—El llamado estalló desde su garganta, tan profundo que parecía venir de la planta de sus pies —ordenaba a los demás machos alrededor del fuego escuchar y someterse. Todos retrocedieron, alejándose tanto de Reth como de Elia, dando espacio a las mujeres. Pero la mayoría de las hembras también se estaban retirando. Un momento después, solo la leona que desafió a Elia permanece. Aunque Reth hubiera querido arrancarse el brazo del agarre de la hembra, esta tenía que ser la lucha de Elia. La observó continuar avanzando hacia la mujer que lo tocaba y repitió el llamado, vio cómo su pecho subía y bajaba en respuesta.
Avanzó hacia la mujer, tan cerca que su aroma era fuerte a pesar del humo, y Reth bufó otra vez. Sin apartar los ojos de la otra hembra, levantó una mano a su pecho y habló a través de sus dientes.
—Suéltalo —dijo ella a través de sus dientes.
—¿Por qué?
—Porque él es mi pareja. Estás manejando a mi pareja como si te perteneciera —Elia parpadeó. —Porque él es mi pareja. Estás manejando a mi pareja como si te perteneciera.
—Pero no lo quieres —gruñó la mujer.
—No sabes nada sobre lo que quiero —Elia respondió.
—¡Ni siquiera lucharías por él!
—Lo estoy haciendo ahora.
La leona frunció el ceño, sus ojos se entrecerraron y sus manos se aferraron a su antebrazo con fuerza suficiente para dejar cortes de media luna donde sus uñas perforaron su piel. —Él merece más que una reina de nombre. Él es el Rey. Merece una pareja. Una esposa. Una compañera y
—Él elegirá por sí mismo lo que quiere. Estamos hablando de lo que quiero yo. Y yo quiero que saques tus manos de él. Ahora mismo —Reth se sintió... orgulloso. Elia se puso de pie, sus manos en puños, su pecho y hombros se elevaban con su respiración y la leona temblaba. Era la hembra dominante del orgullo, una mujer sabia, y una de sus amigas más queridas. Pero Elia no sabía eso, se dio cuenta.
Ella solo sabía lo que sentía, y lo que el humo le daba el coraje para decir. Su esperanza de que ella lo eligiera en verdad, no solo de nombre, creció.
—No quiero ver más sangre en el suelo esta noche —gruñó Elia—. Pero si eso es lo que se necesita
—No hará falta —suspiró su amiga—. Pero sabe que eliges a un buen hombre. Uno de los mejores entre los nuestros. Si no lo aprecias, hay muchas que felizmente tomarían tu lugar.
Elia dio un paso adelante hasta quedar pecho a pecho, aunque ella era varios centímetros más baja. —Que. Lo. Intenten.
Y su aroma era roca sólida. Seguro. Inquebrantable.
Reth rugió y su gente respondió, rompiendo en un baile desordenado que los rodeaba mientras la leona se desvanecía en la multitud y él jalaba a Elia hacia su pecho.
Ella temblaba. No intocada por el miedo, se dio cuenta, sino mirándolo fijamente y avanzando de todos modos.
Verdadero coraje.
—Eres increíble —le susurró al oído, luego se echó hacia atrás lo suficiente para encontrarse con sus ojos abiertos mientras la gente los rodeaba, se movía, llamaba y tejía, pero dejando unos pocos pies de espacio a su alrededor.
Tradicionalmente, el baile era un reconocimiento de la pertenencia de la pareja a la gente, pero incluso más el uno al otro. Sabía que ella no apreciaba lo que estaba sucediendo, pero descubrió que no le importaba ya que ella nunca apartó los ojos de él, y dejó caer hacia atrás su cabeza mientras él enterraba sus manos en su cabello y la besaba, con la boca abierta.
Ella se aferró a sus hombros y le correspondió el beso, y la multitud volvió a llamar.