Chereads / El secreto de Jaime McFill - El interno 515 / Chapter 2 - Algo me hizo venir aquí.

Chapter 2 - Algo me hizo venir aquí.

Siempre habrá algo que nos lleve a algún sitio

La oscura y la eterna sensación del infierno se habían esfumado para mí, Jaime McFill. Y aquí esta tan oscuro el espacio que me parece un vacio interminable en el cual uno cae constantemente. Pero es mejor el menester de un tormento, al suplicio de ser atrapado por ellos. Si, ellos están en mi búsqueda, como sabuesos sedientos de carne. Por problemas mentales estoy aquí resguardado, y quién sabe si lograré escapar.

La eterna sensación del infierno se había esfumado para mí, Jaime McFill. Y aquí esta tan oscuro el espacio que me parece un vacío interminable en el cual uno cae constantemente. Pero es mejor el menester de un tormento, al suplicio de ser atrapado por ellos. Si, ellos están en mi búsqueda, como sabuesos sedientos de carne. Por problemas mentales estoy aquí resguardado, y quién sabe si lograré escapar.

En una habitación del hospicio, soy el internado 515, y me hallo entre cuatro paredes con moho de humedad en ellas. La única luz que se esconde y desea suceder, es la de una línea del rayo de sol que ingresa en el orificio de un vidrio roto de ventana. No me dejan salir, ni quiero tampoco, pero alguien abrió la puerta, e interrumpió mi descanso. Su nombre es. No, realmente no sé ¿cuál es su nombre? Sin embargo siempre viene y una irrefutable atracción me invade a mí, y a mi alma que se somete a la penitencia por causa de mis impulsos. Se encarga de limpiar nuestra basura del corazón. Ella sonríe. Eso ayuda alegrar la suciedad de

mis demonios. Tengo un chaleco de fuerza. Dicen que mis manos tienen vida propia y que a veces lastiman. Según el registro de recuerdos, tuve un amigo que conocí en poco tiempo en un camino. Yo diría unos minutos, horas, no lo sé, y también en esos minutos, u horas nos hicimos grandes enemigos. Entonces también tuve un enemigo. Es así como se logra todo el e hospicio Qué curioso es el ser humano que vive amando y destruyendo. Pero no soy así, sino que vine aquí porque me vinieron a buscar. Tuve tantos problemas, y no los podría contar desde ya hace muchos años. Algo me sedujo en la voz de ella, y la desesperación de no encontrar soluciones. Fueron ellos. Y me dijeron que no me molestarían, y están aquí. O eso pienso. Y Ahora la dama de limpieza, con su cabello fluido rosado y sus ojos color ámbar opacos que se escapan como si hubieran muerto. Esa es otra historia. Pero nada en mi quiere actuar. Ella parece un antídoto De todas maneras ¿Qué lugar tan extraño éste? Les pedí que me ayudaran, pero solo investigan y quieren algo. En esta jaula todos están en mi contra. Doy por sentado que trabajan para ellos. Esos que me persiguen y me están preparando. Yo soy el único cuerdo en mi locura. Una locura que es peligrosa. No para la sociedad, esa ya tiene demasiados problemas, sino para todos lo que aquí me investigan.

En fin me dispondré a escaparme de aquí, sin esperar que lleguen por mí. Si, saben la historia, no se las contaré, pues cada recuerdo es un regreso temible al inframundo. Los demonios hicieron todo lo posible para que me mantenga como un alma en aquel pueblo escondido en las afueras del mundo en el cual existe la vida y la muerte.

Primero les narraré en qué lugar me encuentro. Llegué aquí por causas que fueron suscitándose en un tiempo atrás de mi pasado me encontraron en la ruta junto a los demás cadáveres, luego de que ella me diera las indicaciones. Ella es tan

misteriosa, pero de alguna forma soy dañino sin querer serlo. Mis palabras no eran tan coherentes como lo son en la vida normal, y lo mejor es encerrarlas para que no causen pánico, ni anarquía entre la muchedumbre. No había pasado una semana en la celda del manicomio hasta que ellos descubrieron en donde estoy. He manifestado a todos aquí, y llegue a la conclusión de que trabajan para los ellos. Que desgracia la mía. Luego enviaron a ese ser, al cual compartí mis delicadas sensaciones al sentir la voz de los dos que son uno, en el susurro. Tenía que hacerlo, y lo hice como lo harían ellos. Era como si llevasen a un conejo a la madriguera de un lobo hambriento. Conforme los sucesos de mi amigo y no amigo, los médicos me amordazaron, y colocaron electrochoques para reacciones múltiples. Lo único que recibieron es un escupitajo de mi parte por picanear mi alma con esos elementos de tortura. Me trasladaron a unas catacumbas. Aquí es donde se encierra a todos los llamados insanos peligrosos.

La historia del Hospicio Dyer es muy poco usual, aparentemente siniestra. Creí que no era ello sino otro sitio. Tiene un amplio campo de situaciones que se fueron generando a lo largo de su historia tan especial como macabra. Pero nadie aún lo sabe, pues nadie se atreve a involucrarse en este recinto de casi quinientos cincuenta habitaciones en la cual yo pertenezco a la quinientos quince. Para asegurarse de ello, me colocaron un número en el cual soy parte del hospicio del olvido.

¿Por qué olvido? Pues aquí viene a parar toda la basura del mundo exterior. Todo lo que se considera descartable, tremendamente asqueroso para la sociedad. Les puede asegurar que en el Hospicio Dyer, resisten algunas criaturas, otras son transportadas por orden de las autoridades para no ver nunca más la luz. Algunas son eternas, otras son formas creadas. Otras las producen y las fusionan para experimentos. Repito es un lugar para limpiar todo lo que uno es, y quitar lo que

se adentra en sí. No entiendo, pues lo que veo en éste sitio no es lo que realmente debería ser. Y el mundo es un despojo de los que nosotros convertimos por ellos.

¿Créanlo o no? El mundo al cual pertenecemos es tan terrible y despiadado que hasta los fantasmas temen y son encarcelados. Somos tantos aquí, que no sabría decirles en plena fe de mis cávales que esto pudiera ser real. Quisiera que no lo fuera. Me instalé por orden mía. Ellos no aceptan a nadie que no sea escogido, pero el dueño, el director del recinto, puede ver más allá de la situación y sabia que debería estar aquí encerrado.

Llegue aquí por un camino. Ella me estaba esperando en la puerta, e ingresé. Un manicomio lejos de todo lo que conocemos, apartado como los pueblos lejos de la civilización. Lejos de la realidad. Se veía una gran mansión desde las afueras dentro de un laberinto de pastizales, encerrada entre muros que parecía una cárcel. Una reja entorpecía mi ingreso. Es de un metal bajo llave. El oxido corroído me daba a entender que parecía un lugar totalmente abandonado. Quizás haya pesando que todo esto era solo una imaginación mía, en mis lacónicos pensamientos.

Pero las puertas se abrieron de inmediato luego de recibir el mensaje de quien se iba como esfumándose. Sola se abrieron. Sentí miedo al principio, pero más miedo era todo lo que había ocurrido hasta ese instante que entré, y luego de respirar varia veces el hedor de los pastos gastados, ingrese siendo invitado. Era claro que aquel lugar no recibía a nadie, y a mí me dieron un pase especial ¿Saben quién soy, no lo sé?

Era muy complicado pasar por la maleza hasta llegar a la puerta de entrada. Una mujer enfermera me estaba esperando. Me habían dado la información de que me

recibirían. Clarice. De un metro sesenta, pelo castaño, ojos oscuros completamente, y una tez pálida. Su atuendo parecía sucio, como si nunca hubiese sido lavado. Tenía unas llaves en su mano.

- Buenos días venga por aquí por favor.

Asentí sin decir nada al respecto.

- Veo que ha sido recibido por el director. No aceptamos a nadie últimamente, pero su caso es interesante.

- Si, en verdad, intento escaparme, no sé si tengo cura - Le dije

- Todos quieren escaparse, y luego quieren escapar de aquí. Nadie lo hace. – me comenta sin mirarme. –

Al abrir la puerta principal, había un hall inmenso. Era un corredor tan grande que pensé que jamás podría alcanzar su final. Cavilé unos segundos en su formidable forma. Las paredes estaban gastadas, y con algunas resquebrajaduras. Las ventanas apenas recibían luz. El estilo de la fachada era un tanto semi plutónico. El aire parecía tener vida propia aquí, y se caracterizaba como figuras. Creí estar loco cuando las veía. La enfermera se rió sin decirme nada. Había un recepcionista con unos papeles anotando algunos datos interesantes. Siquiera levanto la vista para verme.

- Bueno días – le dije. Y se inmutó como si mi existencia fuera incolora e insípida.

- Vamos por aquí – Me expresó Clarice. – -

- ¿Dónde me llevan?

- Con el director. – Expresa. –

Caminamos por otro corredor, que daba a otro corredor, y luego subimos unas escaleras hasta un tercer piso. Cada sitio tenía lo suyo. Pude oír unos gritos, y en otro lado un suspiro. Lo que me asustaba era el hecho de saber que había seres como yo.

- No todos son como tú, algunos peores, otros mejores – comento la enfermera como adivinando mis pensamientos. – hemos llegado. Buena suerte. – La mujer me indica con su dedo índice la puerta para que la abra. Y ella da media vuelta y desaparece. –

- ¿Pero, no va a presentarnos?

- No es necesario. Pase sin golpear por favor.

- ¡Pero!

- Buena suerte. -

Me armé con cierto valor en la intriga que ello significaba. Al girar el picaporte d la puerta. Al entrar parecía estar en una sala antigua, estilo victoriana. Un reloj de pared con péndulo, y varios cuadros de seres que me miraban tristes, cuyos rasgos en la pared se fusionaban con la desidia y el lamento. Eran como imágenes que al moverme me seguían con su visión, y algunas parecían reírse, otras llorar, incluso en un parpadear de mis ojos color café, noté con extrema minuciosidad que la figura de una dama parecía lanzar lagrimas, cuando estaba sonriente, y otra de un hombre de bigote burlarse de ella, y de mí. El director estaba sentado detrás de un escritorio leyendo un libro polvoriento. Al levantar la vista me miró con cara de pocos amigos. Hombre de un metro setenta, con un traje de frac, diferente a lo que creía que estaría con un ambo medico. En su escritorio había unos libros, una lámpara vieja, cuya copa de velador estaba sucia, y con una tela de araña que iba y venía al calor del tungsteno del foco. La puerta de la entrada se cerró bruscamente como si una ráfaga de viento hiciera de ello.

- Sea bienvenido ¿Supongo que conoce las reglas de este lugar? ¿Supongo que sabe quién soy? ¿Y supongo que no sabe quién es usted?

- Vengo aquí por la siguiente razón..

- No diga mas, sabemos por qué viene. Lo hemos invitado. Su inestabilidad está plagada de tormentos. Koha debía traerlo hace tiempo. Hay algo muy fuerte en usted, que debe ser solucionado.

- ¿Algo solucionado? ¿Por qué me ha dicho si se quién soy?

- Porque nadie sabe quién es, y aquí es donde se conocen internamente. Usted, debe entender que lo que vamos a realizar no es un método normal. Tiene una compleja manera de estudio. Viene escapando.-

- Vengo escapando, si. Han ocurrido muchos eventos, que no comprendo

- ¿Viene escapando? Yo diría, que no está escapando de nadie más que de usted y de ello que lleva en su interior.

- No, ellos me persiguen.

- Aquí ellos, no lo molestarán. Pero la verdadera razón es que usted, no viene escapando, sino que nosotros hemos hecho que venga. Usted es un potencial peligro. Un peligro inminente. Una suerte de maleza que se ha secado para siempre. -

- ¿Soy un peligro?

- En efecto. Usted es un peligro para la sociedad. Un peligro para todas las sociedades. Un peligro aquí, y en el más allá. Usted no vive, ni parece morir, solo debe estar. Ahora es extraño, ¿cómo lo hace?

- ¿Qué quiere decirme con ello?

- Lo que escuchó. – El hombre se incorporó de su asiento, y con sus manos colocadas detrás observo al patio desde su gran ventanal, mientras lo veía en todos sus contornos queriendo hacer lo que debía si tuviera la oportunidad con la pluma tinta; elemento punzante. Ese elemento parecía

querer hablarme, decirme algo. Tómame y termina con él, termina con todo, y cuando concluyas, cuando realmente no reste nada, termina, si, termina contigo. El deseo me estaba consumiendo y algo de mí dijo basta. Basta de todo lo que eres. Esta mente me manipula sin razón. – Se lo que está pensando Señor. McFill, ¿Ahora sabe porque debe estar aquí?

No esgrimí palabra alguna, pues no hacía falta bajo ningún concepto decir algo.

- Usted debe considerarse un paria. Un nadie de entre los nadies. -

- Y si, no estoy escapando de ellos, sino de mí ¿Qué debo hacer?

- Permanecer aquí. – me dijo el director, girando su cuello a mi dirección con la mirada sigilosa en mis ojos. –

- ¿Cuánto tiempo? – le pregunto dudando de lo que realmente he hecho. –

- Aquí no existe el tiempo. Solo vienen, y listo. Solo se instalan y perduran en la eternidad.

- No busco ser eterno,

- ¿Entonces quiere ser efímero? Le advierto, que no es una salida, solo se complicará más si situación. –

- ¿Un día podría quitarme la vida, y ustedes no se darían cuenta?

- Ya le he dicho, concluya con ella, de todas maneras, esos a quienes nombra lo seguirán al más allá. –

- ¿Más allá? – pregunto. –

- Claro, o creía que nuestra vida se limita solo a estar en tierra firme viviendo los años que nos fueron concebidos. Hay dos opciones una es apurar los tramites, y otra es dejarlos que fluyan hasta el final.

- ¿Cual recomienda? – Indago dubitativo. –

- Cualquiera que usted elija estará bien, si es que realmente lo vale.- me expresa con intriga el director.

- ¿Y si elijo mal?

- Eso depende de lo que busque y encontrará. Le aseguro que elegirá la indicada. –

- ¿Por qué?

- Porque nosotros haremos que lo haga. -

- ¿Y qué pasaría si no presto atención a lo que digan?

- Será pero para usted. – Se remuerde los dientes – No hay lugar para agitadores, ni anarquistas.

- ¿Y si decido asesinarlos a todos? – comento con cierta siniestralidad sin quitarle la mirada a un director sumamente misterioso. –

- Se estará condenando poco a poco. Usted vino aquí por ayuda, y nosotros se la daremos a nuestra manera. Muchos vienen aquí pretendiendo, y haciéndonos saber quiénes son y de lo que son capaces, pero nadie sabe al respecto que les espera. De todas maneras usted ya está aquí, en nuestras manos. Y ya no puede escapar, y si lo hace, dios libre a la sociedad de usted, y dios libre a usted de ellos. Y sabe a qué me refiero. –

- Entonces deberé permanecer por siempre hasta curarme. –

- Curarse no es la palabra indicada. Tal vez pase a otro plano, y ese sea su nuevo hogar para siempre.

- No quiero un nuevo hogar solo quiero saber ¿Qué hacer? Vine en búsqueda de protección, y ahora resulta que el verdadero peligro está en mí. Y que quizás muera aquí en sus manos. –

- Le aseguro que allí afuera. En el mundo que conoce, es mucho peor de lo que representan estas cuatro paredes.

- ¿Cómo es eso?

- ¡Retírese por favor! Hemos hablado lo suficiente. La enfermera Lisa, lo llevara a su habitación. Las reglas son estrictas. Ella le indicará. Buenas noches, y bienvenido señor Jaime McFill. -

El hombre me hizo un gesto de despedida, y se abrió la puerta de su sala, en el cual ingresaba una mujer de cabello castaño, atuendo celeste, con una carpeta que parecía tener una hoja con itinerarios, y actividades.

- Acompáñeme señor por favor. Mi nombre es Lisa, lo acompañaré a su habitación en la sala tercera. –

- Lisa – le dice el director. – el señor McFill es el interno 515. -

Perfecto señor. Mis saludos, y buenas noches. –

- Buenas noches. – expresa el director con una voz sucinta. - -

Vamos señor McFill. –

Observando aquella joven de manera compendiosa, no podía creer que estuviera trabajando en un lugar como éste. Una dama sofisticada, sin ademanes de superioridad como la enfermera Clarice. Aquella mujer parecía tener en su exterior, una parsimonia que calmaba todos los hábitos que se gestionasen en el hospicio. Me resultó extremadamente difícil de entender que esa dama tan reluciente formase parte de esta desgracia de paraje, y que conforme los eventos que se sucedieron según las leyendas, sea parte de tales acaecimientos. Quizás lo que conocemos como bondad no lo es al fin de cuentas. Es tal vez una pantalla, en el edificio vetusto del director Ernald Von Hegel que antes se hacía llamar Heinrich. Titular a cargo del Hospicio Dyer. Y curioso su nombre y su cambio. dicen que es por nuevo inicio.

A medida que salíamos del pasillo del tercer piso. Lisa, me condujo por otro pasadizo que parecía comunicarse con unas escaleras.

- Venga por aquí – me comunica sonriendo. Su mirada es placentera. Eso me alivia. –

- ¿Iremos a otro sector? – Le pregunto como para romper aquel iceberg que se interponía. -

- Su habitación se halla en el quinto piso. La habitación del interno 515. –

- ¿Por qué un numero, si se puede preguntar? – Comento intrigado. –

- Todos aquí son números, no existen nombres. Es solo por una cuestión administrativa señor. Desde que ingrese allí, ya no será el Señor McFill, será el interno 515.

- Es extraño. –

- ¿Lo cree? Es por cuestiones de organización. –

- Me parece muy frio en cierto aspecto.

- No diría eso, pues no lo es. Si fuera así, no estaríamos hablando de un hospicio. –

- ¿Y de qué se supone que estaríamos hablando?

- De algo mucho peor. Debemos mantener reglas estrictas, que no pueden ser profanadas hasta que sea el momento de que pasen a otro plano.

- ¿O sea qué estaré un tiempo aquí? –le pregunto. –

- No existe el tiempo señor McFill. Solo existe usted, y nosotros, y todo lo que alrededor perciba con sus sentidos.

- El director me había dicho algo parecido. –

- El es un buen hombre, que sabe decir las palabras justas. Y usted pregunta mucho. –

- Solo quiero disipar mis dudas. –

Lisa comenzó a mirar el itinerario, y algunas anotaciones con relación al paciente. Estaba disuadiéndome de no cometer errores quizás, aunque no me lo indicaba

por cierto bajo ningún aspecto, sino con su mirada direccionándola de un lugar a otro. Entendía a la perfección el hecho de su lenguaje inverosímil. Situación que para cualquier otro seria una carencia de sentido. En definitiva había elegido venir al hospicio, y mis dudas se engrandecieron cuando el director comentó que ellos me trajeron.

¿Entonces quien está en lo cierto? ¿Ellos, o yo? Solo sé que me persiguen unos acechadores que son dos en uno. Y que no quiero nombrarlos, porque el solo hecho de hacerlo es invocarlos, y ya he sufrido lo suficiente, pero además de aquel riesgo, puede que yo sea un peligro. Será cierto, a veces pierdo la memoria y situaciones ocurren. Y luego todo parece normal, en un despertar. Escenas borrosas se presentan, y hombres y mujeres sin rostro vestidos de atuendo de fiesta me acechan y me hablan como si yo los conociera de alguna parte, cuando ni siquiera sé quiénes son. Me asusta tanto que prefiero entrar en sueños, sin embargo se transforman en pesadillas.

¿Habrá solución al respecto? Espero haya cura par mi mal.

Lisa me direcciona a otra escalera. Hasta el último pasillo no pararemos. Caminamos entre varias puertas, y una de ellas de metal estaba abierta. Era mi habitación. En ella permanecería hasta que me vinieran a buscar para realizar las actividades. El lúgubre aspecto del quinto piso, me daba escalofríos, pues si apenas había luz en los demás halls, ahora aquí estaba todo completamente oscuro.

- ¿No hay luz en este lugar? – Le pregunto. –

- No, a los recién llegados se los instala en lugares cuya luz solo es por día. Y si sabe, es de noche. No colocamos luces artificiales. Esa será su

habitación. Tiene un baño, y una botella de agua. Su comida se encuentra en la mesa. Ni bien concluya. La enfermera Doris, vendrá por ella. trate de ser lo más aseado y ordenado por favor, en su habitación usted formará parte de su vida. Hasta que ya no lo sea.

- ¿Quiere decir como un hogar?

- Tómelo como un retiro.

- En el día de mañana vendremos por usted. Le sugiero que cene, y se vaya a descansar. -

- Gracias por todo. –

- Al contrario señor Mc Fill me despido. – La enfermera Lisa dio media vuelta y se retiró por donde vinimos.- parecía que se esfumaba sin dejar rastro, como si el vapor de su cuerpo se consumiera con el espacio en el cual nos encontramos.

Puse mi pie en la entrada e ingresé. Una habitación de paredes no tan distintas como las que se veía en el hospicio. Un baño con aroma a lavandina, y desinfectante en el fondo. Una mesa con un velador sin funcionar, y un libro al lado de la puerta. Me acerque intrigando al libro, al abrirlo pude notar que todas sus páginas estaban en blanco. Había un bolígrafo ¿Extraño que dejaran un efecto punzante para un loco?

Del otro lado la cama en el margen derecho de aquel cuadrado que era la habitación, pegada a la ventana con cortinas color oscuro. Del lado izquierdo una mesa pequeña, con un plato de sopa, una cuchara pequeña, un vaso con agua con una botella. También del lado izquierdo uno de esos cuadros con la figura de una mujer. Muy parecida a Lisa, con su mirada sería y cabizbaja que parece observarlo todo. Me senté en la silla, y me dispuse a cenar, con cada sorbo me sentía intimidado por aquel cuadro. La comida no estaba nada mal. Una sopa de

frijoles, con caldo de pollo. El agua parecía tener un sabor que no podía descifrar, pues el agua no tiene sabor según la ciencia, pero éste liquido específicamente, si lo tenía. Resté atención a ello, y luego de concluir, me dispuse a lavarme las manos, y cepillar mis dientes. En el vidrio del espejo me veía también, hasta que en un acto reflejo al enjaguarme la boca y escupir la espuma, me observé al arquetipo de esa representación, y mi rostro parecía borroneado, como si fuera una parte de pintura que se deformaba debido a que lo estaban deshaciendo. Eso me asustó tanto que cerré los ojos y salí de inmediato del baño. Luego de unos momentos sentí que la puerta se abría. Una sombra vejatoria parecía ingresar. Era una mujer robusta de gran cuerpo. Tez pálida. Más pálida que un cadáver mismo, y un guardapolvos naranja.

- Buenas noches - Le dije

- Buenas noches - Contestó sin nada más que expresar.

- ¿Puedo preguntarle algo? –

Ella me miró asintiendo, mientras recogía el plato, y los cubiertos sin voltear la mirada hacia mí. -

- Le parecerá extraño, pero al mirarme en el espejo, parecía como si mi rostro fuera desechado. Y me siento mareado, ¿Cómo si poder recordar? –

Sin decir nada, se rió, e hizo un ademan de que fuera descansar señalando la cama. –

- ¿No me dirá? ¿Quién me trajo, y me dejó en la puerta?, ¿Y tampoco me ha dicho

nada de que haré?.

La mujer tomó los cubiertos, y se dispuso a salir de la habitación. Al pasar del otro lado, cerró la puerta con llave. Estaba encarcelado en aquel recinto. Soy el interno 515, y tengo ahora muchas dudas. Miré el baño una vez mas y me dispuse a ingresar. Luego de unos momentos una reminiscencia vino a mí. Era una mujer, su nombre fue muy claro para lo que soy, y hago en el complejo. -

Ella a quien llamo Koha me había dejado aquí, y desapareció. Remembranzas. Ello era lo que poseía. Ahora un grupo de enfermeras me da atención en éste umbrío. Ni modo, mis pasos se dirigen al baño, y al entrar temblando de cierto pánico, me acerqué al espejo del lavatorio. Mi rostro se veía tal cual, sin irregularidades, ni deformidades expresas. Eso me tranquilizó en cierta singularidad. Use el inodoro para realizar mis necesidades, antes de irme a descansar, presentí una figura, al voltearme el espejo reflejo la imagen de unos de los cuadros del director. Salí espantado del baño, y me introduje en la cama. La noche sería larga, pero algo me generó sueño, sin saber que podría ser. En un aquelarre, estaba sentado en la silla, y la mujer que me trajo al hospicio o más bien me convenció, me confrontaba desde la puerta con una luz desde afuera. Estoy amarrado con el chaleco. Jaime, todo está bien. Descansa. Gracias, le dije.