Esa mañana, Leeora fue a ver a Ember como de costumbre. Visitar a la humana por la mañana se había convertido en parte de la rutina diaria del Alto Anciano. Había pasado una semana desde el incidente del 'ladrón', y Ember se había recuperado lo suficiente como para incluso salir de su cama.
—Buenos días, Ember —saludó Leeora a la joven que estaba sentada junto a la ventana. Su rostro ya no tenía los moretones y pequeñas lesiones que recibió esa noche, pero su piel todavía estaba ligeramente roja por las marcas de quemaduras que ya casi habían sanado, aunque probablemente tardarían algún tiempo en desvanecerse. Aunque por lo que Leeora había reunido, si no se le daban las pociones adecuadas pronto, esas feas cicatrices de quemaduras podrían permanecer permanentemente en la piel de la pobre chica.