Anastasia salió de la bañera e Íleo la envolvió en una toalla. —Necesitas secarte primero —dijo y la acercó al fuego antes de secarla. Con el ceño fruncido, la secó lentamente como si fuese lo más importante y escurrió el agua de su cabello. Una vez que terminó, la hizo vestirse con su camisa. —Acuéstate, Ana. Hablaremos después de eso.