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—¿Y cómo es eso sorprendente? —Darla soltó una carcajada—. Desde que la ha conocido, no, mejor dicho, visto a Anastasia, se ha comportado como un idiota.
—Tendré que brindar por eso, Darla —dijo Kaizan—. Y espero que Aidan esté ahí cuando lo haga.
Darla se sonrojó un carmesí y maldijo a Kaizan internamente.
—Ya sabes que puedo escucharte maldecirme, Darla —dijo Kaizan con picardía.
Anastasia se lamió los labios cuando él la dejó. —Te ves preciosa, cariño —susurró. Ella se quedó mirando sus profundos ojos dorados y por milésima vez no pudo evitar admirarlos. —Y si sigues mirándome así, no lograremos llegar a la reunión. Ella soltó una risita y le dio una palmadita suave en el pecho. Él entrelazó sus dedos con los de ella, se los llevó a los labios y caminaron juntos por los pasillos.