Una hora más tarde, cuando ya no lo soportaba más, bajó al vestíbulo a preguntar por Íleo.
—¡Anastasia!
Giró la cabeza bruscamente. Shawn, que estaba sentado en el salón, se dirigió hacia ella. Sostenía otra carta. —Esto llegó para ti.
El color drenó de su rostro. Observando el sobre blanco, preguntó con voz temblorosa, —¿Quién— quién te la dio?
—Liltte estaba sentada aquí por la noche. Dijo que justo antes del amanecer un niño vino a entregarla y dijo que era para ti —respondió Shawn—. Pero, ¿por qué te has preocupado tanto? ¿Hay algo mal?
—No es nada —dijo ella—. ¿Un niño entregó esto? —levantó las cejas.
—Sí —asintió él—. ¿Estás bien? —preguntó—. Te ves muy pálida.
Anastasia tragó saliva en su garganta seca y dijo débilmente, —Estoy bien. Gracias.
—De nada —respondió él con un ceño fruncido y luego regresó al salón.