~ ZEV ~
No estaba seguro de cuántos minutos habían perdido durante su huida, pero solo podía estar agradecido por ello. Ella había estado luchando y ahora se había rendido.
Odiaba haberla hecho llorar. Odiaba el miedo que aún podía oler en ella. Pero sabía que iba a demostrarle que estaba segura con él. Y que haría cualquier cosa para mantenerla así.
Hubo un momento incómodo cuando la acomodó en el Jeep, luego abrió la puerta del conductor para tomar su ropa y vestirse de nuevo y ella se giró desde el asiento del pasajero para mirarlo.
Sus ojos se abrieron de par en par y sus pupilas se dilataron mientras arrastraba su mirada desde su rostro hasta su pecho y más abajo... En cualquier otra circunstancia habría levantado una ceja y se habría tomado su tiempo para vestirse, para darle un espectáculo. Pero ya habían perdido minutos preciosos. No sabía cuánto tardaría Nick en darse cuenta de que se había quedado cerca y tenía agentes en su rastro. Por lo tanto, se apresuró a vestirse y ocupar el asiento del conductor.
Había dejado el Jeep en marcha, así que lo puso en marcha y continuaron su camino por la carretera.
Tenían que salir de aquí e ir a la Quimera. Era la única manera.
Su estómago se agitó ante ese pensamiento, alejando todo el otro mundo de peligro que caería sobre él, no sobre Sasha, al regresar a casa. Pero lo había sabido igual que había sabido que tenía que sacarla de las garras de Nick.
No había más tiempo. No más excusas. Tenía que regresar y enfrentarse a su gente.
Además, ellos eran los únicos que podían mantener a Sasha segura.
No había elección.
Sasha suspiró y él extendió su brazo por el espacio entre ellos para tomar su mano, su propia garganta se apretó cuando ella entrelazó sus dedos con los suyos y puso su otra mano sobre la suya.
—Esto es surrealista —susurró ella, mirando sus manos entrelazadas.
—Lo sé —dijo él, sacudiendo la cabeza—. Pero no me voy a ir otra vez, Sasha. Lo digo en serio.
—Te creo —dijo ella simplemente—. Realmente no tengo otra opción. No puedo... Quería huir y no tener que enfrentar que podrías... —se detuvo, mordiéndose el labio.
—Sasha, yo nunca
—No puedes decir nunca, Zev. Ya lo has hecho. No es un nunca.
Él apretó la mandíbula, la rabia hacia Nick y la forma en que su padre sustituto lo había manipulado todos esos años atrás subiendo para ahogarlo.
—Lo demostraré —dijo con firmeza a través de los dientes—. Solo… solo ten paciencia, Sasha. Te lo demostraré.
Ella asintió, acariciando el dorso de su mano, trazando los tendones allí con un dedo. —Está bien, Zev, no hay otra opción para mí. Tú significas lo que dices o no... Estoy cansada. He estado esperándote durante cinco años. Y ahora estás aquí. No me voy a ir a ningún lado.
Él apretó su mano, humillado. —Gracias.
Ella encogió de hombros. —Supongo que será mejor que me cuentes el resto ahora, ¿eh? Así, ¿sabría?
Zev exhaló un suspiro. —No estoy seguro, Sasha. Quiero decir, ya has pasado por mucho esta noche
—Por favor, Zev. Yo… necesito entender. Todo esto es tan loco, dame algo en lo que concentrarme. Cuéntame qué te pasó. Dijiste que te hicieron así? ¿Y puedes convertirte en ese lobo cuando quieras? ¿Y eso te hace más fuerte y… qué? ¿Qué están haciendo contigo? ¿Me lo cuentas? —preguntó ella apremiante.
Él suspiró y asintió. —Está bien —dijo con reluctancia—. Pero si vuelves a sentir miedo, me lo dices. Darme la oportunidad de tranquilizarte, ¿de acuerdo?
—Lo prometo —susurró ella. Él giró la cabeza para mirarla y ella le dio una sonrisa temblorosa.
—Vas a estar bien, Sasha. Te lo prometo. Hay un montón de mierda sucediendo, pero voy a ayudarte a superarlo, ¿de acuerdo?
Ella asintió. Entonces, él comenzó a hablar.
Le contó sobre crecer en la Quimera—una sociedad casi primitiva que no usaba tecnología pero que era altamente inteligente. Más fuertes, más rápidos y con mejores sentidos que cualquier humano.
Le contó sobre ser un adolescente Quimera—y cómo sus manejadores decidieron que necesitaba entender mejor cómo relacionarse con los humanos puros.
—Entonces… ¿los humanos que te crearon están allí? —preguntó ella en voz baja.
—Visitan —dijo Zev a través de los dientes—. Es como… un santuario de vida silvestre. Dejando a los nativos vivir su vida natural, ¿sabes? Pero luego… luego a veces intervienen y… interfieren.
—¿Contigo? ¿O con todos?
—Siempre he sido diferente—incluso de los otros Quimera —dijo él, mitad con orgullo, mitad con disgusto—. Soy más humano, ¿si eso tiene sentido? Siempre supieron que querían usarme aquí. Entonces, cuando tenía catorce años, decidieron instalarme en la ciudad con padres falsos—un manejador, y un psicólogo—para que pudiera aprender cómo era la vida humana y aprender a funcionar normalmente. Al principio fue duro —dijo, su mente divagando en recuerdos de las formas en que había asustado a la gente—gruñendo cuando estaba enojado, siempre moviéndose para dominar físicamente a una persona en conflicto. Había un matón en su secundaria al que casi había cegado…
—Tuvieron que encubrirme mucho al principio. Pero para cuando nos mudamos y llegué a tu secundaria, ya me estaba acostumbrando —dijo—. Hablaron de sacarme en el último año, pero... para entonces ya te había conocido —dijo—. Y supe que no podía irme. Todavía no. No importaba lo que necesitaban que hiciera.
Se volvió y la miró. —Sasha, tú eres la única razón por la que sigo vivo hoy.