos ya en la línea de salida, algunos nerviosos porque también era su debut como pilotos. Se sentía la presión en el aire de parte de todos nosotros y mirábamos las luces para empezar la carrera. Las mirábamos como animales sedientos de sangre con el pie en el acelerador para iniciar con esto, y por fin la luz cambió a verde y empezamos a correr. Recuerdo la gran velocidad que sentía mi cuerpo en esa carrera. Fue emocionante, una carrera de 50 vueltas. Me acuerdo que a la mitad de la carrera no podía pasar a 3 pilotos muy buenos, pero recordando lo feliz que le hizo a mi padre verme correr, puse todo de mi parte y sí llegué primero en esa carrera, a pesar de mi distracción por la culpa de mi pasado… Mi padre estaba eufórico y muy feliz. Terminando la carrera nos fuimos a celebrar; la prensa no dejaba de molestar, pero mi padre, como un guardaespaldas, me los quitaba de encima para poder irnos a celebrar y fue una noche espectacular. Fui conocido como el mejor novato de las carreras. Todo era felicidad hasta que mi padre se obsesionó conmigo.
Los días pasaban como el viento en mi cara rápido y mi padre se ponía muy exigente con mi entrenamiento; casi ni me dejaba descansar, insistiendo que debería perfeccionarme con mi manejo del auto. Me estaba estresando.
Un día cualquiera ya me había cansado de seguir los estrictos entrenamientos de mi padre, y me escapé y me fui a celebrar con unos amigos porque mi carrera como piloto estaba despegando muy bien. Ya han pasado 2 años desde la primera carrera y me estaba yendo bien, pero en verdad yo sentía que esto de manejar no era lo mío; solo lo hacía para tener a mi padre contento, pero ya era demasiado. Esa noche, cuando estaba con mis amigos y una chica que me gustaba, un carro salió de la nada y frenó como si quisieran matar a alguien y las puertas se abrieron rápidamente, que me asustaron, tanto para percatarme que era mi padre con sus amigos y sin más me metieron al auto sin decirme nada como si de un secuestro se tratara y me empezó a regañar por estar con mis amigos y no estar entrenando. En este punto ya no podía más y cuando llegamos a la casa tuvimos una discusión muy fuerte. Le grité que yo no era él para que me imponga entrenamientos muy fuertes; que quería vivir mi propia vida. Entre palabras y palabras salió algo que me dolió como si una bala atravesara mi pecho. Mi padre me reclamó que, por mi culpa, mi madre estaba muerta, al igual que su carrera. Me quedé muy shockeado, no sabía qué decir, solo me quedé callado y lágrimas recorrían mis mejillas. Mi padre se dio cuenta de lo que hizo y se quiso disculparse, pero yo solo salí y me encerré en mi cuarto.
Los días pasaban y estábamos algo distanciados, pero seguía con lo de las carreras; mi padre ya no me exigía mucho, pero no se disculpó nunca; yo, para este entonces, ya estaba como máquina en piloto automático; sentía que los días pasaban rápido y algo en mí se estaba quebrando. Pasaron los meses y tocaba una carrera muy importante; era por la corona mundial y estaba algo distraído. Ya no podía pensar en nada más que correr.
Ya en mi cuarto en la noche, estaba muy enredado en mis pensamientos, tanto que no sabía qué pensar. Estaba muy confundido; no quería diseccionar a mi padre, pero también estaba mi culpa interna que no me dejaba en paz. Ya un día para la carrera, en la noche sigilosamente me fui para el garaje de mi casa, y ahí me subí al carro de mi padre, un carro normal y ahí sentado, meditando de mi vida, que solo había seguido los sueños de mi padre y los míos se quedaron tirados… Triste en el asiento, confundido por vivir una vida que no era mía, quise acabar con todo y se me ocurrió una idea. Salí del auto y me quité el polo y procedí a tapar el tubo de escape del auto. Me subí y me encerré y prendí el auto, tapando todas las posibles fugas de aire para que el gas del motor entrara al auto y me asfixiara para acabar con esto.
Rápidamente, presioné el neutro y empezó a llenarse de gas todo el auto y me empecé a ahogar. Estaba muriendo; en mi interior estaba feliz de por fin acabar con esto, cuando de la nada apareció mi padre viéndome a través del cristal con una expresión muy preocupada, tratando de abrir la puerta sin ningún resultado, ya que yo lo había cerrado y tenía las llaves. Mi padre en su desesperación golpeó el auto con sus puños, los cuales estaban muy lastimados desde el accidente de mamá, pero parece que no le importaba y seguía golpeando. Yo ya no podía más y me terminé desmayando, lo último que logré escuchar fue el vidrio rompiéndose y mi nombre hablado por la boca de mi padre.
Desperté en el hospital y una enfermera me recibió y me dijo que había estado en coma por 2 meses y se fue para comunicar a mi familiar que todos los días estaba sentado afuera esperando que yo abriera los ojos. Para mi sorpresa, era mi padre el que entró llorando y disculpándose por lo que había provocado él, por su falta de comprensión hacia mí y su ambición; yo también lloré y lo abracé pidiendo perdón por lo del accidente. Mi padre se disculpó mucho conmigo, diciendo que yo no tenía la culpa y que toda la culpa la tenía él, que casi perdía a otra persona importante para él y así pasamos el resto del día hablando y disculpándonos. Todo ya había terminado.
Al final, no participé en la carrera, y mi padre dejó de presionarme por las carreras y aceptó que yo renunciara a las carreras, ya que no era algo que yo quería y me apoyo con todo lo demás. Yo al fin voy a hacer lo que me gusta. Con el tiempo encontré la pasión por la cocina, ya que recordé como mi madre era feliz con eso. Trabajé muy duro para abrir un restaurante y salir de la sombra donde estaba. Mi padre se sintió orgulloso de mis logros y ahora estamos muy felices abriendo nuestro segundo establecimiento en otra ciudad de mi país.
Bueno, está ácida mi historia y recuerden que el pasado a veces nos persigue, pero siempre recuerden que los errores del pasado son para aprender de ellos y no para cargarlos como una piedra amarrada a ti. No dejen de vivir sus sueños y disfruten su vida que es muy corta. Gracias por leerme y suerte sobreviviente.