Michael disparaba una flecha tras otra.
Estaba seguro de que el monstruo lagarto estaba a punto de morir en el momento en que su primera flecha perforó uno de sus ojos. Sin embargo, el lagarto no colapsó ni siquiera después de que la cuarta flecha lo atravesara.
Solo cuando la sexta flecha se hundió profundamente en los puntos vitales del monstruo, este colapsó.
El lagarto continuaba retorciéndose, pero Michael ya no podía prestarle más atención al monstruo. La porción de energía del Señor Gogi le llegó. Se sentía como si le hubieran volcado simplemente un balde de agua hirviendo sobre la cabeza antes de que esta entrara en su cuerpo, forzando su camino a través de sus poros.
Su sangre comenzó a agitarse, y sus músculos se contrajeron. Michael apenas podía sostener el Arco de Asta antes de perder el control de sus temblorosos brazos.
Sus piernas cedieron debido a la intensa energía y se desplomó al suelo.
