María, con una sonrisa de satisfacción al ver la habitación ya más ordenada y limpia, se dirige a las gemelas y les dice: "Ya hemos acabado por ahora, vamos a limpiar el piso. Cogéis el paño de lana, lo mojáis y empezáis a limpiar el suelo así."
Las gemelas, atentas a las instrucciones de María, toman el paño de lana y lo sumergen en el cubo de agua que María ha preparado para la ocasión. Observan cómo María exprime el paño para que esté húmedo pero no empapado, y luego lo extiende sobre el suelo de madera.
"Tenéis que mover el paño en dirección de las vetas de la madera," explica María, haciendo una demostración con movimientos largos y firmes. "Así, el suelo quedará limpio y no dañaremos la madera."
Las gemelas imitan los movimientos de María, pasando el paño húmedo por el suelo, cuidando de seguir la dirección que les ha indicado. María las supervisa, corrigiendo su técnica cuando es necesario y asegurándose de que cubren toda la superficie del suelo.
Después de un rato, el suelo brilla limpio y las gemelas se sienten orgullosas de su trabajo. María las felicita por su esfuerzo y dedicación. "Habéis hecho un excelente trabajo," les dice con una sonrisa. "Ahora, dejaremos que el suelo se seque completamente."
Las gemelas, contentas con la lección de limpieza y el resultado de su esfuerzo, sonríen y agradecen a María por enseñarles. Juntas, salen de la habitación, dejando la puerta abierta para que el aire fresco termine de secar el suelo recién limpiado.
Después de asegurarse de que el suelo quedara limpio y permitir que se seque al aire, María se dirige hacia el montón de ropa de cama que habían dejado al lado de la puerta de la habitación. "Bien, ahora que hemos terminado con el suelo, es momento de llevar estas sábanas, fundas y edredones a la habitación donde se acumula la ropa sucia," les dice a las gemelas.
Las gemelas, siguiendo el ejemplo de María, ayudan a recoger la ropa de cama. Cada una toma una parte del montón, intentando equilibrar el peso entre ellas.
Con las sábanas y demás ropa de cama en brazos, salen de la habitación y se dirigen por los pasillos del castillo. María conduce a las gemelas a través de una serie de corredores adornados con tapices y armaduras hasta llegar a una puerta discreta al final de un pasillo.
Al abrir la puerta, se encuentran con una habitación amplia con varios cestos grandes etiquetados para diferentes tipos de ropa: blancos, colores, delicados, etc. María les muestra cómo separar la ropa de cama según el material y el color. "Es importante hacer esta separación para que al lavarlas no se dañen ni se mezclen los colores," explica mientras coloca las sábanas blancas en un cesto y los edredones de colores en otro.
Las gemelas imitan a María, colocando cuidadosamente la ropa en los cestos correspondientes. "Así, cuando las lavanderas vengan, podrán llevarse todo lo que está aquí y devolverlo limpio y listo para usarse de nuevo," les dice María.
Juntas, salen de la habitación y caminan por el corredor, siguiendo a María que conoce bien el laberinto de pasillos del castillo.
Llegan a una puerta que parece conducir a la habitación donde anteriormente habían visto los utensilios de limpieza, pero en lugar de entrar, María se detiene frente a la puerta de la derecha. "Aquí es donde guardamos la ropa de cama limpia y lista para ser usada," explica mientras abre la puerta, revelando un cuarto ordenado con estantes llenos de sábanas, fundas y edredones meticulosamente doblados y clasificados.
Las gemelas observan con curiosidad mientras María les muestra cómo cada tipo de ropa de cama tiene su lugar específico en la habitación. "Es importante mantener este orden para que cuando necesitemos preparar una habitación para los invitados, podamos encontrar todo rápidamente," les enseña.
María, con un gesto práctico, se acerca a los estantes y selecciona varias sábanas, fundas de almohada y edredones limpios. "Vamos a preparar las camas en la habitación que acabamos de limpiar," les dice a las gemelas, entregándoles parte de la ropa de cama para que la lleven.
Las gemelas, cada una con un montón de tela fresca y limpia en brazos, siguen a María de regreso por los pasillos. El sonido de sus pasos se mezcla con el eco lejano de las voces y actividades del castillo, creando una melodía de trabajo diario.
Al regresar a la habitación, María se detiene en la entrada y señala el suelo a las gemelas. "Antes de hacer las camas, debemos asegurarnos de que el suelo esté completamente seco," les recuerda con un tono didáctico.
Las gemelas, recordando la instrucción, se agachan y extienden sus manos sobre las tablas de madera, buscando cualquier señal de humedad. Al no encontrar ninguna, se miran y asienten, confirmando que el suelo está seco y que pueden proceder.
Satisfecha, María les indica que pueden comenzar a vestir las camas mientras les pasa las sábanas y demás elementos necesarios..
María coloca con cuidado las sábanas sobre una de las camas y muestra a las gemelas cómo hacer la cama correctamente. "Primero, la sábana bajera," comienza, asegurándose de que esté bien estirada y sin arrugas. "Luego, la sábana superior, con el doblez en la parte superior para que se vea ordenado."
Las gemelas observan y luego replican los movimientos de María en la otra cama, prestando atención a cada detalle. María les enseña a colocar las almohadas con las fundas recién puestas y a doblar el edredón en la parte inferior de la cama para un acabado elegante.
"Una cama bien hecha es el centro de una habitación acogedora," les explica María. "Es lo primero que ven los invitados al entrar, y una cama perfectamente hecha siempre da una buena impresión."
Con las camas terminadas y la habitación en orden, las gemelas dan un paso atrás para admirar su trabajo
Las gemelas, con una sensación de logro y nuevas habilidades adquiridas, sonríen a María, agradecidas por su paciencia y guía. La habitación ahora no solo está limpia, sino también acogedora y lista para recibir a quienes la habiten.
Después de asegurarse de que las camas estén perfectamente hechas y la habitación en orden, María se dirige hacia las ventanas. Con movimientos metódicos, cierra cada una de ellas, asegurándose de que los pestillos estén bien colocados para que no se abran con el viento.
Luego, con delicadeza, toma las cortinas y las desliza por las barras hasta que quedan cerradas, filtrando la luz que entra en la habitación y dándole un ambiente más íntimo y sereno.
Una vez que las ventanas y cortinas están cerradas, María hace una última revisión visual de la habitación, asegurándose de que todo esté en su lugar y que la estancia transmita una sensación de calma y orden.
"Ahora que todo está listo, podemos irnos," dice María, dirigiéndose a la puerta. Las gemelas la siguen, echando un último vistazo a la habitación que han ayudado a preparar.
María sale de la habitación, y con las gemelas a su lado, cierra la puerta suavemente.
Después de cerrar la puerta, Agnes, con una mirada inquisitiva, señala hacia la izquierda de la puerta donde se encuentran los cubos y trapos que utilizaron para la limpieza. "¿Y con los cubos y trapos esos qué hacemos?" pregunta, buscando orientación.
María, al escuchar la pregunta de Agnes, se da una palmada en la frente en un gesto de ligera autoreproche. "¡Perdona, se me había olvidado!" exclama con una sonrisa apenada. "Eso hay que llevarlo a la habitación donde habíamos dejado las sábanas y demás cosas de la cama."
Acto seguido, María se dirige hacia los artículos de limpieza y, con la ayuda de las gemelas, recoge los cubos y trapos.
Juntas, llevan los cubos y trapos de regreso a la habitación de almacenamiento, donde previamente habían dejado la ropa de cama sucia. Al entrar, colocan los artículos en su sitio correspondiente, asegurándose de que todo esté ordenado para la próxima vez que se necesiten.