Chereads / El secreto de Jaime McFill - El interno 515 / Chapter 5 - Es hora de ir allí. La leyenda del hospicio. -

Chapter 5 - Es hora de ir allí. La leyenda del hospicio. -

Es hora de que vengas. No puedes seguir así. No

dilates los sucesos

Estamos en radio Pos y soy Sofía su locura.

Estamos abrumados y queremos hacerles un llamado de ayuda. Ya hace una semana que ha desaparecido nuestro compañero Alfio Pedernera. Hasta la fecha no sabemos nada de él. Si alguien lo ha visto, les pedimos encarecidamente se comuniquen con nosotros o la policía. Muchas Gracias

En la siguiente semana no hubo inconvenientes, incluso he salido a trabajar con normalidad, hasta que escuche la noticia de la desaparición del locutor Pedernera. Un día después del aviso apareció en su casa fragmentado, o lo que quedaba de aquel hombre, entonces temí por lo que podría ser que hubiera acontecido. Mi celular el día después del hecho estaba apagado y lo encendí. Un mensaje acaba de ser recibido. Tenía el móvil sin internet, y empezaron a llegar. Algunos de trabajo, otros de desconocidos. -

Por lo que pude ver era de un teléfono desconocido uno de ellos.

- Hola, buenos días, señor Jaime McFill, era para explicarle, que no podré continuar con su terapia, si bien habíamos quedado en que veríamos las circunstancias con un psiquiatra. He dado el aviso, y lo llamaran a la brevedad, pero no continuare con usted. Sepa disculparme la falta de

profesionalismo. Son cuestiones personales. Mucha suerte, y cuidado siempre.-

Al leer su mensaje, no quise responder. Era claro que no hacía falta despedirme

¿Qué habrá querido mencionar con cuidado siempre? Era solo la primera sesión, y ya había tomado tan rápidamente la decisión de no querer continuar. -

Deberé buscar a otro me dije ese día y hasta ahora no lo he hecho. Simón se ha ausentado más de lo debido. No lo he visto por tiempo. Al momento de pasar tiempo, era de tarde, y había terminado de almorzar, una milanesa de carne de pollo, con una ensalada discreta, y una copa de vino tinto. Realmente lo necesitaba. Luego me coloqué cerca de la ventana que linda al patio. Desde allí me lleve la botella, para continuar el fetiche de la bebida. De alguna u otra forma tal vez me calme los nervios. En ese entonces cavile en mis lenes todos los casos que se fueron desarrollando. Empero siempre retornaba a un punto en el cual se producían difusas imágenes paganas que se completaban o no sin darme claras hipótesis de lo que mi mente podría dibujar. En efecto la mente humana divaga, y lo sé, lo sé muy bien, pero preciso de esa información. Una clara información para saber el parámetro en el cual estoy ubicado en el espacio y el tiempo. No podre conllevar sino una solución que se inunde de respuestas. Entretanto intento hacer funcionar a mi cerebro, me sirvo hasta el fondo otra copa del vino. Era una marca Colon –Malbec, bastante fuerte, sin embargo aliviaba mis entrañas, y destruía mi hígado que recibía hace tiempos varias dosis. Por lo menos una cirrosis terminaría con todo este suplicio, aunque antes quisiera enterarme de lo que está ocurriendo. La casa se mantiene tranquila como lo ha estado durante muchos años. Nunca he querido mover objetos, tan solo para darles limpieza. Considero vital que parezca que todo es un formato bien definido como lo es el

ser humano desde su extraña complexión de la que ha evolucionado durante muchos años. Y de la que evolucionaremos. En otros aspectos mejores, o peores.

Esta manera de sobrellevar los elementos que me rodean, lo he también adquirido de mi abuela, quien es fue la que cuidó de mí, desde el accidente de mis padres. Mi media hermana ha desaparecido desde entonces, y no supe de ella. Tengo una foto en su imagen en la cual estamos ambos, en un día de campo. Luego ella se mantuvo con su madre, y perdimos todo tipo de comunicación externa que nos pudieran unir. Me pregunto ¿Qué será de ella?

Tal vez se haya casado, haya tenido hijos, y no se hubieran producido las complejidades de las cuales he pasado.

Jaime ha estado recibiendo desde hace tiempo demasiados indicios de situaciones que no ha podido manipular por motivos propios. En el fugaz sentimiento que lo encierra en su interior no comprende un pasado, ni presente. Y su futuro no tiene camino. En ello estamos seguros que de alguna manera deberá responder cuando sea preciso.

El timbre de la casa, suena. Me dirijo a la puerta a verificar por el visor quien puede ser. Al colocar mi ojo derecho en aquel, no puedo evitar sorprenderme ¿El hombre del sombrero, está aquí?, ¿En mi casa? ¿No entiendo, como me encontró? Mi memoria es terrible, sin embargo el si es verídico. Al despertar del sueño, creí que era una pesadilla, y que esa persona era parte de ella. Es real. ¡Todo es real! Me arme de valor, al voltear la mirada en todo mi recinto. No tengo nada que esconder. Los objetos, las formas. Tienen todas, su orden preciso. No hay nada que deba saberse de mí, y en la semana he estado en mi casa, prácticamente sin salir. Y si ha ocurrido otro asesinato, ¿Qué diablos voy a saber?

El timbre suena de nuevo. Respiro hondo y abro la puerta. A medid que se va desplazando la madera la figura del hombre detective se ha de plasmar. Tiene un atuendo de color gris. Con un sombre, y una camisa blanda abierta. Su bigote extenso, y una mirada pétrea sin movilidad de los pómulos de las mejillas. Sus labios parecen gastados de cigarrillo, como su aroma que lo delata. Pantalones oscuros, y zapatos negros.

- Buenos días – digo presentando saludos. –

- Buenos días – Me contesta sin quitar de encima la mirada. –

- ¿Si que se le ofrece?

- Mi nombre es detective Rick Evans – inmediatamente saca de su bolsillo interno del saco una credencial en la cual muestra su imagen conciertos aplicativos del departamento de oficiales superiores. – ¿Podría pasar a su casa unos momentos?

- Si, no hay problema –le respondo sin titubear. –

Al ingresar con su mirada realiza un plano total del living. Como una radiografía en la cual determinará las pistas, o huellas. Una inspección ocular para ser más exacto.

- ¿Puedo ofrecerle algo? - Le pregunto con cierta amabilidad – ¿Una taza de café, un té?

- ¡Un café está bien! – Responde con cara de pocos amigos. –

De inmediato me dirijo a la cocina y lo preparo. Puedo notar que el hombre se mantiene parado mirando cuadros, y terminaciones de la casa. Algunos objetos. Se mantiene estable, y luego se sienta en el sillón principal. Al regresar traigo el café para él con azúcar o un sobre de edulcorante. Ambos, y que él elija. Luego me siento en una silla, y lo miro, como toma el sobre de polvo dulce para

introducirlo en la taza, y luego lo bate rápido, para que en menos de un minuto éste en su mano el objeto dando el primer sorbo.

- Bien, como sabrá, estamos aquí, pues se han dado situaciones, y hechos cerca del barrio. ¿Sabe bien a lo que me refiero si ha visto las noticias?

- Si, se refiere a los asesinatos.

- ¡Sí! Estamos haciendo una investigación detallada. Las cámaras no nos aportan muchos hechos, pues lo único que pudimos denotar son figuras oscuras que se mueven en el lugar de los eventos ocurridos.

- ¿Qué tiene que ver todo esto conmigo?

- Bien, decidimos realizar todo un estudio, con determinadas entrevistas, para saber bien, quien habita en cada casa. Y hay algo más ¿El día que de la lluvia, usted lo recuerda?

- Muchos días ha llovido.

- Sí, pero uno en especial, fue donde se produjeron dos asesinatos. – me comenta – en uno de ellos estaba justo en la calle, cuando avisté un hombre muy parecido a usted.-

- ¿Qué quiere decir con ello? – le pregunto intrigado y casi con enfado. –

- No, solo le comento. –

- Puede haber muchas personas que haya visto ese día, en medio del aguacero. – le digo y como para despistar le comento – ¿Ha llovido mucho ese día?

- Usted debería saberlo. Si ha estado en la calle. –

- Han llovido varios días. Algunos, fuerte y otros de manera débil, como garuas. -

- En efecto. Pero justo me pareció verlo Sr. Jaime McFill. No se sorprenda. Estamos investigando a todos, y sabemos sus nombres y apellidos. Pero

usted, estaba hablando solo, o eso pensé al verlo. En una escena que luego dio lugar al crimen. –

- ¿Hablando solo? ¿Es una broma? – le pregunto ya con cara de pocos amigos. – O sea, usted Oficial Evans, piensa que al estar hablando solo, y en una escena de la cual podría haber pasado infinidad de personas podría ser que estuviera implicado. –

- No dije implicado. Solo que cuando lo llamé, usted se fue corriendo. –

- Estaba lloviendo, y ni siquiera escuché su voz. –

- Lo extraño es que usted despareció, y al voltearme en su búsqueda, el hecho se había consumado.

Pensé entonces en el hombre que había aniquilado en la calle. Pensé en ello, y tal vez me haya descubierto. Pero no comprendo ¿Si él me vio, como no avistó el cuerpo? Había un cadáver, o eso pienso. Y creí que todo era una pesadilla.

La ciudad era pura agua, pero el si estaba cerca del suceso, tendría que haberme visto aniquilar al hombre que me atacó ¡No entiendo nada! Y la mujer de cabello rosado semi corto tomaba mi mano y quería llevarme. –

- Y usted al llamarme ¿dónde se encontraba?

- Estaba Sr. McFill, enfrente del lado del parque. Las luces se redujeron por problemas eléctricos de la zona, por lo que no se veía bien. –

- ¿Entonces como sabe que soy yo? – pregunto. –

- Simple. Le parecerá extraño, pero todo el sitio estaba como colmado de un rojizo color en el cielo y las afueras. Parecerá una tontería. Se dice que los efectos son climáticos cuando cae la noche. Y su rostro pude notarlo, pero la cámara de observación de seguridad no.

- ¿Qué quiere decir? - objeto con cierta duda preguntando. –

- Es difícil de explicar Sr. Evans. –

- Entonces no está seguro, si soy o no, el que estaba justo allí.- Viene a mi casa conjeturando. Argumentando que están realizando investigaciones en la zona, y luego sucede que sospecha de alguien que pudo estar allí en el cual hablan del supuesto asesinato.

- No hay ningún supuesto Sr. Jaime McFill. –

- Doctor Jaime McFill por favor.

- Si, olvide que es abogado. –

- Bien, puedo determinar que también averiguaron mis antecedentes. –

- ¡MMM! Doctor McFill, mire. El día del hecho, ocurrieron dos asesinatos. Justo después de que usted estuviera allí.

- No pudo ver nada.

- Los asesinatos son de la Sra. Marta Anne Real, y el Dr. Psicólogo Collins.

- ¿El doctor Collins?

- Veo que lo conoce.

- Si, fue mi psicólogo. Me manifiesto que no podía seguir la terapia conmigo. Fue solo una sesión que tuvimos, y luego, luego salí de allí.

- No digo que lo éste incriminando para nada solo que las conjeturas me hicieron pensar en usted. Observe, que no hemos tenido ninguna prueba hasta el momento, pues las huellas que se han tomado, no arrojan nada en lo absoluto.

- Deberán continuar investigando. Puede contar conmigo para lo que necesite. –

El hombre terminó su café tibio, y entonces se incorporo del sillón.-

- No quiero quitarle más tiempo. Tenga un buen día y cuídese.

- Gracias. Lo tendré presente. –

Me levanté de la silla, y lo acompañé a la salida. El detective Rick Evans estaba un tanto alterado, sin poder descifrar nada. Y yo me mantuve calmado, aunque no podía creer de la muerte del Dr. Collin, si él me envió un mensaje. Al irse el detective, fui en búsqueda de mi móvil, y verifique el mensaje nuevamente. Estaba allí, y el horario y día. No comprendía. No tiene fecha de datación. ¿Será error de programa? Lo volví a dejar en donde estaba. -

De todas formas, no puede ser, si estaba allí, y me recibió, y luego al salir, se produjeron las muertes ¿Podría ser, que antes recibí el mensaje? No, no podría ser, pues fue todo muy repentino.

Me contuve a cavilar queriendo poner cada caso en su lugar, y no llegaba a ninguna idea fáctica que pudiese dar por cierto lo que realmente ocurrió. Deducir era mi única meta ante una memoria de cristal. Y la mujer de cabello rosado, estaba ahí tomando mi mano.

Un ruido pareció someter a la casa, y ello altero un tanto a Jaime.

- ¿Qué ocurre? Se sienten pasos en el primer piso.

Fui hasta allí subiendo con velocidad las escaleras, y no pude encontrar nada. Verifiqué cada parte de las dos habitaciones del primer piso. Parecía como que alguien caminó por aquí. Una de las puertas está abierta ¿Pero sí, siempre están cerradas? Ingresé en la alcoba, era más un lugar de estudio, y no había indicio de nada. Luego desde mi habitación en la planta baja, mi celular comenzó a sonar. Lo había devuelto a la mesa de luz con su cargador. Baje de inmediato, y a verlo sonaba un número desconocido. Aprieto el botón, y recibo la llamada. –

- ¡Hola! – Digo, mientras parecía del otro lado alguien respirar. –

¡Hola! - ¿Estás allí? ¡Estamos en tu casa!

- ¿Qué? ¡¿De qué está hablando?! - Contesto con cierto pánico. – ¿Quién es usted?

- Estamos aquí Jaime. Siempre estamos. ¡Tú nos trajiste! ¡Tu maldito, nos trajiste! Y entonces cortó la llamada aquella voz.

Me contuve con el móvil en la mano, y me senté en el suelo anonadado. Estaba sorprendido de lo que estaba ocurriendo. –

Llamados repentinos, ruidos en la casa de pasos. Hace tiempo había ocurrido algo parecido, y solo fue una breve reseña que concluyó en nada. A partir de ese evento, siempre ha reinado un silencio que fuera impositivo ante los sonidos de las afueras. Y ahora los crímenes, las imágenes, las pesadillas, y cada ser vivo se cruza en mi vida parece tener un final no muy agradable, sino es que desaparece repentinamente.

Quise ante esa inquietud que me estaba invadiendo salir fuera de la casa. Abrí la puerta y me encontré con una calle desierta, y en cada sitio de las esquinas, había una persona parada sin movilizarse el cielo estaba enrojeciendo como la vez que llovía y el hombre se acercó agresivamente hacia donde estaba. La curiosidad me invadió fui hasta una de ellas que no se ubicaba lejos; caminé a su alrededor sin que se percate de que alguien podía acechar ¿Se siente bien le expresé? Y no me contestaba, al contrario parecía reírse y sus ojos comenzaron a brillar sin motivo

¿Por dios que está sucediendo? Esa persona no se movía, y clavo su mirada en mí. Luego ladeo la cabeza y comenzó a moverse se dirigía a su recinto, y las demás personas que estaba allí hicieron el mismo trabajo. Entonces regresé a mi hogar. Todo estaba muy convulsionado, Antes de entrar, cerré los ojos, y al abrirlos pude ver que todo estaba de manera normal. La misma persona regando las plantas, y la otra lavando su auto. Un policía caminaba de una esquina a otra.

Al ingresar a mi casa, cerré la puerta con llave. Solo di unos pasos, para ver que de la alfombra se escurría un líquido viscoso. Me agaché y palpe con la mano derecha. Era sangre casi coagulada. Quité la alfombra corriendo el sillón de inmediato. En el living estaban esas marcas de un lugar tétrico al cual no quería ir jamás. Era el sótano. Podía sentir frio de un espacio que era como si fuera un cementerio. Me senté en el sillón, y del otro lado allí frente a frente estaba la mujer de cabello rosado semi corto.

- ¿Parece que has tenido bastantes problemas no?

- ¡Rayos! – Como con un salto me fui hacia atrás moviendo el sillón del susto- ¿Quién eres tú? ¿Qué haces en mi casa?

- Ya es hora de que vayas al hospicio. No puedes continuar. Por más que lo quieras. No puedes. Debes ir al hospicio.

Al no poder resistir los ruidos fue que apareció ella. Me platicó lo suficiente.

Se levantó de su asiento y caminó a la ventana. Del lado izquierdo corrió un poco la cortina color crema. Bonitas - Se dijo.

- ¡Míralos! Allí, esparcidos en diferentes sitios. Cada uno esta consumido por los demonios ¿Qué son? ¿Y por qué? Te preguntarás. Hace muchos años. Existió el hospicio. Un lugar en el cual se solía enviar aquellos que estuviesen a pasos de la infamia mente de la locura. Eso dicen. Aunque era mucho más extenso el asunto. Los encargados de aquel recinto eran miembros secretos de una iglesia llena de los dogmas que perpetraban los exorcismos. En ella destruían a loa demonios y fuentes del mal que acechan este mundo terrenal. Cada tratamiento. Por extenso y recio que fuera era una forma de curar. Entre ellos la flagelación física y mental.

Había seres que pasaban una eternidad y luego de extirparles el mal se separa a ellos de una silueta oscura que era encerrada en calabozos especiales para que no vuelvan jamás. Algunos perecían pero su némesis aún se mantenía. Esa en definitiva era el verdadero objetivo. Sin embargo con el tiempo los seres humanos dejándose llevar por mitos degradando al hospicio actuaron en contra del recinto. No fue cuando gran parte del lugar se encontró amenazado. Las fieras controladas por su sed devastaron todo quemando a los tres jerarcas junto a su principal expositor. Esa quema tenía un propósito y todo mal lleva un pecado. La población conjuntamente con ellos fueron maldecidos. Abriéndose los suelos y tragándose todo alrededor.

Hoy vemos un poblado tranquilo. En su parsimonia, el mundo que conocemos es solo una falacia maltrecha en el cual conviven ángeles y demonios. Monstruos y especies de mitos que creemos son solo leyendas. Híbridos engendrados por experimentos que siempre guardan una oscura intención. Y entre todo ellos los humanos que son manipulados a gusto para ese objetivo.

Escuchaba atentamente cada palabra que me expresaba siendo un tanto complicado el poder discernir que la vida por lo que manifiesta era ésto. Una sociedad en la cual se disemina todo como una sopa de letras.

Los crímenes en el barrio Centella, son programados.

- Se lo que piensas. Pero tú, debes venir conmigo. - ¿Por qué? ¿Por qué he de ir contigo?

- Porqué demonio principal que está realizando todo éste bullicio de muertes lo tienes tú. Y luego de que sacie su sangre. Te llevará a ti. Los demás vendrán. Te parecerá extraño que te diga esto. Pero McFill, estás muerto.

- ¿Qué? ¿Muerto? – me observé sin comprender.

La dama del cabello rosado y semi corto, me narró la leyenda del hospicio. Tenía un atuendo de mucama y era la encargada de traer a todo los seres que denotasen alteraciones. Las mías eran inusuales desde aquella vez que tuve el accidente.

Con cierto titubeo, solo me explicó:

- Los demonios existen. Tú, los ves. Los confrontas. Los ves porque, ves la muerte. Y cuando la encuentras lo peor ha de ocurrir. Ellos aniquilan y luego huyen y se esconden en muchos lugares. Y el hospicio es el único sitio en el cual tendrás las respuestas. Porque es allí, en él, expían los pecados los que vagan como almas quemadas de mal.

- ¡Yo no elegí esto!.... No elegí, ver lo que sucederá a esos desdichados.

- No lo hiciste. Esos que tú dices estaban condenados por el mal. No lo hiciste. Y tampoco debiste morir cuando fuiste al sótano. Ese lugar que tanto miedo te produjo. No debiste ver lo que había allí. Tú, la buscaste, y ella te adoptó. Buscaste la muerte y la encontraste.

- ¿Qué? - No la busqué. Ella estaba frente a mí

- Ese es el problema. Ese es el gran problema.

- ¿Tu quién eres?

- Soy solo un ama de llaves que abre y cierra las puertas. Solo eso.

- ¿Por qué lo haces? Digo ¿Por qué haces esto? – Le pregunté. dubitativa no sabía que contestar. esos silencios mudaron en respuesta indefinida.

- Debo expiar mis pecados, también fui lo que tú, y estoy arrepentida. Quisiera concluir mi existencia en un lugar que no deba ser lo que viví. En un lugar nuevo diferente de éste infierno terrenal, en el cual se confrontan las vidas para llevarlas.

– Me confiesa con total seriedad. La chica de cabello rosado semi corto parecía

intentar sonreír, aunque no podía. Algo en sus facetas del rostro se lo impedían. Los músculos se estimulan con el desarrollo de las experiencias que nos van ocurriendo. Las buenas, esas que no producen la sensación que puede ser alegre, como amarga, pero ella parecía no tener ninguna de las dos. Me daba la impresión de que no podía, porque realmente nunca lo había hecho.

- Sufriste lo que yo, lo que soy, y quieres que vaya contigo a ese lugar tan emblemático que encierra a las personas. Un lugar que ha desaparecido años atrás ante una quema libertaria, y anárquica de pobladores.

- Solo quiero que aceptes el hecho de ir allí, mas no te llevaré, tú iras solo por el camino que se plasma ante los ojos del viajero como una ruta interminable, hasta que el polvo se disipe. No estarás solo pues muchas almas lo recorren, aunque vas por recomendación del director, las demás solo vagan yendo sin poder llegar nunca a ningún lado.-

- ¿Y si no voy?, sino acepto ese hecho tan pragmático que me estas planteando.

- Serás otro demonio más en breve que sucumbirá. Serás un muerto viviente que sirve de frasco en el cual se guardan todos los hechos terribles que has estado vivenciándo desde que entraste al sótano, y allí perdiste tu memoria principal, porque lo que te había ocurrido no fue un accidente de esos que solo se estimulan en tu mente con una caída, y un medico que arrope tus penurias, con medicina científica en un mundo donde el esoterismo es la principal arma. Usted Jaime

McFill, sabe bien en el lugar que se encuentra. – Y señala el sótano. – Allí abajo está su némesis, o lo que pudiera darle las respuestas. –

- Debo entrar allí, entonces.

- No lo harás. No puedes hacerlo.

- Puedo hacerlo.

Ella me señalo estirando el brazo y la mano derecha, y luego el dedo índice.

- ¡Ve hazlo!

Me incorporé de mi asiento, y me dirigí a la alfombra. Ella observaba sin manifestar nada. Parecía no querer moverse de su lugar. Quité con cuidado la cubierta del suelo. No era una alfombra muy extensa, al levantarla, la cantidad de ácaros se esparcía en toda la casa. Era como si de aquí en adelante estuvieran durmiendo, y mi intromisión los hubiera despertado de inmediato. Se diseminaron hasta desaparecer. Y allí vea lo que la dama del cabello rosado me había expuesto. Solo había un piso liso y llano. Recordaba que el hormigón había cubierto todo el suelo, pero había unas líneas que generaban un cuadrado. Al palpar con mi mano, un escalofrió intenso se produjo desde mi sistema nervioso apagado, y sucumbió en mi corazón pútrido. Rápidamente quite la mano de allí.

- ¡Lo vez! No puede entrar, por más que solo sea una figura que tú crees se encuentra sepultada, hay algo en ti que se ha ido y que no te permite ese ingreso.

- ¿Qué es lo que realmente sucedido allí? – Le pregunte acercándome a ella.

- No lo sé, solo tú puedes saberlo en el hospicio. Solo puedo decirte que desde ese momento, no eres lo que crees que eres. – la dama parecía levitar

desde su lugar, mirando los cuadros, y las terminaciones de la casa. – Yo crecí hace muchos años detrás en una casa así, quisiera saber lo que es el hogar, y ese calor que experimenté, y no recuerdo del calor, y la paz. – Ella se iba acercando desde el aire, como un hada que vuela y revolotea. Su vestido amorronado, estilo kimono se expandía, y flores del color de un cerezo se iban desarrollando con el aroma. – Tiene una casa muy bonita, debe haber sido una gran persona. – Comenta. No entendía lo que realmente me quería expresar.- el hogar es nuestro vivo reflejo. – Ella se direccionó a la ventana, y suspiró. - Es hora de que me vaya, y tú también Jaime. –

- ¿Cómo podre ir?

- Lo harás solo. Un día, cuando tú estés decidido. -

Parecía tan sincera, que no podía dejar de observarla, pues su belleza, me generaba algo cautivante.

- Debo irme me expresa. –

- ¿Cuál es tu nombre? - le pregunté al no poder apartar mis ojos.

- ¿Mi nombre? – Confiesa. – Mi nombre es Koha. Ese es el nombre que mis padres me dieron, o eso pude oír y saber. -

La dama se convirtió en polvo que se desvanecía, y una hoja seca parecía caer lentamente al suelo. Fui hasta ella, y la levanté, para guardarla en mi bolsillo. –

De lo que me había expresado, me dejaría mucho en que pensar. Pues no quería esto. El vivir extasiado de preguntas que no podía contestar, de situaciones inherentes a la vida que estaba desarrollando, y no podía acercarme a ese lugar que guardaba quizás el recuerdo principal de lo que soy ahora. Nadie en la familia me había dado indicios.

Jaime, no resiste el hecho de que ahora debe tomar una decisión, los fuertes sucesos de crímenes sin resolver, las apariciones de demonios, él mismo no sabe a ciencia cierta que es, pero según la mujer del cabello rosado semi corto, que responde al nombre de Koha, ve la muerte. Y más interrogantes ante la atracción que comenzó a experimentar Jaime por ella. Una mujer extraña que parece guardar un pasado tan emblemático como lo es Jaime. El día ocurrirá tan repentinamente como han ocurrido en su historia.

..... 1889....

- La construcción del hospicio Dyers es una obra muy satisfactoria, doctor.

- Gracias, intentamos tener un complejo que beneficie a las personas con grados altamente cuestionables de falta de alineación.

- La locura ha sido siempre un monstruo que ha desolado a muchos.

- Muy cierto. – piensa aquel. -

- ¿Realizarla cerca de la capilla es una buena idea?

- Si, si es dios quien debe curar antes que nosotros, los matasanos de la ciencia. –

- ¡MMM! No es para nada ilusoria su manifestación. No soy un gran creyente, doctor.

- La filosofía estoica de sus pensamientos, como la de muchos es una manera social de ver la vida. Lo nuestro es una realidad

- No puedo compartir algo que no puedo entender o ver ¿Me explico?

- Ello depende de cada quien en su experiencia. –

- Mi experiencia me lo ha confirmado con mi edad, y años. –

- Usted decide en qué lugar se encuentra ubicado. –

Ambos hombres discuten sobre ciertos temas, pronto en un largo tiempo estimado el hospicio estará listo. Del lado detrás de aquel colosal edificio. La capital. El doctor luego de conversar con el alcalde del pueblo, se dirige a las inmediaciones de la construcción. Un hombre de una edad joven parece asustado. –

- ¿Qué ocurre?

- Señor es estiven. Ha entrado a un pozo que encontramos aquí, y no ha salido. –

- ¿Cómo que no ha salido?

- Han pasado varias horas desde su ingreso. –

- Vayan a buscarlo de inmediato. –

Los hombres en su superstición se mantuvieron firmes como con un pánico que el doctor podía encontrar en ellos. –

- ¿No piensan ir por él?

- No señor, discúlpenos. – Le expresa uno de los peones -

- No, no entraré allí. – Explaya otro de los peones se alejaba. -

- ¿Qué ocurre con ustedes? – Se enfada el doctor. – ¡Se les está pagando para ello! Hay un hombre allí adentro que no responde. En un agujero sin oxigeno, o amplia cantidad de metano es peligroso. Debemos ir a buscarlo.

El doctor Heinrich, se colocó unos guantes de tela gruesa, y un casco, con una lámpara en la frente.

- Tú, vendrás conmigo. – Le dijo a Evaristo. –

El chico sin otro remedio asintió con la cabeza gacha. -

Por medio de las sogas que habían colocado, fueron descendiendo pisada por pisada, apoyándose como escaladores a fin de evitar un accidente. Evaristo empezó a sentir el calor en su cuerpo, y una araña de gran tamaño se deslizó por su espalda. Esto le produjo un susto, y comenzó a moverse repentinamente de manera desapacible. Esto descolocaba el doctor, que le pedía mantuviera la calma. Se aferró bien a la soga, pero la cuerda estaba un tanto débil. Evaristo descendido más rápido que el doctor ante el susto de aquel arácnido en su cuerpo. Los metros se hicieron tan amplios que la luz del exterior era del tamaño de la yema del dedo menique. El doctor presintió un cierto aroma; se desarrollaba un calor inusual, en un agujero en el cual la temperatura por cierta lógica debía descender y no aumenta, ya que no estaba tan hondo como para llegar a un sitio que si lo permitiera. –

Evaristo descendió tan rápido, y su sombra desaparecía, mientras el doctor volteaba la vista. Al ver de nuevo el suelo, no estaba.

- ¿Evaristo? – Pregunta el Doctor que aún le quedaban unos metros por continuar.

Al llegar a suelo concreto, la luz apenas iluminaba el sector. No hay indicios de Evaristo, solo aquella araña caminando a esconderse en un pequeño orificio. Caminó por el hoyo que parecía que era interminable, y allí encontró dos cuevas. En la primera, ingresó y noto unos dibujos extraños en una pared. No tenía forma de proseguir. Esos dibujos parecían formas amorfas que se iban escapando en todos los sectores, y debajo de ellos filas de palos, como si fueran personas. Eran unas pictografías secundadas por otras que de menor categoría se expresaban con palabras en un idioma desconocido. El doctor acercó su mano allí a unos de esos dibujos. Una pequeña fuga de un gas se escapó de por un hueco, y luego otra. El

doctor se tapo la boca por el hedor. Era como un cierto aroma a podredumbre, y luego de otra concavidad ese gas se misturaba con el mineral.

- Hay que irse de aquí, lo que suponía. Esta cueva, tiene minerales nocivos. - El Doctor Heinrich salió de urgente, sin embargo no podía dejar al trabajador y Evaristo había desaparecido. Se dirigió a la otra cueva. Ella parecía un pasillo oscuro, y se adentró con la poca luz que se escaba de la linterna del casco. poco a poco el hedor nauseabundo se expandía de tal manera que colocó un pañuelo en su nariz de lo insoportable que parecía ser. Al recorrer unos metros, resbalo con una parte del suelo que parecía un recoveco mojado por líquido. Se produjo una pequeña caída. El suelo contenía una baba. El doctor con su mano derecha acarició ella, y era como si la baba por su conocimiento en la medicina, fuera de humano. Se asentó nuevamente y siguió rumbo. La luz iluminó nuevas ideografías; petroglifos de esas mismas figuras. – en un tramo puede ver el final del túnel, y allí Evaristo estaba frente como observando algo.

- Evaristo, soy Heinrich. Evaristo – Le comunica. –

El doctor se fue acercando, y al salir del túnel. Un lugar inhóspito parecía presentarse. Evaristo da media vuelta. –

- Le dije doctor. No debíamos entrar aquí. – Confiesa con una voz ronca. – su rostro estaba desfigurándose, a modo que parte de él era músculos

y esqueleto. – Se lo expresé doctor. –

El médico teólogo se espantó de aquel suceso mortífero. –

- ¿Qué te ha pasado? ¡Evaristo! – Vocifera con miedo. – ¡Evaristo! Ven aquí, debemos salir. –

- No, no puedo irme. – explaya, y comienza a caminar en un plano inclinado de la cueva, una figuras sin rostro con una boca maquiavélica parecen llevarlo, y mientras lo transportan, van despojando su carne, hasta solo quedar un esqueleto. El espectáculo de horror hace que el doctor se hinche el pecho con un dolor. Las figuras parece que lo han visto, empero no le dan la importancia. Ellas se concentran en el hombre que han cazado. Unos metros un precipicio, y allí un sinfín de cuerpos que están siendo desollados, y transportados a otros sitios. –

La figura se da cuenta de aquel, y el aroma al azufre se expande. El doctor comienza a correr en dirección contraria, mientras ellas lo persiguen. Él se da prisa y desde el recorrido es golpeado en su pecho nuevamente. Un dolor irremediable en su cabeza le produce una alucinación como si algo quisiera tragarlo, continúa sin voltear. Todo se completa en oscuridad en cuanto el foco de la lámpara se esfuma. Se resbala, y algo parece tomar su pie, y querer arrastrarlo, de su cuerpo la cruz santa se escapa de su camisa, y las palabras santas de aquel doctor comienzan a desplegarse. Esta queriendo ser llevado, hasta concluir la oración, para que éste en una última palabra se desvanezca en un preludio de confusión. –

La luz radiante del sol de la tarde, penetro en su rostro, y el doctor, estaba allí como si todo fuera un sueño entre los pastizales, cubierto de barro. Una mosca rondaba a su alrededor, y el olor de agua estancada lo reanimó: escupió tras un poco de tos, un líquido verde esponjoso. Luego respiró hondo. La construcción del hospicio estaba allí en su lugar, y él fue lo primero que pudo observar, y luego la iglesia. Observó sus manos, piernas, y todo lo que parecía un sueño. Fue con preocupación a la zona de trabajo. Evaristo estaba preparando una mescla de cemento, junto a otro. –

- ¡Evaristo!. – Le dice él. –

- Si, doctor. – Comenta tranquilo. – ¿Doctor está bien? – Vuelve a mencionar al ver su atuendo lleno de tierra mojada. –

- ¡Sí!, estoy bien ¿Y el trabajador del pozo? – pregunta intrigado. – -

¿Qué pozo? ¿Qué trabajador? – Se pregunta él. –

- Está bien, olvídalo. –

- ¿Necesita algo más?

- No, nada más, sigan trabajando. -

El doctor continúo rumbo a la salida del lugar de construcción. En adelante ya no era Heinrich, era otro, y eso asutaba. Asustaba como Ernald Von Hegel–

...

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Jaime salió unos momentos de su casa, no tenía rumbo fijo, cerró la puerta con

llave. Llevaba un saco de abrigo, una camisa blanca, y unos pantalones jeans con zapatos. Al voltear la vista le pareció ver a Simón, lo llamó varias veces, pero este no quería ir con él. Cuando fue en su búsqueda Simón parecía querer defenderse haciendo uso de sus garras y su alarido abriendo la boca en defensa.

- ¿Qué te ocurre Simón? – dijo – y El gato pareció desvanecerse sin que él pudiera hacer algo. –

Todo de alguna manera ha de presentarse querido Jaime a fin de que resuelvas tu situación. –

- ¡Qué extraño!, Simón, no suele portarse así.

Allí está de nuevo.

- Simón, ven aquí. – Llamé por él, en varias oportunidades, y entonces fui por él.

Simón se había metido en una de las calles que se cierra con una salida a un parque, al adentrarme pude verlo. Iba en su búsqueda. Luego dio la vuelta a otra calle, que jamás había visto. Parecía maullar, y me miró con cierto agrado. Ven aquí Simón ¡Ven! Se iba alejando más. Y de pronto. Un sonido de miedo, hizo que aquel escupiera se asustara. No de mí, sino de algo que vio del otro lado del corredor. Fui corriendo deprisa, y al llegar, Simón, no estaba. Había desaparecido como siempre. De frente a mí un extenso camino como si una ruta se formase. Di tres pasos, y al voltear del otro lado el camino seguía como si el pueblo hubiera desaparecido.

No tuve más remedio que seguir delante. -

Jaime está decidido por azar a que ha de ir en el encuentro de un lugar misterioso que lo espera. -