Instintivamente, las manos de Ember se movieron para cubrir esos montículos en su pecho. Su rostro se sonrojó al ser vista desnuda, pero eso no le importó en absoluto a Draven.
—Estás desperdiciando mi tiempo actuando avergonzada —espetó él—. Para mí, tu cuerpo bien podría ser un árbol. ¿Debería sentir algo por un árbol?
Sus ojos rojos recorrieron cada pulgada de piel visible para él. Aparte de esos montículos que ella estaba cubriendo, confirmó que todavía no había ninguna marca de fuego en su pecho.
—Aparta tus manos —ordenó.
Dado que él tenía esa marca de dragón negro sobre su corazón, había una gran posibilidad de que esta chica humana también tuviera la marca de fuego sobre su corazón.
—¡Manos! —dijo de nuevo, con un tono que exigía sumisión absoluta.
Ember apartó sus manos, y esta vez, no pudo evitar romper a llorar. Sus lágrimas rodaron con más intensidad, pero a Draven no le importó. Vio todo su pecho pero no había marca.
¡Aún nada!