—Tenía que hacerlo —respondió Íleo y extendió su mano para levantarla.
Ella no tomó su mano y se levantó por su cuenta. Cuando tambaleó un poco, él avanzó y la atrapó. Ella lo apartó de un manotazo. —¡No me toques! La ira ardía dentro de su pecho. —¡Mentiroso!
Él no dijo ni una palabra, pero aún así la ayudó a ponerse de pie y luego la dejó.
Durante tanto tiempo había estado intentando alcanzar a Adriana y la clave para llegar a ella estaba justo frente a sus ojos. Ahora que lo pensaba, —¿Querías intercambiarme con Aed Ruad?
—¿Qué? ¡Eso es estúpido! —replicó él.
—¿Entonces por qué viniste a Vilinski? ¡Definitivamente no fue para ayudarme a escapar! —atacó ella.
—Anastasia, tienes que escucharme con atención.
—¿Escucharte? ¡Preferiría saltar por un acantilado hasta mi muerte! —La furia se enroscaba en su estómago como lava fundida. —¿Recibiste la carta escrita por Aed Ruad? —preguntó. —¿Cuál es mi precio, Íleo? ¿Eh? ¿Cuánto dinero has pedido? ¿O es algo más?
—Anastasia