—De mala gana, Rolfe la entregó a ellos —le gustaba tanto el pelaje blanco, el calor, el amor de su lobo que reprimió un gimoteo cuando Íleo la tomó en sus brazos. Íleo le lanzó una mirada tranquilizadora y luego, junto con Kaizan, se dirigieron al bosque trotando. Minutos más tarde, Rolfe escuchó aullidos de tres hombres lobo.
Les tomó tres buenas horas regresar y para entonces, Rolfe había caminado toda la fortaleza en dos ocasiones, subido al tejado cuatro veces e hizo tres platos para ella. Estaba seguro de que tendría hambre al volver.
Para distraer su atención, Arel lo llamó al salón principal donde también había convocado a Jonik, el Maestro Masón, y a Yion para discutir el diseño que Iona había creado para la ciudad.
—Debemos empezar a trabajar en ello —dijo Arel—. El plan es excelente.
—Pero hemos tenido una muy mala experiencia en el pasado. No quiero que mi padre mate a mi gente solo por mi culpa —Rolfe dijo con frustración en su voz.