Vamos a encontrar el misterio que guarda como
secreto el hospicio. -
No puedo descansar. El chaleco, no me parece incomodo, aunque si la impresión del presentimiento de que algo se esconde en el hospicio. He de dormirme pronto. Poco a poco se van evaporando esas ansiedades, y me sumerjo en el mundo onírico.
Qué extraño ¿Qué lugar es éste?
La puerta se abrió, y descendí a una habitación oscura. A mi lado estaba mi alma. Vamos Jaime. Ven conmigo. Pero no podemos salir de aquí. No saldrás, entraras. La habitación parecía un típico lugar en el cual se guardan elementos de una casa. Había otra compuerta allí. Ábrela. Ábrela pronto. Sin pensarlo lo hice, y allí un lugar oscuro. Mucho más de lo que el cuarto ofrecía, aguardaba. Me introduje sin ningún temor a lo que pudiera esperar allí. Una cueva. Las paredes color marrón claro con piedras incrustadas con algunas gotas de agua que descienden. Eran unas deformaciones que se gestaron supongo en millones de años de erosión. Una araña camina cerca de lo que se asemeja a una bolsa, y se esconde en ella, luego sale de allí, y desaparece en una entrada. Hay varias, pero al extender mi mano puedo sentir en ella, un hedor ardiente de un calor que no puedo reconocer, pero que me parece familiar. Fuimos con mi alma hacia allí. Había dibujos en las paredes. Eran totalmente desconocidos. He visto al leer y fotos, y videos de
muchos de os petroglifos. Estos me parecían muy extraños. Seres que subyugan a otros. Mi alma no parecía querer decirme nada. La elección de escoger una entrada era mía. Y lo hice sin meditar demasiado. Al adentrarnos, un sonido de voces cantando coros celestiales de iglesia, aunque no parecían con esa amigable sensación, más bien es como si fuese un rito de una secta. El corredor en el cual nos adentrábamos se estaba reduciendo, hasta el punto que debimos agacharnos. Me iba arrastrando en cuclillas y un mísero y efímero punto rojo me señalaba, y luego a mi alma. Vamos por allí. Hicimos el trayecto desconocido. En el suelo mi pantalón se manchaba de barro húmedo. Musgos en algunas paredes, y olor a minerales; el azufre, podía sentirlo, como también una entrada a mis recuerdos
¿He estado aquí? Solo tú puedes saberlo dijo el alma. Solo sé que debemos ir. Al salir del subterráneo, otro túnel abierto se presentó. Allí había un niño, y delante de él, una monstruosa configuración con dientes enormes todos podridos riendo. Me miró y continúo su proseguir. No en el niño, sino en mí.
- Mírate Jaime. Dijo. No comprendía como sabia mi nombre ¡Mírate bien! – tomo al niño, y al voltearlo pude reconocerme. Luego esa estructura que tenía alas y una piel color crema, se acercó a mi acechándome como un felino a su presa, y estiró su brazo y su mano, y travesó mi pecho, me asusté sin poder movilizarme, y mi alma comenzó a gritar, pidiendo auxilio. Mírate bien Jaime. Véanse y se reía la figura macabra bromándose de lo que produjo, pronto grite al ver que quitando su mano de mi pecho estaba una diminuta imagen. Era mi alma, y él, la apretaba con las dos manos como si fuera una plastilina que le da forma con su energía negativa. Mi alma se tomo la cabeza con sus manos y se arrodilló.
- ¡Déjalo! – Grite retorciéndome los dientes de ansias . Y él se reía. – ¡¡Déjalo!! y me abalancé sobre eso, hasta que todo se desvaneció en llamas que
consumieron el sitio, y mi cuerpo se calcinaba por el ardór.
Desperté en una mañana al rayo de luz que penetraba en el mi cama, hasta mi ojo derecho sin poder pausar. Parpadee una milésima de segundo hasta que abrí el otro ojo. La mañana se estaba presentando, y no sabía que deparaba el día. Experimenté un sueño tan extraño como complejo. Una cueva, ese monstruo que penetraba mi pecho, y mi alma gritando. Eran como muchas piezas que se estaban desarrollando sin que pudiese encajarlas, sin embargo de algo estoy seguro. Era un indicio, y otro, y otro, y mi memoria de frágil estado estaba comenzando desde cero a completar y tomar esas piezas para ordenar y armar aquella carpeta de mi pasado.
Hasta lo que sé realmente, es que estoy muerto, y que puedo ver la muerte; veo demonios que atacan, y mi alma quiere desprenderse de mí, y no puede debido que tengo algo en mi corazón que es de ella, y es su llave de libertad.
La puerta se abrió repentinamente. El chaleco de fuerza me apretaba. Los hombres sin rostro ingresaron y se pararon frente a la cama. Como no me decían nada, supuse que deseaban que me quedase sentado para quitarme, éste molestia que me aferraba el cuerpo. Para ello, tuve razón, y fue así. Al colocarme casi en la punta uno de ello, colocó una llave sobre el candado. Aquel atuendo tenía una tela espesa, con ligaduras de metal, que parecían esposas para parte del cuerpo, ellos colocaron la llave y se abrió. Luego de realizar su trabajo. Hisu estaba en la puerta. Ellos salieron, y ella ingresó.
- Levántese Señor Mcfill, debe ir a tomar la medicación en la sala mayor. Allí recibirá la interacción con otros internos.
- ¿Qué quiere decir interacción?
- Estará con personas de su mismo estado.-
- ¡Genial! Será como hacer una reunión de muertos. Podemos ir en caravana a un cementerio.
- Entiendo, su ironía, no son como usted. Cada uno aquí es diferente a usted.
- ¿Y Koha? no ha venido. Pregunte pensando en ella. –
- Ella está en el parque. En reiteradas oportunidades, se dirige allí. Me retiro. Tome la dirección a la izquierda del pasillo. No se desvíe por favor, ya que lo estarán esperando en la sala. Hasta luego
- Hasta luego.
Al retirarse Hisu/Hiso, pude notar, que todo el corredor desde una punta a la otra, estaba completamente vacío ¿Estarán todos en esa sala tan especial? ¡Qué extraño!
- No dudes que lo sea. – Me dijo mi alma. –
- ¿Qué crees?
- Ya sabes lo que siento. Tuve un sueño, y tú estabas en él. –
- La cueva.
- Cierto ¿Somos lo mismo no?
- Si, era tan real ¿Tú tienes alguna pista? – Le pregunté.
- Ese monstruo, fue tan real, aún me duelen sus garras. – Como tú, he perdido parte de la memoria, pero de algo estoy seguro, ellos nos quieren. Te quieren ti, y a mí.
- Somos lo mismo.
- Sí, pero estamos casi separados. Un día sucederá que ya no esté contigo, y descansaras, sin embargo ellos no quieren.
- Debemos irnos. – Comenté con apuros. –
Al salir de allí. La puerta se cerró automáticamente. Caminamos por el sitio izquierdo. Iba en un paso lento, como queriendo estudiar todo alrededor. Del lado de la pared ventanas que situaban una vista a diferentes divisiones del complejo, y del otro las habitaciones. Escuchamos un ruido; chasquidos de dedo.
Jaime ha aceptado todas las disposiciones, lo han dejado en cierta libertad, cuando por precaución no es recomendable. Su naturaleza puede corromperse. El emplazamiento conveniente era continuar investigándolo, y dándole los fármacos correspondientes. El chasquido continúa y Jaime se acerca a una de las puertas. Ve con la rendija, y la abre. Allí una figura de un hombre.
- Ven a mí. Tanto tiempo. – Comenta el hombre. -
- ¿Quién eres?
- Interno 517. No me recuerdas.
- No, apenas puedo tener un pequeño espacio de memoria.
- Estábamos juntos caminando por la ruta rumbo al hospicio.
- Pudiste llegar al final
- Si. No es como parece, éste lugar
- ¿Cuándo llegaste?
- Hace un mes supongo ¿No lo sé? No hay tiempo aquí ¿Te lo han dicho?
- ¿Cómo dos días? – Pregunta Jaime. –
- ¿No te han dicho?
- No ¿Qué deben decirme?
- Te lo he mencionado. No hay tiempo. –
- ¡Eso lo sé!
- Y también, que pierdes la noción de ello.
- ¿Qué quieres decir?
- Que quizás hayas vivido dos días, pero han pasado meses. Los despertares son ello. Parece que todo es un momento, y termina en una eternidad.
- ¡Ya veo!
- ¿Y tú, estas aquí? ¿No vendrás a la sala?
- No. Ya he ido. No me necesitan. Quitaron algo de mí, y ahora me devolverán.
- ¿Estas curado?
- No, no lo estoy. Eso es lo peor. Creí que lo estaba, pero me siento vacio. Me quitaron algo. Hoy me iré de aquí.
- Y volverás a la realidad. Debes estar feliz.
- No sé qué es eso ¿Felicidad? Deberías investigar. Yo, ya no puedo hacerlo, no obstante hay algo muy malo en el hospicio.
Una luz roja estaba en la pared, haciendo un sonido.
- Vete de aquí, te esperan, y no olvides lo que te he dicho.
- Te veré, en el mundo real.
- Tal vez, pero no sé en qué circunstancias. –
Jaime prosigue camino, su alma en una imagen se mantiene levitando desde su cabeza. Al terminar el camino. Una puerta que parece camuflada entre el piso y la pared se abre. Al ingresar en ella, todo un conjunto de personas sentadas unas al lado de las otras. Jaime ingresa, y encuentra un hueco en el cual toma asiento. Para su sorpresa, en la punta del otro lado de la banca un rostro le fue conocido. Era su antiguo conocido. El detective Collin, pero ¿Qué estaba haciendo en el hospicio? Jaime tendrá que explorar, ya se lo dijo el hombre.
El detective me había visto, pero no decía nada al respecto. Todos estábamos cada uno con un plato de comida extraña como desayuno, y unas pastillas. Un enfermero recorría la sala, e iba inyectando un suero en cada uno de nosotros. Con ello se mantenía la calma. Uno de los hombres se levantó sin aviso, e intentó salir de allí. Los hombres sin
rostro aparecieron de inmediato y se lo llevaron. A titulo de respuesta se levantó otro, aunque lo calmaron en seguida. Mi alma estaba desprendiéndose, y fue cuando quiso tomar las riendas de ambos, al momento de inyectarnos, aparentaba cierta intranquilidad, y los hombres sin rostro se apuntalaron a nosotros dos. No tuve remedio que ponerme de pie, y mi alma con cierta agresividad en su rebeldía golpeó a uno de ellos, lo tomé del brazo, pero no quiso detenerse, y ambos fuimos separados. El detective Collin se acercó a mí, también estaba en la misma tesitura y se aferra en un bravo mensaje con su mirada. Es un infierno me dijo sin decirlo.
- No es lo que piensas. No es lo que parece. –
- Me recuerda. Yo puedo recordarlo. Ambos estábamos maniatados por los hombres sin rostro., y mi alma era colocada frente a mí con el detective
Collin.
- No dejes que te inyecten. Debes regresar del lugar que viniste.
- ¿Qué hace aquí?
- Soy parte del plan.
- ¿Un plan?
Luego de escucharlo, nos separaron. Salimos por otra puerta con mi alma, a fin de que no se produzcan más disturbios. Se llevaron a Collin, a la habitación. con golpes por hablar de más. -
- No me saquen lo mío. ¡No me lo saquen! - mencionaba con gritos de una locura. -
En el apuro, los hombres se alejaron de nosotros, y en medio de otro corredor, pude ver en las ventanas la figura de Koha. Estaba tan hermosa como siempre lo ha estado. Con sigilo, fuimos cuidadosamente hasta la planta baja. De alguna manera sabia que podrían detectar que estábamos yendo a un lugar sin autorización, aunque no me importaba en lo absoluto. En el camino veo que Lisa, la enfermera del otro piso, pudo notar nuestra presencia. Solo hizo una mueca sin
gracia, y continuo pues el apuro del alboroto de la sala estaba colapsando el personal. Lo que había hecho mi alma, era alterar los sentimientos, la luz roja del techo, guardaba un pitillo de alarma considerado como fuente de sonido estrambótico. Los sujetos iban reteniendo a los pacientes en la coyuntura del batifondo que se producía. Es una circunstancia propicia para irnos de aquí, sin embargo, nuestro objetivo era el parque, pues escapar era imposible por cómo se presentaban las instalaciones para dar con la salida. No podía dejar de cavilar en mis lenes lo expuesto en las palabras del hombre de la puerta, y del detective. No podía creer que él estuviera aquí, me lamentaba, al discurrir que el mundo real se estaba volviendo una locura y que todos podrían llegar a un centro hospitalario de salud mental para personas que no están en sus cabales normales, y que pudieran concebir en el recinto. Ahora bien, nada es normal, entonces el detective tiene algo, como lo que tengo. Así como decir que posiblemente estuviera muerto, pero no sería una tontería. La cuestión es que muchas personas vienen aquí. Son elegidos, y algunos regresan. Estaba ya llegando a la planta baja, y de inmediato que descendía la última escalinata, la cabina central para mi suerte no tenía un vigía que pudiera hacer las veces de centinela. Eso nos facilitó con mayor claridad la salida. El parque estaba en su esplendor, y allí Koha en medio de un jardín de flores. Un leve viento se iba levantando y los pétalos parecían que abrazaban su cuerpo, misturándose con el color rosado de su cabello. Del lado del jardín, un estaque, y en los alrededores un bosque de pinos, abetos, sauces, y cipreses. En cierta parte la maleza, era muy tupida, era claro que es la parte de atrás del hospicio, pues adelante un camino con laberintos se gestaba, pero mi tópico era Koha, no hacer una lección de botánica a nadie. Mi alma estaba en plena reserva, cuidando la prudencia, luego de su anárquica manera de actuar. Íbamos en dirección a ella.
Me acerqué a Koha con mi alma que quería ahora escapar. Pero le pedí discreción. Y ella siempre así con su calma.
A mi alma también le agradaba Koha. A pesar de estar muerto podía sentir el sentimiento de amor. Éramos lo mismo en definitiva. -
Koha en su costumbre suele venir aquí al patio a las afueras del hospicio y observa las flores como si quisiera decirles algo.
- Koha tu siempre vienes aquí ¿Hay algo no?
- Algo de mí - Comenta Koha. - Algo así como unos pétalos que florecen y otros que caen. Veo que estas aquí. No me sorprende, eres inteligente.
- Gracias, hubo un desconcierto ¿Pétalos? Se parece a mí. A veces siento que me voy marchitando - Le comentè lamentando el hecho.
- Si escuche. Son hermosos, los pétalos. No es marchitarse. Es mejor que se vaya lo que ya no sea parte de ti. Así es como vamos mudando
- Es fácil decírselo a un muerto cuya alma no quiere retirarse de su cuerpo.
- Por alguna razón no quiere dejarte
- Posiblemente ¿Qué es eso de ti que guarda éste jardín?
- Un momento de felicidad que luego se desvaneció. No recuerdo ya lo que es Al escucharla, no pude evitar tomar su mano.
- Acompáñame Koha - Le indiqué.
- ¿Dónde me llevas?
- Ven - y nos adentramos en parte de ese jardín y nos acostamos en el suelo observando al cielo. - Respira hondo y cierra los ojos Koha, y luego ábrelos. Entonces algunos pétalos se escapaban y volaban, mientras Koha al abrir sus ojos miraba con cierta emoción.
- Es hermoso - Dijo ella y sonrió. – ¿Sabes qué sueño? Aunque no sé lo que sea. Me gustaría ir a un campo de girasoles. Una vez vi uno, y allí sentí algo parecido a ésto, y quisiera regresar. Algo parecido a lo que es amar algo. Algo feliz.
- Quizás no sea felicidad, pero al menos se asemeja. - Le comenté acostado a su lado - Ella me miró con cierto alivio de que por lo menos había alguien a su lado que contemplaba lo que ella. El verdadero sentimiento de estar unidos, sin que la soledad invada de nostalgia su corazón. Iras a ese campo de girasoles. Te lo prometo. Te llevaré Koha. -
- Es increíble, te he traído al hospicio, y te he observado desde mucho tiempo Jaime. Contemplando tus maneras de actuar en la vida. Y ahora nos vemos acostados en medio del pastizal de flores, y admiramos los pétalos que vuelan y forman palabras ¿Crees que esas palabras sean un código?
- Posiblemente nos quieran indicar algo. El universo puede dibujar infinidad de situaciones en las que dos personas se puedan encontrar.
- Tú dices que nunca nos encontramos. Nunca nos hemos visto.
- Nunca nos hemos reconocido Koha.- Se lo dije con toda franqueza, cuando mi corazón comenzó a latir. –
- Encontrarse es reconocerse, verse a los ojos. – Ella volteó su cabeza hacia mí. En su mirada exponía un deseo. Una expresión inusual que no parecía tener Koha desde la primera vez que la vi.
- ¿Te encuentras bien Koha?
- Si, ¿Te puedo pedir algo Jaime? – Me pregunta ella aduciendo lo que quería de mí. –
- ¡Sí! ¡Con gusto Koha! – Le respondí. –
- Me besarías. – su rostro se dejó descubrir presentando una faceta que no conocía. Era como si la exteriorización de la ternura explotara, cuando con sus mejillas se hicieron notar en un rosado tal expuesto como su cabello.
- Sera un placer – Y le sonríe. –
Ambos nos consideramos, y acercamos nuestros rostros con los ojos cerrados, para resistir el temblor de las miradas que se impulsan con el frenesí de un deseo que nace en los latidos. Al llegar a ella nuestras narices se acariciaron, y los labios tuvieron el primer contacto. Era un beso tibio en su primer movimiento, y luego en el jugo de una simple chica de calor, se terminaron de unir, sin querer escapar el uno del otro. Luego hicimos una pausa, y ella estaba allí con sus ojos color ámbar, y me podía ver en el reflejo de su máxima expresión de belleza, y luego regresamos nuevamente, abrazándonos. Estaba enamorado, y ella me correspondía. Luego de lo que pareció unos minutos, suspiramos ambos al alejarnos centímetros sin quitarnos las miradas. El petricor del pasto hizo entender que pronto se avecinaba una lluvia, pero no importaba en lo absoluto. Mi alma desde mi cabeza estaba en un trance, sin interceder para nada. Había experimentado lo que yo, y estaba en paz, aunque en ello me surgió la duda, debido que no podía ver el alma de Koha, y eso me era muy singular, pues su manera foránea de actuar hacia mi daba a entender un bello sentimiento. Era bello el hecho de estar abrazados, y ante el calor del beso Koha, me susurró al oído que sentía como cierta nausea en su estomago, y luego unas palpitaciones de eso que
llamamos corazón. Su sistema produjo una ininteligible circunstancia de situaciones en la que solo podía pensar en mí, y no podía explicarlo. En mi ser lo mismo ocurría, cuando Koha se expresaba los sonidos de su voz habilitaban todo el sistema nervioso, y mi mente enviaba información de ella a todos mis órganos comunicándose en todo su aspecto hasta dar a comprender que esos sonidos, no eran palabras con su estrofa aguda, grave, o esdrújula. Eran melodías que se trasformaban en poemas de versos que son inmaculados y que de ello, nacen los preceptos del amor. Es así como lo tomaba hacia ella, que me miraba fijamente con el color ámbar que fue una energía de éxito, haciendo explotar todos los planetas que habitan en mi sistema solar. Un Big band de colosales causas, para que dos personas se unan, en una, y sean parte de lo que llamamos amor. No contemplamos el uno al otro, y nuestras manos estaban aferradas, las unas a las otras, hasta que desde un sector de la entrada, Hisu hizo el gesto. Habían venido por nosotros. Por mí, sobre todo. Venían a buscar esa alma rebelde que fructificó todo un batifondo. No obstante ese alboroto que se dimensionó, tuvo un origen fuera de mi persona, y de mi alma, y dentro de lo expuesto el hecho de que me proveyeran las salida inmediata fabricaba un sinfín de dudas con muchas hipótesis que podía concluir en éste episodio. Hisu se fue acercando hacia esas dos figuras que estaba en los pastos cerca de la fuerte, entre flores y pétalos que viajaban y elaboraban confusión.
- Allí, están. – vociferó con cierta altanería. – El interno 515 y su alma. –
Los hombres sin rostro se dirigieron hacia mí, y mi alma con cierto apuro. De inmediato solté a Koha no quería que le hagan daño. Pues presentía eso de aquellos hombres. Que quizás las castigarían.
- Vete Jaime. No te preocupes por mí. –
- ¡Pero Koha!
- Vete. No me harán nada.- Comentó ella. -
Me mantuve de pie, y fui hacia ellos, en un instante, uno me golpeó, y le respondí con fiereza tomándolo de su cabeza con fuerza como queriendo destruirlo. Un deseo incontrolable de furia se había apoderado de mí. Era mi alma que estaba enfadada y se expandía desde mi cabeza hacia afuera rodeando a ambos hombres que no sabían qué hacer. Vinieron otros en un llamado de auxilio de Lisa que estaba en el otro lado del parque. Varios de los hombres que habían ido a reprimir la intifada de algunos de los internos. Se aproximaban con velocidad rodeándome. Uno intentó atacarme detrás queriendo maniatarme, y me solté con fuerza.
- Es más peligroso de lo que parece – Expresó Hisu. – El director tenía razón. – al oírla, lance una retorica de palabras blasfemantes hacia ella. -
Los hombres armaron un círculo para que no pudiera escapar, y estábamos mi sombra y yo en el medio de aquel recinto. Koha se abrió camino y le pidió a Hisu que hiciera un momento. El círculo se abrió y ella ingresó hacia mí. Por detrás me abrazó, y todo ese odio que tenía en mi interior se fue apagando calmadamente, hasta que estabilice mis sentidos.
- ¡Vé Jaime! Todo está bien. – Me comentó.
Al calmarme, ella se separó de mí, y los hombres me tomaron de los brazos, y me colocaron el chaleco de fuerza. Era un más potente. Desde una ventana el director observaba, y a su lado un imagen que no podía explicar con cierta risa de malévola intención
Lisa anotaba todo lo sucedido. –
- Parece, que los estudios darán como lo habíamos pensado. – Le expresa Hisu a Lisa
- Realmente es peligroso, para la institución. –
- Es peligroso para nosotros. –
Koha se acercó a Hisu para platicar.
–
- ¿Qué harán con él?
- Ya sabes que harán. No es necesario que preguntes Koha. Tu solo has tu trabajo como corresponde. Ya no debes acercarte a él. Entiendes. –
- Pero él no es peligroso.
- ¡Sí! que lo es Koha. – le responde Lisa. – No podemos tener alguien cuya alma es un motor inestable que en un instante puede destruir todo el lugar.
–
- Los otros reclusos también, pueden ser inestables.
- Si pero los demás, no tienen lo que Jaime. – Dijo Lisa. –
- Koha comprende. Los demás internos, pronto se irán de aquí, para el mundo terrenal a realizar sus designios como tales. Jaime es un ser especial, y hasta que no sea despojado de su alma deberá ir al fondo del subsuelo.
- Allí es donde van las miserias.
- ¿Y qué crees que Jaime es?
- Él no es lo que piensan. –
- Él, es diferente. No sé aún ¿Que es lo que quiere el director de él? Sabemos que es un potencial hallazgo, y también un peligro minucioso para los
nuestros.
- No podremos retenerlo mucho tiempo Hisu. – Se interioriza Lisa. –
- Eso lo decidirá el director. Mientras tanto el debe pensar que alguien lo persigue desde afuera en el mundo terrenal. Él, no debe enterarse de la verdad. Debe creer que ellos, quienes están allí afuera vendrán por ese pedazo de carne, y lo obligaran a realizar atrocidades.
Koha estaba negada en las palabras de Hisu. Los hombres sin rostro, me llevaron al interior del recinto de la sala principal del otro lado en el cual habíamos descendido con mi sombra sin llamar la atención. Allí un hombre detrás de un mostrador, como en la entrada principal abre una gaveta de un casillero. Decía suelo oscuro. De ese sitio tomo una llave, y se la dio a uno de ellos. Y pronto me llevaron desde un agujero que se habría desde el suelo. Una escalera en penumbras con hedor ranció de defecación. Podía olerse el inadecuado infortunio de la desgracia. La desgracia, aunque no lo parezca puede olerse. Es la ruindad en todos sus aspectos diáfanos. Koha observaba como me trasladaban, y me di vuelta para verla por una vez más. En mi mente la contemplaba. Contemplaba su rostro para sentir ese deseo de esperanza que me genere un salvoconducto en éste infierno inmaculado en el cual me había metido. Un averno de mentiras.
- Hisu, no dejes que lo destruyan. – Dijo Koha.
- No puedo hacer nada por esa persona, Koha. Ve a terminar tus quehaceres y descansar. Lisa llévala a su cuarto. -
Lisa, llevó a Koha a su habitación. La lluvia comenzó a caer con fuerza. Eran gotas que inundaban el parque, y las flores comenzaron a decaer como la sonrisa de Koha que se apagaba regresando ella a la normalidad.
Mientras estaba descendiendo en un espacio en la cual al terminar de bajar, nos esperaba una puerta de hierro con un sello de una figura que parecía una gárgola.
Colocaron la llave, y el terror se me presentó de formas inexplicables en lo que parecía el tártaro griego.-
Los hombres sin rostro me arrojaron en la mazmorra. Una vez que entramos en el agujero. Había algunas puertas y el suelo se teñía del color del ambiente. Una plutónica ambientación del terror. El lugar olía a muerte. Esa que puedo ver cuando aparece. La que Koha me dijo que existía. En cada puerta de este suburbio, gueto de los olvidados había internos que como lo soy yo, eran potencialmente inestables. Y debían permanecer en éste interior que hacía las veces de submundo oscuro.
Caminé hasta el final del corredor y sentí la arcada en mi garganta de querer vomitar con solo escuchar las voces de quienes estaban allí. Eran alimañas que no deberán ver la luz jamás. Los hombres sin rostro me depositaron. En la celda quince. Al abrirse la puerta era como estar en una cárcel medieval. El heno en el suelo. Telas de araña por doquier con sus víctimas carcomidas. Las piedras con marcas de otros seres que han sufrido y de alguna forma ya no están. Aquí dicen que se puede perecer, aunque estoy muerto. Perecer psicológicamente hasta quedar en un efecto de autómata que no posea razón de expresión. Guarde mi alma retrayéndola pues no quería fallarle a Koha. Pensaba en ella. Y deseaba que estuviera bien luego del altercado.
Los hombres me depositaron en la celda de una vez y por todas. La puerta se cerró. Y ambos desaparecieron entre las voces de los demás condenados. Me pregunto si será eterno.
Hisu lo dijo claramente. Pude oír sus palabras como las de Koha. "potencialmente peligroso"
Estaba el detective Collin y demás personas en el recinto que fuera objeto de libertina situación de motín ¿Que hacía el detective? El estaba investigando los asesinatos.
¿Quizás estaba inmiscuido y lo trajeron? ¿O él al final era parte? ¿O vio algo que no debía?
De todas maneras, no había forma de platicar con él, pues el desastre no dio trecho a quedarme a tener una charla rápida y concreta. Collin tendría sus razones. Él vino a casa ese día, y luego Koha. Aparte de las preguntas pudo haberse inmiscuido en el asunto ¿No creo que me haya seguido? ¿Y si luego de irme el volvió a la casa? El dijo que volvería. No eso no. Entonces ¡Claro! El mintió. El vio el día del asesinato a uno de los demonios. El dijo que hablaba solo. Pero percibió la imagen. Por no parecer un tonto el vio lo que yo pude ver, por eso está en el hospicio. Se metió en el lugar equivocado en el instante indicado.
Ahora a él lo devolverán a mi mundo
- ¿Eso significa?
- Significa que nosotros nos quedaremos aquí para siempre.
- ¿Quién es? – Pregunté desde mi calabozo.
La respiración interactuó del otro lado de una celda que creí abandonada. Una figura escondida entre el basural y el nocturno paisaje.
- Estoy aquí desde ya hace mucho tiempo. Tiempo que no existe ¿Sabes eso?
¿Lo sabes Jaime?
- No te conozco.
- Yo, si te conozco. He escuchado mucho de ti. Incluso hasta podrías caerme simpático
- ¿A qué te refieres?
- Tú eres tan importante para el hospicio como lo soy con la información.
- ¿Viste algo que no debías o hiciste algo imprudente?
- Me metí en donde no debía. Soy una figura importante este lugar asqueroso. Dios, lo único que veo es basura.
- ¿Cómo llegaste?
- ¡Ah! Es una larga historia. Un pozo bendito que encontramos. Descendí y me vi frente a ellos. Lo habíamos destapado por error. Y allí estaba. Todo un ejército preparado para tomar cuerpos y causar estragos.
Recordé de a poco el sótano y el agujero ¿Es posible?
- Claro que es posible debajo de la tierra se esconden. Han salido y entrado a gusto desde q destapamos el agujero bendito. Ni la iglesia sirvió de excusa para detenerlos.
- Recuerdo haber estado allí. Allí abajo.
- Y Boldor te clavó sus garras, pero no completó su trabajo de matarte bien. Tienes un alma muy pura Jaime.
- ¿Cómo es que ocurrió?
- ¡Ah! ¡los misterios! Una casa justo arriba del agujero. Un niño curioso. Un alma rebelde. Una cruz que se interponía entre la mano de Boldor y tu corazón.
Recordé el crucifijo que tenía en mi pecho de madera. Lo tenía allí quebrado y nunca supe el porqué.
- Así es los caminos del señor son misteriosos. Luego mi amigo una vida simple sin por menores. Los asesinatos que se suscitan de inmediato ¿Dices que rayos ocurre? ¿Qué ocurre? Nada del otro espacio. Solo que los demonios que estaban allí solo cometiendo alguna que otra fechoría tienen la orden de comenzar su matanza. Loa cuerpos de los llegados al hospicio son sus vehículos ¿Interesante no?
- Ahora entiendo todo. Vine aquí por ello. Soy uno más.
- No mi amigo. Tú, eres su destrucción. Boldor es la muerte. Así lo llamamos. Pero no es un demonio solo comparte el ir y venir entre el cielo y la tierra. Tu solo lo viste. Y nadie que sea mortal debe verlo y sobretodo tocarlo. La parca es así de discreta.
- La muerte no podía quitarme ésto. – Y me froté la cruz con mis dedos.
- La muerte no puede acercarse a cierto límite que le son restringidos. Y tu alma decidió que vivirías por orden divina; por eso lo que llevas dentro aún lo tienes y ella no puede irse de tu lado para que descanses.
- ¿Y por qué?
Una leve respiración se escucha
- Supongo que alguien debe ordenar éste desastre, que el hospicio entre la tierra y cielo de un purgatorio ha generado.
- ¿Quien lidera a los demonios?
- Lo sabes. Es innombrable. Pero si se del nexo.
Una nueva respiración y un chasquido
- Es la cabeza de la serpiente. Y algo más que te interesará saber. Dentro de ti pueden entrar y salir los demonios. Tú también eres un vehículo. Un vehículo de muerte. Es mejor concluir con lo que eres.
- No creí que fuera posible que todo mal sea de mi parte como de éste lugar. El director es parte del conflicto. Y no sé cómo detenerlos.
- ¿Detenerlos? Tu Jaime Mc Fill eres una bomba caminando. En cualquier instante estallaras, y ellos no podrán detenerte. Tú no puedes detenerte. Jaime McFill, eres la muerte. Eres un mal, y ves el mal y lo aniquilas. Es tu fin.
- ¿Y será mi fin supongo?
- Todo tiene un principio y un final. Tu alma lo comprende mejor de lo que piensas.
- Debo salir de aquí.
- Todo en su determinado tiempo.
- Éste lugar es un orco.
- Bienvenido. Es bueno que te hayas dado cuenta lo que realmente es el hospicio.
- ¿Tú escaparás?
- Ya no sirvo. Terminaré mis días como debe suceder.
- Yo no quiero terminarlos. Quiero comenzarlos.
- Entonces hazlo.
Ese extraño sabe demasiado. No me preguntaré para nada quién podría ser, pues la lógica razón ya no existe. Hay tantos personajes en el tugurio del hospicio que hasta por seguridad puedo dar por sentado que soy uno de ellos.
Solo me basta esperar las consecuencias y reaccionar si es mejor.
La puerta de la sala principal de la oficina del director permanecía estoica luego de esos nimios incidentes. Hisu se dirigió por llamado del hombre que todo lo dirigía. Ella toco la puerta con delicadeza. Al director no le agradan los ruidos
que provengan de forma natural o artificial. Adelante se dijo, aguadando en su asiento con sus manos juntas.
- Señor hemos llevado al interno 515 al subsuelo.
- Perfecto. En cuando la interna 212.
- Se refiere a Koha.
- Si, llévenla a la sala X. Deben analizarla minuciosamente.
- ¿Sera posible alguna contaminación?
- Los indicios y actividades me han de demostrar que el contacto con el interno 515 ha producido cierto vínculo.
- ¿Cómo es posible? Si me permite preguntar señor. – comenta Koha haciendo su pregunta.
- Suele suceder que al encontrarse ambos se producen ciertas anomalías. Desde que ella lo buscó para traerlo ha habido cierta atracción. Deje que bajase luego del incidente armado hacia ella.
- Ella esta despojada de su alma. – dijo exhortada en cuanto impresión.
- Quizás sí, pero guarda algo aún como ocurre con el señor Jaime Mcfill. Y ello desestabilizaría al interno 515. Debemos continuar con lo solicitado.
- Perfecto señor haré que la recluyan de inmediato.
- Puede retirarse.
Hisu/Hiso, salió de la habitación del director. La puerta se cerró sola y sus pasos se fusionaron con el suelo, en cuanto las miradas del hospicio cual centinelas vigilaban el todo.
Se dirigió acatando ordenes en búsqueda de Koha que se encontraba fuera de ámbito en el parque. Hisu dio con ella que venía con loa hombres sin rostro.
- Ven conmigo Koha.
- Hice algo malo seguro.
- Es precaución. Sabes cómo son las reglas.
- ¿Y Jaime?
- Se ha concluido que es altamente inestable.
- ¿O sea?
- Quedará inhabilitado hasta que lo desestabilicen y coloquen en suspensión - ¡No pueden! – Se preocupa Koha
- Si podemos, y se hará.
Los hombres llevan a la sala céntrica a Koha en la cual deberá permanecer sin comunicación de ningún tipo. La realidad es que deseaban que no interactuara con Jaime por razones claras y obvias. Todo se dejaba anotar en la mente del director. Era un juego siniestro, y todo confabulado por el director, y quienes lo manipulan.
Jaime estaba dentro del calabozo y su sombra era copia de sí. Su alma se aventuró a querer salir de él. Tenía el mismo ímpetu de huir de allí, pero las mazmorras de subsuelo eran un alcatraz difícil de corromper.
- ¿Cómo salir de aquí? – Me dije. – Estamos totalmente aislados.
- ¿Cómo salir? Tal vez sea más simple de lo que uno imagina. – Dijo mi alma. -
- Todo está cubierto entre paredes de un granito macizo. No restaría esperar que vengan por nosotros. Ni tú que solo eres un etéreo e intangible, podría salir.
- Sí, eso lo sé. Una energía bloquea el sitio. Posiblemente esta sea una cárcel totalmente distinta a la que los humanos, seres de carne y hueso como vehículos conocen.
- No vendrán – Dice la voz – Nunca vienen. Quedaremos encerrados como si estuviéramos muertos.
- No tenemos salida – Le comenté. – Estamos muertos
- Ustedes la tienen, yo no. – Dijo la voz.
- ¿Tú no puedes salir de aquí?
- No, ni tampoco interesa. Salir de aquí, no me dará la libertad que busco.
- La libertad la tendrías de inmediato. – le comenté, incorporándome del suelo, mientras mi alma palpaba las paredes ¿Qué te detiene, o qué te detuvo?
- No me detiene nada. Solo es el hecho de que todo será lo mismo. No tengo el poder, para modificar lo que el hospicio significa. Lo que han hecho desde que se construyo el mismo sitio lúgubre.
- ¿Conoces el secreto del hospicio?
- ¿Si lo conozco? El director fue nuestro capataz. Todo fue hace muchos años. Muchos.
El director se vio corrompido por el poder del averno. Habíamos encontrado un pozo, como les dije. Habíamos ido ahí, y allí estaban las bestias reclutando cuerpos. El director fue un tipo de carácter serio, de buen porte, y sin complicaciones. Yo pude ver ese siniestro lugar y cuando la obra concluyo el director tomo precauciones cuando le manifesté del pozo, y me encerraron por siempre.
.....(..)....
La obra del Hospicio Dyers está concluida, manifestó la gaceta del diario matutino. El alcalde hizo la inauguración respectiva. Sus puertas se abrieron
por primera vez. Recibiendo a los dementes, y cumpliendo la función de hospital psiquiátrico.
- Señor disculpe las molestias ¿Por qué me llamo? – le comenta el hombre de la obra.
- Es solo que debemos hablar.
- ¿De qué señor?
- Tú y Evaristo, y otros estuvieron en la construcción del complejo.
- Así es señor. – responde
- Saben bien, lo que vieron.
- No recuerdo señor. –
- Ahora recordarás.
Un fuego se hizo presente en la habitación del director. Era como si todo se humeara en las llamas, y allí un sendero en el cual se abrir un abismo lúgubre rojizo.
- ¿Qué está pasando? – dice Octavio. –
- No te parece familiar – Se coloca de forma seria el director. –
- Estuvimos aquí. – dice
- Si, y fueron parte de ello. Nadie puede salir al mundo, luego de ir allí, y tampoco nos sirves
Los nervios de Octavio estallaron cuando, comenzó a presenciar lo que ese agujero le mostró en su realidad.
- ¿No te acuerdas? Pero tú moriste allí. Y un muerto no nos sirve, como vehículo.
- Pero, no, yo no morí. Solo vi algo que no debía.
- Viste al príncipe del mal. Del terror. Todos lo vimos cuando Evaristo me comentó. Ya no somos parte de ello.
- Pero no quise verlo.
- Moriste allí. Y los que mueren no sirven
Pronto desde el suelo se fueron formando figuras que tomaron los pies de Octavio y lo deslizaron al subsuelo, y allí al pozo de unas catacumbas que serían su hogar por mucho tiempo.
...(..)....
- Aún, creo recordarlo.
- ¿Tú eres lo que soy?
- Muertos inestables.
- ¿Pero los que lo vieron, como no les ocurrió lo mismo?
- Porque los demás, no recibieron la mano de Boldor. Ese maldito atravesó mi pecho. Soy lo que tu Jaime. Un ser mas que ha permanecido desde mucho tiempo aquí, solo que a diferencia de ti, no tengo mi alma, porque ella la tienes tú.
- ¿Qué? ¿A qué te refieres?
- En efecto, él tiene razón. Octavio, fue quien tú eras en una vida pasada, luego logré escapar, pero Octavio, aún permanece aquí. Su cuerpo en carne, y huesos. No tiene nada. No es como te ha pasado a ti, que guardas algo que necesito en tu corazón.
- Así es Jaime. Ustedes pueden salir de aquí, yo por mi parte no. Debo aguardar que todo concluya, y que por milagro de Dios se resuelva.
- ¿Cómo podemos salir? ¿Tú lo hiciste?
- Si, lo he hecho, pero es como te he dicho solo porque no había nada que me retuviera.
Al oírlo, me resignaba a que permaneciéramos aquí, sin poder escapar ¿Me preguntaba como lograríamos salir?
Iba caminando de un lugar al otro como un felino acechando; esperando el momento justo para salir.
- Es imposible Jaime. Ahora las calles deben estar infestadas de esos seres que regresan para sus fechorías.
Aguardamos un tiempo estimado hasta que definitivamente decidí sentarme nuevamente en el suelo, mientras las ratas se iban deslizando desde los alrededores. Cerré los ojos unos momentos y pensé en Koha, y rogaba porque estuviera bien.
En la sala céntrica, Koha hace un llamado imponiendo sus propias armas. La puerta se abre, e ingresa Lisa.
- Sé que no debo estar aquí, y sé que eres ¿Me has llamado?
- Si, necesito un favor.
- Sabes que si Hisu se entera, nos enviaran al peor castigo. El director está al tanto de todo.
- Sabes que no es el director. Hisu, es solo un títere de él.
- No podemos contrariarlo a Boldor.
- El no puede manipularlo, no es rey solo un subalterno.
- ¿Qué quieres Koha?
- Quiero salir de aquí.
- No puedes. Y se a donde te diriges.
- Toma mi lugar Lisa.
- ¡No puedo hacerlo!
- Puedes, y debes.
- No puedes obligarme.
- Si no lo haces, veraz de lo que soy capaz. –
- No Koha, tú no puedes. No debes. –
- Si puedo, no me importa, ya estoy aquí. –
- Koha ¿Por qué lo haces? ¿Qué te hizo ese humano en ti? Nosotros somos diferentes a ellos.
- No lo sé, pero por primera vez en mi vida, tengo algo que realmente siento, que es bueno.
- Nosotros no podemos tener algo bueno.
- ¿Quién lo dice?
- Somos creaciones de un submundo al cual hemos de rendir tributo.
- Lisa, te han hecho creer ello, pero lo que estoy experimentando es tan extraño y bello, que me hace pensar que no soy lo que veo en mí
- No Koha, debe ser un error.
- Si lo es, lo sabré de inmediato. Debo irme, debo ir por él, por Jaime.
- ¿Y los guardias?
- Saben quién soy, no se acercaran
- No puedo decir más nada que ello. –
Koha se despidió de Lisa en búsqueda de Jaime. Hizo un recorrido corto, al mimetizarse con las paredes, y luego con los cuadros, y a cada sitio del hospicio. Ella sabía que la descubrirían pronto. De todas maneras no importaba en lo absoluto. El sentimiento que encontraba en si misma alojado es trascendental e importante incluso si de ello fuera un castigo eterno el que pudiera suscitarse.
Comenzó ella a descender, como lo hizo Orfeo, por Eurídice, tocando su lira, y entonando canciones, Koha hizo lo mismo, no esta vez con melodías, sino con su voz, cual sirena que hacía que los hombres sin rostro se mantuvieran estables sin objeciones, y de ser así todo sería una catástrofe, que solo el bajo universo astral contemplaría. Ella fue dando paso a paso en los sitios en los cuales debió pasar Jaime, eran infiernos hasta corromper el Tártaro griego en el cual se encontraba un peligro para Boldor tan grande como lo fue un titán.
La puerta principal se abrió delante de ella, y decidida caminó por el rio de fuego en el cual llevaron a Jaime. Por el que él caminó hasta que lo sentenciaron e la celda oscura, la cual del otro lado estaba su encarnación anterior supliendo el desarraigo y abandono total.
Las puertas todas se abrieron al paso de Koha que era una médium en el aspecto poderoso, al hacer que todo se moviera a su favor. Su poder se iba engrandeciendo hasta que dio con la puerta principal. Allí encontró lo que buscaba.
La cárcel se abrió ante mí, mi alma estaba expectativa de ello, y una figura se encontraba en la salida. Del otro lado una sombra cuyo cabello podía notar.
- Ven Jaime, yo no puedo entrar. Tú debes salir. Entrar significa alarmar. -
¿Te conozco? ¡Koha! ¿Eres tú? – Preguntaba sin noción.
- ¡Ven Jaime! ¡Rápido! – Dijo ella. Su voz calmaba las tempestades. –
Al salir del otro lado me esperaba la mujer de cabello rosado y semi corto, a la cual sus ojos ámbar encandilaban a mi corazón, y mi alma que me seguía. Prontamente tomo mi mano, y comenzamos el recorrido hacia el exterior del subsuelo del averno. Íbamos a toda prisa, y me voltee viendo detrás de mí a esa figura, y me detuve.
- Váyanse de aquí. – Dijo Octavio.- Escapen mientras puedan. –
- ¿Tú no vendrás? – Le pregunté, mientras Koha lo veía pasivamente. – - Ya no es necesario. – Respondió, y se desvaneció como si su anatomía se fuera de mi lado como cuando la conocí. -
Deshidratando hasta quedar en polvo. –
- ¿Octavio? – Pregunte gritando. –
- Déjalo Jaime, su cuerpo se está marchitando. Su alma se ha ido hace mucho tiempo. Y pronto se ira de ti también ¡Vámonos! Debo sacarte de aquí. – Expuso Koha. –
Rápidamente traspasamos el subsuelo, y fuimos como transportándonos hasta el exterior un mar de agua nos iba cubriendo. Era como si nadásemos, y Koha no soltaba mi mano, como tampoco mi alma a mi cuerpo, y allí las burbujas se fueron agrandando, y generando voces de personas que se lamentaban. Eran voces que conocía, de muchos seres que se han cruzado en mi vida. No comprendía lo que ocurría. –
- ¿Koha qué pasa? ¿Qué es éste mar?
- Es la cárcel de las almas que traen, y luego se las encierra en las burbujas, y
mandan sus cuerpos al exterior como vehículos de demonios. Los traen vivos, se las quitan, y luego los devuelven al mundo que conoces ¿Ahora comprendes los asesinatos? Son los demonios quienes los cometen matando otras personas, y perpetuando el mal. Tu moriste, pero tu alma se mantuvo, lo que son como tú, son peligrosos. Son asesinos cazadores de demonios, y por eso te traje. Perdóname Jaime. El hospicio era tu cárcel para que no hicieras daño a ellos, ni te interpusieras en los planes de Boldor, el príncipe.
- ¡Pero jamás!
- No lo digas. Lo has hecho, pero no lo recuerdas. Cuando tú eras niño, recibiste el golpe del príncipe en el pecho, y éste se quemó con la cruz, no pudo terminar su proceso, como tampoco lo pudo con tu antepasado. Pero te mato, y te maldijo manteniendo tu alma, lo que no supo es, que tu serias un arma contra ellos. Los asesinatos que fueron generándose eras tú, quien los cazaba. Eran demonios. Y quienes se alejaban te descubrían, pues sabían de ti.
- ¡Yo pude hacerlo! ¿Cómo nunca pude darme cuenta?
- Porque el asesino, era tu otro yo, Jaime posees una parte demoniaca, que guarda el alma, por eso la deformidad de ella. Sus dos rostros, el Jaime que conoces, y el que desconoces que toma tu cuerpo, sin embargo, has hecho un favor al cielo, contra el infierno. Haz hecho un favor a los ángeles que te cuidan. Y todas esas burbujas esperan que algún día exploten para regresar a sus cuerpos.
- No puedo creerlo, ¿Y tu Koha, quién eres en verdad? Sé que no eres una buscadora. No me mientas ¡Díme la verdad!
Koha se mantuvo firme sin expresarse, hasta que salieron de aquel fondo marino, y del otro lado de la línea que divide el agua y el aire, estaba el estanque en el cual Koha y Jaime, se habían encontrado.
Al traspasar del otro lado, ambos estaban mojados. El alma de Jaime comenzó a ingresar nuevamente en él. Koha soltó la mano de éste, y se lanzó a llorar.
- ¡Perdóname Jaime! No podía evitarlo.
- Koha no es tu culpa. Y seas lo que seas, no me importa. Eres la mujer que conocí, con el encanto que conocí.
- No quería decirte esta verdad así. No deberíamos hablar, pero desde la primera vez que te vi, sentí algo especial que jamás había experimentado.
- ¿A qué te refieres?
- Es como si algo de mí se hiciera verdad, y tu imagen se mantuviera allí. – Koha señala mi corazón.
- ¡Koha!, ¡Yo!
- No Jaime, no puedes. Se cuales tu intención. Somos diferentes. Eres parte de lo que perteneces, que es la realidad, y yo a la ficción.
- No lo digas. No digas eso. Eres tan real, eres mi realidad. – y Me acerqué a ella, y la abracé. – Tú eres quien me salvó, y quien me mantiene vivo. Quien calienta estos huesos helados, quien hace palpitar el corazón que llevo.
- ¡Jaime! – Koha se sonrojó, y cayeron más lágrimas de ella. -
- ¡Te amo Koha! – Acerqué mis labios, y la bese. Ella hizo lo mismo estudiando los movimientos. –
- El beso es lo más bello – Gemía con suspiro de dulzura.
- Ven a mí – Dije y nos acostamos en el parque en el cual las flores nos habían visto en anterior ocasión.
Ambos nos mirábamos como enamorados, y pronto comencé a despojar las ropas de ella, con delicadeza, y ella cometía el mismo acto hacia mí. Nos vimos desnudos con nuestros cuerpos llenos de gracia, mientras nos acariciábamos. Baje a su sexo para dar un placer indefinido, y ella generaba el mismo efecto en mi. Era como admirar las estrellas. Koha era mi camino especial de paz, y nos fuimos dejando y uniendo. Luego ella se colocó arriba mío danzando y llevé sus pechos hacia mi rostro besando todo lo hermoso de su piel y curvas que eran montañas en mi mente de viajero. Más y más rápido se movía hasta que se arrojó en mí
arañando mi piel pútrida, y mordiendo mi cuello como un vampiro sediento. Se movia con tanta velocidad, y sin parar queria verme arder y arder ella, hasta que me besó los labios en el frenesí de la eyaculación. Y mientras la noche corría en el parque nos mantuvimos abrazados un extenso tramo.
- ¿Te ha gustado?
- Sí, mi vida. Te amo.
Esperamos unos instantes. Abrazados, con el calor de nuestro cuerpos desnudos y cálidos. -
- ¿Ellos vendrán? Pregunté. –
- Si, pronto se darán cuenta. – Ella se alejó, y comenzó a cambiarse. Hice lo
mismo. Ambos estábamos preparados.
- Debes escapar Jaime. Vendrán por mí. – señala la puerta. –yo puedo abrirte, y retomarías el mismo camino que hiciste sin inconveniente para salir de
aquí. -
- También estoy metido en esto, y no te dejaré. –
- ¡Jaime no entiende!
- ¡Ven conmigo Koha! Larguémonos del hospicio.
- No Jaime, no comprendes.
- ¿Comprender qué? – Le pregunte. –
- ¡Comprender que ella es un demonio! – Dijo Hisu. – La mujer que amas es un demonio. –
Hisu hizo su aparición junto a los hombres sin rostro que vinieron hasta nosotros. Me arme en batalla y me fui contra ellos, pero una fuerza me hizo retroceder, mientras se la llevaban lejos.
- Jaime no te preocupes. – Manifestó ella ya sin importancia. –
- Llévenla al reinado con Boldor
- Koha - Grité una vez más, y vencí la barrera que me resistía para lanzarme contra los hombres. tome una piedra y golpeé a uno con furia hasta destrozar su cráneo, luego contra otro hice el mismo proceso, y luego otro, hasta que me rodearon y ella desaparecía en un hoyo profundo de fuego que se la tragaba completa. Veía a ella por última vez, y algo me aporreó en el rostro. Era como una potencia que me tumbó, mientras iban desapareciendo las personas, y el director estaba allí delante mío con una pala de metal plateada. Luego se dio la vuelta, y todo se volvió nublado hasta que desfallecí.