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Todos se voltearon para ver a Anastasia y juntos se quedaron boquiabiertos con sorpresa. Se congelaron mientras la observaban con asombro en sus ojos. Unos segundos después, todos volaron hacia ella y se inclinaron ante ella. —¡Saludos, Diosa Anastasia! —dijo el hombre con voz melodiosa—. Venimos a advertirte.
¿Diosa? Las cejas de Anastasia se fruncieron en confusión. —¿Quiénes son ustedes? —preguntó con voz muy baja—. ¿Y cómo me conocen?
—Somos fae de este reino, Su Alteza —dijo el hombre e hizo una reverencia de nuevo—. Y supimos de su presencia en el momento en que entró en nuestro reino. Nos llevó mucho tiempo encontrarla. —Se levantó y luego voló hasta quedar a la altura de sus ojos—. Por favor, acepte nuestras oraciones. Le darán la fuerza para sobrevivir en este mundo.