Draven permaneció impasible mientras toda su atención se centraba en inspeccionar cada centímetro de piel en su espalda. No había tal marca de fuego, solo feas cicatrices de quemaduras que se extendían sobre un esqueleto huesudo. Aunque Ember había recuperado algo de peso, su cuerpo tardaría tiempo en ganar una cantidad normal de músculos y grasa saludables. Actualmente, estaba tan delgada que se podían contar claramente los números de vértebras en su columna vertebral.
Sin embargo, la única preocupación del Rey era encontrar esa marca. Se podía oír el crujido de sus dientes en frustración.
—Vuélvete —volvió a instruir.
Su voz enojada exigía obediencia absoluta. Ella recordó cómo casi se había ahogado antes y estaba aterrorizada de que si no le seguía, él le rompería el cuello.
Sosteniendo su vestido rasgado para cubrir su frente, Ember se dio la vuelta torpemente. Aunque tenía el rostro bajado, él podía ver las lágrimas corriendo por sus mejillas.