Chereads / El secreto de Jaime McFill - El interno 515 / Chapter 9 - El oscuro sitio. Iré por Koha. -

Chapter 9 - El oscuro sitio. Iré por Koha. -

Era hora de saldar cuentas con el pasado. Debía ir por

Koha. Ella lo era todo para mí.

Entre sin pedir ningún tipo de permiso. El director con su extenso bigote parecía querer señalar algo, y observaba los cuadros. Al entrar en su sala, dio media vuelta a su silla, y se levanto de ella con las manos detrás de él como pensativo. –

- Bienvenido interno 515, Jaime McFill, muerto hace ya años, cuya vida continua en manos de un alma que no quiere irse ¿Sabe lo que ha hecho? -

Usted es el culpable de todo este meollo – Le dije. –

- Tú te entrometiste donde no debías. – La voz del hombre parecía transformarse. –

- Ustedes me han dejado con vida. No me mataron. –

- El príncipe lo hizo, solo que no pudo completar aquel entuerto, y tú escapaste. Y ahora Koha te ha soltado, maldita bestia. –

- La bestia la crearon ustedes, y tu plan de enviar a los demonios a una tierra para sembrar odio y muerte.

- Usted. No sabe lo poderoso que es todo lugar.

- ¿Por qué te metiste en éste negocio? – Le pregunté con rabia. –

- Porque la curiosidad me dio lugar llegar a ellos. El príncipe estaba allí, y me señaló.

El director se acercó a mí e intento morderme la piel. Su rostro estaba desdibujado, y sus ojos se enrojecían como si algo lo estuviera poseyendo en su interior. Lo contuve con todas mis fuerzas, pero me arrojó hasta una la biblioteca en la cual me golpee bruscamente. –

- ¿Vez el poder? ¿Los sientes no?

Dentro de mi inconsciente, percibí la sed de querer destruirlo, y cuando él se abalanzó directamente ante mí con mi mano penetre su carne hasta llegar a su corazón, y allí lo apreté tan fuertemente que mis lentes se empañaron en la respiración del director que caía en mis brazos.

- Hiciste bien que quebrar ello. Podía haber sido peor interno 515, podía haberte destruido, y continuar con el hospicio.

- No debería haber ocurrido tanto. –

- ¡Ah! Entre aquí queriendo hacer un centro, y me encontré con un pasado lúgubre del cual construyeron la iglesia. Esta tierra fue el campó de batalla entre el bien y el mal, y lo volverá a ser el día del juicio. Toma tu cruz, esa que te salvo cuando eras un niño, y olvida todo.

- No puedo, ¿dónde está Koha?

- Olvídala. Ella no es de tu mundo. Ella pertenece al orco. Si vas por ella, no podrás regresar. Nadie regresa.

- ¿Y usted?

- Descansaré, mientras todas las sensaciones de lo que fui regresan a mí. - Iré por Koha ¿Cómo llegar al agujero? ¿Dígamelo?

- Llegarás, en cuanto me desvanezca.

El director estaba casi moribundo, y en su agonía, una luz se fue esparciendo. Era como un rayo que rompió el vidrio de la ventana y se dirigió a las afueras de la

entrada del parque, ingresando a lo hondo de la tierra. Mientras su cuerpo desaparecía sin nada que decir y hacer. El hedor del azufre se esparcía por toda la habitación, y al salir Jaime pudo verificar que todo estaba a oscuras, solo estaban él, y su alma que se sobresalía de él. Jaime no sabía cómo luchar, y recordó que en la habitación del director, había un arma. Era una cuchilla filosa de plata, que en sus imágenes del sótano la había visto. Fue por ella. Toma el arma le dijo el alma. El sotano fue un universo aleatorio de inverosimiles factores. el cuchillo fue uno.

- ¿En qué lugar estará? – Se preguntó. –

Dio justo con ella, cuando el cuadro de la imagen del director en su mirada señalaba la gaveta de su escritorio. Era algo tan filoso como una daga, pero era suficiente para un asesino. Pues Jaime era ello un asesino. Fue rápidamente a las afueras del hospicio Dyers, y en el parque se arrodillo en una plegaria silenciosa. Luego de concluir se mantuvo allí meditabundo por todo lo sucedido. El instante que desapareció el director, su otro yo regresó a él, y su alma lo contemplaba como aquel que antes del asesino.

Arrodillado en un suelo lleno de fango no podía dejar de cavilar en mi cien que soy una verdadera amenaza. Deseaba irme, pero primero debía liberar a Koha, y no me importaba ser lo que fuera con tal de que ella estuviera bien ¿Quién era? Pues no sabía ¿Quién era? En medio de la noche mi alma que se había desprendido de mí. Ese ser grotesco en apariencia, tenía más humanidad que la que tengo.

- Jaime no te culpes. Estamos ambos metidos en ésta jaula. Tú, un muerto viviente, y yo un alma en pena que busca desprenderse de ti con esa pizca de energía que posees, y es mi libertad. Y ahora te has enamorado de una mujer.

- ¿Qué haremos? - le dije llorando.

- ¿Qué haremos? - Incesantemente repreguntábamos llenos de hipótesis sin disipar. Mi alma lo pensó sin dudarlo

- Haremos lo que tu corazón dicte.

Al escucharlo atentamente lo miré a sus ojos y le pregunté

- ¿Iremos por Koha? Mi alma asintió

- Iremos por Koha, Jaime. Iremos por ella.

- ¿Y los demonios?

- Los enfrentaremos ¿Es así no?

- Es así como se vence al miedo. - Le dije

- Es así como se manifiesta el amor. – Dijo

Y me levante del suelo y fui directo al punto en el cual había desaparecido el rayo en el cual el director se hizo humo.

Era una noche sin estrellas, sin constelaciones. Nada que pudiera ser un índice de luz en lo fugaz del cielo.

"No es maldad lo que de ti expanden, pues tú has sido creado para el bien como para el mal".

Mi alma fue la primera en apoyar su mano, y comenzó su descenso, luego sosteniéndome con ella, seguí el rumbo. Fuimos ingresando. La tierra parecía como una arena movediza que lo traga todo a su alrededor y nos consumía con el ardor del fuego que aumentaba la temperatura cada vez que íbamos descendiendo

más. El periplo de ser parte de un erebo en el cual las maquinaciones se desarrollan en todo los resultados que no podemos imaginar. Esas elucubraciones fantásticas que merecen ser llamadas de miedo para los mortales, e inmortales que vienen a penar por sus fechorías o desgracias.

Al bajar en planeta de lo azaroso se estremecía en su magnitud total. Era un sitio críptico en todo lo que pudiera demostrarse. No podía encontrar palabras para describir las puertas lo terrorífico del asunto. Quien se dispusiera venir al ambiguo fosco de orco, debería saber que no se puede ingresar a lo desconocido sin una cuota de valor dentro de sí mismo. Ya en el suelo, las sapiencias de las voces y cuerpos calcinados se dejaban descubrir.

- Vamos. Ven aquí. – Decían; cuerpos de mujeres y hombres desnudos queriendo atrapar una presa por medio del placer, con el aroma de rosas que tenían espinas. –

- Ven ¿Quieres dinero?

- ¿Quieres poder?

Cada ser que se iba acercando pretendía comprar lo que somos, y nosotros nos alejábamos hasta que una mano de una dama serpenteante, tomo la mía, y de inmediato se soltó haciendo el sonido de un gato erizado en posición de ataque. Francamente sabían de nosotros.

Unas criaturas se acercaron. Eran como humanos con partes desiguales de cuerpo que venían en cuatro patas, hacia nosotros. El instinto me llamó la atención y ante el primero que se arrojó hacia mí lo desmembré cayendo al suelo en partes que se transformaban en gusanos, luego otro y otro, fueron hacia mí. Comenzamos a correr hacia dirección del puente, en el cual debajo del las llamas, y un montón de seres de todo tipo siendo torturados, una y otra

vez. Esto es peor de lo que parece. Algunos de esos monstruos nos divisaron y comenzaron a perseguirnos junto a los otros. Nada pasaba desapercibido por en el sitio infernal. A toda prisa di con el final de puente en el cual esperaban los hombres sin rostro, y mi sed de sangre se abalanzó contra ellos cortando todo lo que fueren. Al final era eso, un cazador asesino, y desde mi interior una risa malnacida se hacía presente. Era la misma que se rió de cuando la mano ingreso en mi pecho, algo de ello tenía que tener en mi cuerpo. Del otro lado mi alma comenzó a deformarse como agresiva, e ingresaba en mí y salía constantemente como un flujo que va y viene. Hisu en forma de un dragón se iba mimetizando entre las paredes y fue allí alrededor de Koha que se encontraba. No dude un segundo en ir hacia ella. Desde una altura cierta comencé a ascender por unas escaleras interminables. Pude notar que todo esto era un juego contra mí, para que jamás llegase a ella.

- ¿La quieres? ¿Quieres a Koha?

Comencé a correr más y mas rápido, la cola del dragón pasó cerca de mí golpeando mi rostro y generando una cortadura. Era un animal gigante que cubría todos los contornos y en el centro estaba Koha dentro de una cárcel de fuego de cuclillas sin poder moverse. Estaba quieta como si algún daño le hubiera causado una parálisis. Cerca de la escalera la forma de serpiente del dragón tenía una proximidad elevada, y suscitaba una producción potente. Corría por ella desde las escalinatas, pero no había caso, una vez más paso cerca de mí su piel escamosa que brillaba en un color verde claro, y con mi cuchillo en mano, clavé en parte de esa cutis escamosa; un cuero tan intenso, que en un principio me produjo problemas para penetrarlo, sin embargo pude lograrlo con suceso para aferrarme a ella ante su movimiento, y como escalador comencé trepar sobre esa bestia fatal que sollozaba por la puntada recibida desde mi arma rasgaba una y otra vez en la

piel, escalando sobre el cuerpo de ese monstruo hasta que comenzó a reducirse tanto del dolor que no podía ya casi moverse de las inmediaciones de la escalinata hasta el techo de la cueva. Solo había unos metros hasta llegar a Koha, y me desprendí de la bestia saltando hasta un paredón, nada se interponía ante mí. Hisu mal herida se conformó nuevamente en la figura humana, y luego en la verdadera forma de monstruo del abismo, se interpuso gruñendo con fiereza. Su rostro se transformó en algo con cuernos que llameaba. No era el dragón, era algo peor, y ante un ataque, no tuve remedio que cortar su cuello hasta que cayó al precipicio del lago del fuego siendo devorada por criaturas que salían de ese magma ardiente. Un batallón de ellos persiguiéndonos por todos lados las aberturas, y huracos que se iban gestando.

- ¡Bravo! Veo que has hecho un buen trabajo, asesino despiadado. -

- Bien por ti.

- Eres el monstruo.

Todas las voces intentaban llenar mi cabeza de basura, y ladee en unos segundos, cuando la mirada de Koha se interpuso entre los juegos de mi mente manipulada, y mi corazón en el cual duerme un poco de vida aún.

La cárcel de llamas parecía impenetrable y con mis manos tome los barrotes mientras ellas se quemaban quedando solo piel corroída hasta que doble esos metales sin problema. No sentía el dolor, y no podría explicar si solo quizás Koha lo hiciera, aunque algo en mi interior me dijo que fue ella quien me dio la fuerza para lograr tal empréstito.

Las llamas se apagaron, y la cárcel se desvaneció. Koha se incorporó y fue hacia mí abrazándome.

- Debemos huir pronto – Me dijo Koha – Debemos salir de aquí; vendrá y te destruirá.

- No dejare que nos hagan daño Koha. Vine por ti,

- ¡No!, ¡No entiendes!. Se lo que eres, y no sabes lo que soy. –

- Se lo que tú eres, y no me importa. Estoy dispuesto aceptar el reto. Larguémonos de aquí ahora.

La tome de mi mano y nos fuimos por una cueva que encontramos. No sabíamos como escapar, y ella comenzó a direccionarme.

- Debemos ir por allá. Es una de las salidas. – Comentó, mientras corríamos desesperados de que nos atraparan. En un momento nos cercaron la entrada de salida, y detrás nuestro. Koha cambió la dirección en una puerta falsa que se escondía en la cueva, y fuimos por otro sendero diferente hasta dar con un sector cerrado totalmente.

- Es inútil Jaime. Déjame aquí, yo haré un trato justo para que te dejen, aunque sea salir hasta el hospicio.

- ¡No Koha!, No me iré. Ya te lo he dicho, ¿Te amo!

- Y también te amo, y agradezco todos esos buenos momentos que me has dado, pero ya se acabó.

Ella comenzó a intentar alejarse en dirección de dónde veníamos. Estaba en peligro, y lo presentía, en cuanto veía como esos seres se multiplicaban. Los demonios la acechaban .y entre ellos y los míos había un mal que sería concluido con otro mal. No hay miseria tan grande que nuestros monstruos internos, pero ya no deseaba destruir sino solucionar el problema que no era otro que acabar con esos malignos seres.

- Jaime Vete por favor. No debes estar aquí, ¡No! Nunca debiste estar Jaime. Ellos te llevarán y te torturaran.

- Ellos no me harán daño. Ya no podrán.

- ¿Por qué estas tan seguro?

- Porque soy parte de ellos. Y le mostré a Koha al desprender mi camisa, mi pecho. Boldor agregó algo de él en mí.

- Pero si ellos se van, tu también. No quiero que te vayas - Me expresó llorando esa dama de cabello rosado semi corto. Boldor vendrá, y te acabará, ya no sirves. Eres una amenaza para él y los suyos.

- No hay remedio que satisfaga a todos. Debemos acabar con esto. Es un buen trato. Y estarás libre. Ya no estás en el abismo, no perteneces al orco; eres un ángel ¿Lo sabes? Sin querer lo has logrado Koha.

- No debí traerte al hospicio.

- Descuida tarde, o temprano, vendría. Gracias por curar cada momento. - Le dije y luego besé su corazón a través de sus labios. Fueron unos minutos. Al concluir ella me miró sonriente. -

- ¡Nunca creí! ¿Experimentar esto?

- ¿Experimentar?

- Eso que llaman beso. Es como si una luz ingresara, y no sé por qué motivo siento felicidad.

- Quizás esto sea lo único que nos podemos permitir. Ser felices.

- Es tarde - se lamenta y algo parece venir retumbando alaridos.

Me acerqué recorriendo mi brazo para abrazarla, mientras las llamas infernales se ingresaban junto a todo un ejército. No permitiría que le hicieran daño. Koha era lo único que existía aparte de mí. Tomé mi arma y me dispuse a concluir este periplo.

Koha se colocó detrás de mí. Los demonios se perpetuaron en una congregación de gran magnitud. Y yo que podía ver a la muerte sin vida, me dispuse a morir nuevamente. Esta vez no por el pasado, ni por equivocación, sino por amor. No dejaría que se llevasen a Koha. Ellos venían por ella. Le pedí que se retirara lejos, pero quería permanecer a mi lado. Nos iremos juntos si ha de ser, pero yo no quería eso. Quería que viviera. Quería que fuese a ese campo de girasoles que tanto amó. Quería que disfrutara el tiempo que ahora era de ella. Entonces la besé por última vez antes de que llegasen buscando devorar todo alrededor. Se aferró a mí.

- Te lo he dicho. No voy a dejarte. No voy a permitirlo. No quiero que me dejes. No quiero que te lleven. Me prometiste que iríamos juntos ,y haríamos algo tan bello como escalar un arcoíris.

- Lo sé, perdóname Koha - Agaché la cabeza - Pero a veces quien te ama te defrauda. Es mejor que tú, te quedes, y yo me esfume como lo que soy. Una falsa imagen sin vida.

- Tú no eres eso Jaime. Tú, tú eres lo que amo - Y llorando me abrazó la espalda.

- Y yo te amo a ti. Debes irte.

Y ellos llegaron. Es ahora o nunca darles batalla. Mi alma comenzó agrandar su cuerpo y parecía tragarse a todo. La parte maligna se iba diversificando hasta dar con cada uno lastimando sus partes, pero regresaban, y en el centro de ello,

Boldor. Aquel ser maquiavélico y aguerrido que una vez me mato, regresaba. A su lado las bestias que se soltaron como perros de caza, en dirección a mí. Uno por uno caían, y Boldor se lanzó hasta mi cuerpo introduciendo su mano de nuevo en mi pecho aprovechando la distracción del combate. Otra vez eres mío Jaime. Tu cruz no te salvará maldito. Devuelve lo que te deje, y tu alma que no te pertenece. Mi alma comenzó a desfallecer, mientras mi cuerpo se hacía blando, los huesos se iban partiendo en la mirada del monstruo. No podrás salvarte. Con un último intento clave el cuchillo de plata en su cabeza, pero ello no parecía hacer daño alguno.

Pronto mi cuerpo comenzó a desfallecer. No tenía energía para nada. Y solo restaba que acabasen conmigo, mientras mi pecho se abría y mi corazón se veía latir. Boldor lo tomó intentando sacarlo, mientras con mis dos manos generaba una fuerza contraria para evitarlo. La cruz de mi collar se calló al suelo. Era un final y prontamente me iba arrodillando ante él. Koha desde mi dirección lo observaba todo. Recogió la cruz, mientras su mano se quemaba con ella.

- No harás más daño maldita bestia. Y con la cruz en dirección su pecho se interpuso entre los dos clavándola en el rostro de Boldor donde el cuchillo había hecho un agujero. Éste me soltó de inmediato gritando, mientras las criaturas se lamentaban.

- ¡Eres una maldita! - Poco a poco iba desapareciendo como si se quemase él mismo, y junto al príncipe; los súbditos se iban transformando en cenizas.

Koha se arrodilló a mi lado y me abrazó. Un temblor produjo que se abriera el cielo produciendo una luz amplia que cubría la oscuridad. El suelo temblaba. Y todo era muy confuso. Luz es una tonalidad; es la madre de la vida, recuerdalo siempre, expresó mi abuela una vez.

- Aguanta Jaime puedes lograrlo. Aguanta amor. -