Tú no eres el problema, son ellos, tú solo
ves el problema
El hombre parece estar un tanto nervioso, y se acerca a mí, se acerca con cierta siniestralidad. Es un hombre de barba, con un sacón, camiseta, pantalón oscuro y zapatos. Su rostro se modifica a través de sus ojos que parecen temblorosos, se detiene justo frente mío, no comprendo lo que ocurre. Me mira en medio del torrente de agua que cae. Ambos estamos empapados desde la cabeza a los pies. No puedo quitarle la mirada. Detrás de mí algo toma mi mano, no puedo ver bien al voltearme. Mi mano parece ser llevada por otra persona.
- ¿Está bien? – le pregunto un tanto tembloroso. Lo observo detenidamente, y ahora sus pómulos de las mejillas se hinchan sin cesar. – Me oye.
El hombre se acerca, muy lentamente temblando. La mano que me sostiene del otro lado me empuja hacia atrás.
- Vamos, no puedes hacer nada. Esta condenado. Ven rápido Jaime. ¡Ven! –
Es la voz de la dama de cabello rosado; me lleva con ella, pero me resisto, quiero ver qué ocurre con ese ser humano. El hombre extraño se coloca cara a cara conmigo. No puedo moverme y el respira de forma tenue. Apoya su mano frente a mi hombro derecho, y poco a poco veo como cada parte de su rostro comienza a destajarse. El apoya su otra mano temblando en el hombro izquierdo. Sus alaridos
de dolor no cesan. Algo como una sombra detrás de él, deja ver su sonrisa maquiavélica en una dentadura. En frente del parque a unos metros hay otro hombre con un sombrero de ala ancha oscuro, y un modesto sobretodo parece acercarse también a mí, y justo dos ómnibus los interceptan sin dejarlo pasar. La calle de los automóviles se había inundado y todo era un mar de aguas que se tambaleaban yendo y viniendo misturándose con las lluvias del cielo nocturno que acechaba.
Y el ese hombre aferrado con sus dos manos en mi gritando desconsoladamente. Su sangre salpicaba en todo mi cuerpo, y la mujer de rosado, intentaba llevarme para escapar de ello. Ese ser se iba desmembrando de a poco. Podía determinar cómo su musculatura se quebraba con las cuerdas de las extensiones de sus tendones. El terror me invadió cuando comencé a presenciar ello. Y sus manos estaban tan afianzadas en mi cuerpo estremecido. –
- ¡Déjeme! Déjeme en paz - Le expresé con gritos de pavor. – ¡Aléjese de mí!
- No puedo. ¡Ayúdeme! Ellos me llevan. ¡Ayuda! Por fa...v.... – el ser se iba consumiendo, y una sombra disforme parecía reírse de él, con gracia funesta. Partes de ella, escapaban de mi cabeza y lo rodeaban. En su deplorable estado no podía moverme, y pronto una de sus manos comenzó a destrozarse sola, como si algo lo estuviese cortando. Su piel despojada de la anatomía. Sus ojos saltaron de si, hacia mí con un soplido de sangre coagulada de las retinas que estallaban como bombas. En menos de minuto estaba destruido totalmente, y su otra aferrada en el mi otro hombro de la clavícula, parecía no querer soltarse hasta que la sombra la quitó con brusca movilidad, y rió de mí. Eres un asesino despiadado; se hizo sentir la voz.
- ¡Fuera de aquí! – expresé con el macabro sentimiento del susto en mis ojos que empañaban los lentes. Mis ojos que ahora estaban nítidos de color rojo, sin poder denotar las corneas, ni retinas. Todo parecía de un rojo cuya luminosidad se reducía.
- Te tenemos Jaime, eres parte de nosotros. Eres muerte, Muerte serás – la voz de la sombra era gruesa y confusa, y pronto las risas entablaron un movimiento de eco. Abrió su boca y parecía querer tragarme. Y La mano de la dama de cabello rosado me empujaba hacia atrás con más fuerza.
- Vamos Jaime, no los mires. No hay nada que hacer. – me expresaba.-
La sombra realizó un último movimiento cuya forma flameaba desde el aire, hasta llegar a mi cabeza. Mis ojos lo presenciaron. Presenciaron ese evento tan catastrófico. La sombra se rió por última vez y se introdujo en mí, cuando la muchacha me tomo por la espalda queriendo moverme, sin poder hacerlo. La sombra desapareció, y desde el suelo partes de varias anatomías, manos, dedos, cabeza, piernas, se iban trasladando como si aún tuviesen vida. Y el hombre también en un fragmento de su rostro se burló de persona.
- Eres muerte maldito. – comentando sin escrúpulos, en cuanto un rayo caía del cielo con el estruendo del trueno.
Al voltearme la mujer estaba allí, lamentándose. Estaba vestida con un abrigo para lluvia color marrón claro, y su atuendo estilo de mucama. Sus zapatos parecían iluminarse con cada gota que rozaba las suelas. Posea un paraguas color oscuro, y parte de su rostro serio se inmutaba al estilo de sus ojos.
- No puedes hacer nada Jaime. No puedes solucionar lo que destruyes. –
- ¿Quién eres?- ¿por qué me pasa esto? - me arrodillo ante ella. La mujer acaricia mu cabello. –
- No lo sé, pero puedes ver la muerte, y ella es parte de ti.
- ¿Qué me quieres decir con ello?
- Tal vez seas un asesino, y todo lo que veas, y toques sea destruido. –
- No soy un asesino, no lo soy.
- ¿No lo eres? Si quizás ellos lo son. –
- ¿Ellos?
- Ellos están en todos lados, y tú, los ves. Ellos saben de ti. Y te acechan y te usan como vehículo.
- ¿No sé quiénes son?
- Lo sabes, no lo recuerdas.
El hombre de enfrente que había visto la situación comenzó a dirigirse hacia mí.
- Señor, venga aquí. ¡Señor! – el hombre del sombrero venía en el apuro. – Venga ¿Con quién habla? Espéreme, no se mueva. Soy agente
Me voltee para observarlo, y él, me dijo con un ademan de su mano que me quedase allí.
- ¿Quién es él? – Le preguntó a la dama.
- ¡Debes irte! - me dice con voz calmada, y cierra su paraguas clavando el filo de ello al suelo, manteniéndose firme, mientras las gotas tocan su cabello, cara pálida, y partes de su cuerpo desmantelándose y desapareciendo entre las lluvia. –
- ¡No, no te vayas! – Le digo. –
- Señor venga, ¿Con quién habla? Soy el Agente Rick Evans. –
- No, no sé que busca – Le expresé y me fui corriendo rápidamente de esa escena.
–
- No vuelva aquí, alto ¡Soy agente! – el hombre vino hasta el sitio en el cual me había ubicado, y pudo verificar todo alrededor. Luego intentó ir hacia mí, y yo, estaba tan asustado que me largue de allí como pude. Sentía su presencia, pero no podía correr más. Me escondí entonces en un callejón. Era un pasaje en el cual había cestos de basura. Uno estaba vacío, y me introduje allí temblando del miedo.
- -Dios quiero irme de aquí – Me dije. Asomé mi rostro para ver si alguien se avecinaba. Alguien venia hacia aquí, y me mantuve escondido sin moverme. Era como si me acecharan. Una figura podía moverse. Estaba seguro que era el agente que quería atraparme, que había visto lo sucedido y me llevarían a la policía, argumentando que soy el asesino que buscan, cuando nunca he hecho nada en absoluto. No voy a ser encerrado por algo que no hice. La lluvia se está haciendo más intensa. Y esa figura se acerca, y ahora se detiene. Se mantiene distante. Mis nervios no pueden parar de convulsionar mi mente ¿Y qué si realmente soy el asesino? ¿Lo soy? No, yo no lo hice, solo lo presencie.
La figura se desliza como queriendo pasar de largo, apenas revisa uno de los tachos de basura. Esos recipientes estaban repletos de recursos. Al observar sin que me viera pude avistar un hombre un tanto joven. Sería una persona que pertenece a las calles. Él entonces sacó del recipiente unos cartones, con rara posición volteó su figura hacia mí. Sus ojos estaban brillantes. Quiso sonreír y faltaba parte de su dentadura. En el tacho encontró un pájaro. Era una cría de
gorrión que tal vez se había caído de su nido. La tomo con sus manos, y la miró minuciosamente. Muy calmadamente, y luego me devolvió esa foránea visión de aquel pájaro. En un singular efecto, llevo el ave a su boca, y le arrancó la cabeza, y luego la escupió hacia la dirección en la cual estaba escondido, como queriendo mofarse. En un advenedizo tambalear me traslade de los nervios, y el recipiente en el cual estaba cayo conmigo dentro. Quise salir de allí gateando y el hombre mientras masticaba lo que quedaba de aquel pájaro, viniendo hacia donde estoy. Cada vez estaba más cerca, y más. Con su pie piso parte de mi muslo derecho. Me tenía en sus manos, del susto y ante el apuro, di la vuelta y lo patee. No pareció hacerle daño, me fui desplazando hacia atrás y él se acercaba como para querer dañarme.
- Ven aquí. No tengas miedo. ¡¡Ja!!¡¡Ja!!¡Ja! – chasqueaba los dedos con risas. - la pronta y lasciva conformación se iba desmitificando. Del suelo recogió un palo, y al ver el apuro tome la determinación de enfrentarlo. Su configuración estaba subdesarrollada como si fuera un neandertal. Al ir hacia atrás de mi, toque con mi pie una botella casi quebrada, me agaché y la recogí del suelo.
- No se acerqué o le hace daño. – le expresé con todos mi nervios inadecuados. –
El hombre se abalanzó hacia mí y me golpeo la cabeza con el palo, caí al suelo, pronto recibí otro golpe. Sus ojos. No puedo olvidarlos brillaban como si estuviera endemoniado, y entonces la sangre que caía en mi. Podía ver mi rostro en la sangre, y como comencé a ver todo de color rojizo, como cuando esa persona fue destruida por ellos. Mi mano temblando en un insólito efecto, corte su pie, y luego fon cierta furia desmedida atravesé parte del vidrio en su pecho.
- Vamos hazlo. Eres un asesino. – Me dijo. Hazlo, o te mataré.
– - ¿Que eres?
- Solo una pesadilla. –
Entonces atravesé varias veces su cuerpo y luego su rostro. Cantidades de fluido se escapaban del hombre. Y destaje como si parte de mi estuviera con miedo, y la otra parte lo disfrutara. El efecto ajeno a mí me dominaba, y las sombras se reían, en cuanto ese ser se desplomaba en partes. Entonces me desmallé sin sentido en medio de ese callejón. El agua de lluvia limpiaba la escena de ese crimen, como la del anterior. Estaba completamente exhausto, y me rendí hasta que todo el panorama rojizo del escenario se estaba sellando conmigo.
- Ven a mí – Me toma la mano la mujer del cabello rozado. El calor de esa mano me da la paz, y me transporta a un mundo diferente. Ven Jaime, vamos juntos. Es un hermoso campo de flores, en la lomada de una meseta, y es un día de esos que podemos apreciar de manera tan bella. Respiro hondo, y ella se acerca a mí, la abrazo, y beso sus mejillas, y luego todo se vuelve oscuridad y desidia. En un advenedizo santiamén, estoy encarcelado. Entre barrotes, siendo estudiado por varias personas. Y mi cuerpo estaba desnudo y lleno de electros que pican mi piel haciendo que mis tensiones aumenten al recibir las descargas.
- No por favor. ¡Eso no! ¡El dolor! - Enloquezco sin remedio al recibir una y otra descarga.-
Todo estará bien - Me comunica ella. –
Despierto gritando, con la respiración faltando en mis pulmones ¿Qué rayos fue todo esto? Mi dios debe haber sido una pesadilla. Estoy transpirando en todos mis poros como queriendo los fluidos huir de lo que soy con ligereza.
Las sabanas de la cama parecen un charco de agua. Fue todo una pesadilla. Todo lo fue sueño. Un terrible sueño. Me integro saliendo de la cama. El reloj digita las ocho de la mañana. Es muy temprano. Pensando en quedarme unos instantes más, decido levantarme. Me duele un poco la cabeza. Que pesadilla tan extraña. Estaba en el psicólogo, y como un impase de tiempo me encuentro insumido entre dos asesinatos. Y las sombras y esos hombres.
La mujer de cabello rosado semi corto, y cada unos de esas bizarras coyunturas que se fueron gestando, hicieron de ello una locura.
Jaime se descubre asimismo con ciertas alteraciones en su mente. Todo este proceso lo llevo a un estrés que le ha dado mareos. Ahora se dirige al baño a intentar darse una ducha. Su cuerpo desnudo, manifiesta ciertas marcas. Algunas de muy niño. Él no las recuerda, y hasta cree que son parte de otro accidente anterior. Al concluir el aseo, se seca con su bata, y nota un poco de sangre en ella. Eso lo inquieta un poco ¿Sangre? Estaba acostumbrado a lastimarse, pero todo el suceso de situaciones que se habían ocasionado, lo intranquilizaban.
Se viste con una camisa marrón, y unos jeans, con medias y zapatillas. Al prepararse el desayuno, mientras el café se calienta, el acoge el cuchillo, y en el reflejo del filo se ve asimismo con un rostro diferente, con sus ojos completamente rojos. Del susto lo suelta, y al suelo y cae rozando su pantorrilla.
- ¡Dios! ¡Me he lastimado! Soy un tonto. – se expresa como cierto suplicio. –
¿Otra vez esos pensamiento? Esos ojos color rojo.
Prepara un pan untado con manteca, y bebe su café. De su móvil estaba por verificar como siempre lo ha hecho en las mañanas las noticias, pero nuevamente decidió encender la radio. -
....Hola todo estamos en radio Pos...Aportando las últimas noticias Hoy su conductora Sofía hablando de los últimos hechos.
Los asesinatos no tienen tregua, y nuevamente se han descubierto tres cuerpos. El oficial detective Rick Evans, no sabe bien a ciencia cierta quién pudo haber sido. De los indicios que se ha avistado una persona de mediana edad manifestándose solo en las calles. Según expresan estaba en varias escenas, quienes lograron verlo, pero no pueden determinar su rostro debido al mal clima en el cual sucedió.
Les recordamos que deben permanecer en sus casas. Repito deben permanecer. Entre todos nos ayudamos.
Soy Sofía Rem, esto es Radio Pos
- Increíble. Esa fue mi pesadilla – Me contesté, cuando al escuchar a la locutora no podía dejar de pensar en lo sucedido. Pero no tengo nada que ver con ello. No soy responsable, ¿O sí?
Todo parecía tan real, que no entiendo lo que está ocurriendo. Alguien confrontando en contra de Jaime McFill, si de mí, ¿y debo averiguar qué es?
¿Tres cuerpos? Dos estaban latentes en mi mente, y el otro no lo sé. -
Jaime esta tan alterado que no sabe qué hacer. No desea salir de su casa, pero debe hacerlo, y el asesino sigue sus metas. La mujer del cabello rosado, lo busca y pretende, para algo. Y el sin pistas no sabe en qué lugar se ubica parado. –
- Contrólate Jaime, tú no tienes nada que ver. Todo es tan confuso.