La subasta comenzó con un despliegue de artículos que deslumbraron a Alex, quien observaba maravillado la cantidad de riquezas que se ofrecían en aquel lugar. Desde reliquias antiguas hasta partes de criaturas legendarias, cada artículo parecía tener su propio aura de misterio y poder.
Las apuestas comenzaron modestamente, con ofertas de 50,000 monedas de oro por los primeros objetos expuestos. Sin embargo, pronto las cifras se dispararon, y los postores competían fervientemente por hacerse con los tesoros que se exhibían.
Entre los artículos subastados se encontraban dientes de dragón, piedras preciosas encantadas, espadas forjadas con metal de meteorito y artefactos de poder desconocido. Cada pieza despertaba el interés y la codicia de aquellos que estaban dispuestos a pagar el precio por ellas.
Pero el punto culminante de la subasta llegó cuando el anunciador presentó el medallón que Alex tanto ansiaba recuperar. La habitación estalló en un alboroto de emoción y codicia, con los postores compitiendo entre sí por la oportunidad de poseer tan preciada reliquia.
El anunciador, aprovechando el frenesí que había causado el medallón, sorprendió a todos al anunciar que había una segunda pieza disponible. Los postores se agolparon aún más, deseosos de obtener el par de medallones y desatar todo su potencial.
Con el ambiente cargado de expectación y rivalidad, la subasta continuó, prometiendo emociones y sorpresas aún mayores a medida que se acercaba el momento de revelar quién sería el afortunado en poseer los tesoros más codiciados de la noche.
La emoción se palpaba en el aire mientras Alex se sumergía en la atmósfera vibrante de la subasta clandestina. Observaba con fascinación cómo los postores competían entre sí, elevando las apuestas a cantidades de dinero que solo podían soñar la mayoría de las personas.
Entre los postores destacaban un enano, cuyas riquezas eran legendarias gracias a sus minerales y habilidades artesanales, y varios elfos, conocidos por su astucia y riqueza ancestral. Con cada oferta, el enano y los elfos se disputaban el control de la subasta, elevando las apuestas a niveles vertiginosos.
Sin embargo, cuando Alex intentó unirse a la competencia, se dio cuenta de que no tenía suficiente dinero para seguir apostando. Observó con impotencia cómo las cifras seguían aumentando, sintiéndose frustrado por su falta de fondos para participar en la subasta.
Finalmente, fue el enano quien salió victorioso, su fortuna inigualable le permitió superar a sus rivales y adquirir los preciados medallones. Pero la alegría del enano fue efímera, ya que justo después de completar la transacción, fue robado por un hábil ladrón que se escurrió entre la multitud.
El robo de los medallones provocó un frenesí en la subasta, con los postores y los guardias corriendo en todas direcciones en un intento desesperado por capturar al ladrón y recuperar los tesoros robados. La sala se sumió en el caos, mientras que Alex, con determinación en los ojos, se unía a la búsqueda del ladrón para proteger lo que tanto ansiaba recuperar.