Luego de la tempestad, la calma.
Allí me encontraba frente a la gran ave de metal
El dolor de cabeza me estaba saturando en puntadas la mente. Una y otra vez aquel destello de luz venía a mí. Se manifestaba como una serie de sombras que se balanceaban alrededor del biplano, cotejándolo de forma extraña como si nunca lo hubieran visto. Eran formas anómalas que palpaban las alas.
"Creí estar en los cielos, y que ellos eran ángeles, no obstante su rostros no tenían una facción definida. Solo eran seres luminosos que de repente se circunscribieron en un círculo perfecto. Quise maniobrar, pues apuntaban al avión. De hecho y un láser potente se dirigió recibiendo un impacto. Y mi cabeza está repleta de dolores extraños en cada terminaron de mi cerebro que parece que está a punto de estallar".
"Con ambas manos me tomo la misma y mis lentes se empañan, ¡No puedo ver! ¡No puedo ver nada en absoluto! "
"La máquina pierde su control, y estoy cayendo, muy lejos estoy cayendo hacia un suelo. Y uno de esos seres se acerca y siento su calor. Un calor como maternal."
- Todo está bien. Los pies deben estar en la tierra viajero. – Todo está absolutamente bien viajero.
"Estoy descendiendo. A gran velocidad desciendo. Lo estoy. Si lo estoy.... "
Al despertar Hermes, se encuentra en medio de una arboleda de un bosque. Un canto de pájaros se mimetiza con el sonido de una chicharra. Del árbol principal. Un ciprés, caen gotas de una lluvia temprana que ha concluido. A su alrededor se
confronta una mata amplia. Grandes pastos y rocas de color gris. Su rostro esta entumecido. Su cuerpo blando como si el impacto de la caída hubiere sido sobre un colchón de plumas.
- ¡Ay! Hermes, siempre eres así. –
- Solo, cuando se refiere a ti-
- Son hermosas. Las pondré en agua. –
- Sabía que te gustaban las rosas, y fue lo primero que me dije, durante el día. –
- Siempre piensas ello.-
- Solo en ti, Leticia, eso pienso. –
- Eres un romántico. -
Leticia se dirige al living a buscar un jarrón y luego de ello a la cocina y coloca un poco de agua en el recipiente.
- Quedarán bonitas allí en el living. – Dice Ella que las introduce en el jarrón una por una cuidadosamente. –
- Claro que sí. Todo es .... – De inmediato el jarrón cae al suelo, y se parte en mil pedazos. – ¡¡¡Leticia!!! ¡¡¡No!! – Ella desaparece – ¡¡¡No te vayas!!!
¡¡¡No!!! – No te vayas..mmm ..nooo. --
- ¡¡Teniente!! - ¡¡¡Teniente!! ¡¡¡Reaccione por favor!!! - Golpea su rostro Takeda
- ¡¡Eh!! - Despierta Hermes – ¿Qué ha ocurrido?
- ¡No lo sé, señor! – Comenta el que se había arrodillado, y ahora miraba alrededor – Estamos en medio del bosque – ¿Será cerca de la montaña?
- ¡Posiblemente! ¿Y nuestros aviones?
- ¡No están! No lo sé tampoco, ¿Recuerdo bien lo que ocurrió?
- ¡Pero! ¿Cómo llegamos aquí?
- Esas luces. Parece una locura.
- ¿Tú las viste?
- Si, algo sumamente extraño rondaba a mí alrededor. –
Hermes se colocó su mano en el mentón.
- Algo extraño ha ocurrido ¿Cómo logramos llegar aquí sanos y salvos? – Hermes no quiso mencionar los seres de luz que se colocaron a su alrededor, por miedo a parecer un loco desquiciado, sin embargo era la pura verdad.-
- ¿Y si el enemigo nos emboscó, y se llevó las maquinas?
- ¡Sería absurdo Takeda! ¿Tú crees que pueden hacer eso y no tomarnos de rehén?
- ¿Pensarán que estamos muertos?
- ¡No! Aquí ha ocurrido algo más. Fíjate que tenemos nuestras armas. La pistola y el cuchillo. -
- ¿Qué haremos señor?
- Tenemos dos opciones. O buscamos los aviones, y vemos sus condiciones, o verificamos la dirección correcta para salir de la línea del enemigo hasta llegar al poblado más cercano, y buscar protección, o dar noticias de ello a los aliados.
- ¡Perfecto señor! –
- Recoge todo lo que tengas, debemos partir ahora mismo.
– - ¡Sí!
Ambos se incorporaron y fijaron rumbo. En medio de la maleza tupida, no podían determinar con elocuencia en qué lugar se ubicaban. No obstante dentro de ese bosque unos ojos observaban nítidamente como dos personas se encontraban. En partes se dividían, y era suficiente para localizarlos en cuanto pudiera,
- Debemos ir en esa dirección señala Hermes marcando un hueco externo entre los pastos que parecía plasmar otra montaña.
- Señor esa una montaña muy amplia. ¿Será la gran montaña del otro lado en los Cárpatos?
- No te sabría decir con seguridad, pero de hecho si debemos sortearla no tenemos opciones. Es muy probable que el enemigo no, nos espere en ese sitio.
- ¿Cómo lo sabe?
- La irregularidad del relieve lo dice todo. – Debemos caminar en dirección a los suelos que se detallan en plano inclinado. De esa forma no podrán encontrarnos.
- Sabe bastante del asunto.
- Antes de ser llamado a la fuerza, era un montañista. Reconozco bien ese tipo de lugares. De hecho por ello nos enviaron al reconocimiento. –
- ¡Sabe mucho señor!
- No me digas señor, ni nombre es Hermes
- Lo siento es por el rango.
- No te preocupes, el rango para mí no significa nada. En este juego somos todos iguales.
- ¡Gracias!
- Andando Takeda.
- Inu, mi nombre es Inu.
- Perfecto Inu. –
Pronto armaron rumbo y comenzaron a caminar por el bosque. Veían infinidad de insectos, y pájaros. El pastos estaban altos, y la maleza parecía cada vez más extensa de tamaño. Inu comienza detallar cada elemento del ecosistema. -
- ¿Qué raro? Jamás, había visto éste tipo de plantas – Un insecto se posa en ella, tenía la forma de una libélula de dos cabezas – ¿Qué? – Inu se frotó los ojos por lo que pudo ver - Señor, digo Hermes – Comenta, dándose vuelta aquel que iba delante – ¿No percibe algo extraño en el lugar? –
- ¿Cómo qué?
- ¡Todo parece muy raro! Las plantas, lo insectos. –
- Si me he percatado de ello ¡Mira allá! – Señala un árbol que parecía tener tentáculos forrados en madera. -
Un búho con una carácteristica peculiar, cinco ojos, se posa en él.
- ¡Demonios! ¿Qué es éste lugar?
- No te podría decir, pero será mejor que salgamos de aquí de inmediato. –
Salieron a paso rápido de allí, y con un panorama sensitivo se fueron moviendo hasta llegar a un sector cerrado.
- Teniente, estamos en una lomada de cerros.
- Y entre cipreses Inu. – Pronto un ciervo se acercó tímidamente hacia Takeda. Agachó la cabeza a comer un poco de pasto. Takeda se alegró por ello, y con una velocidad amplia, el suelo se abrió como un agujero negro tragándose al animal, que pedía ayuda en gemidos.
- Hermes ¿Qué está ocurriendo?
- Takeda, ¡Sal de allí! Puede ser una trampa. -
Takeda se lanzó hacia atrás cayendo al suelo, y parte del pastizal, se abría como si una malformación desde el suelo estuviera, moviéndose hacia él.
- Takeda ¡cuidado! – Hermes arroja una piedra con fuerza golpeando esa forma que se detiene entre las piernas abierta de Inu. Éste tiembla con cierto pánico. – Mantente quieto Takeda. – Hermes se fue acercando de a poco sacando su cuchillo extenso.
De la nada la tierra comenzó a moverse temblando como si fuera un terremoto. Nuevamente se volvió abrir el agujero, y escupió desde su interior la cabeza del venado que caía cerca de Inu, que comenzó a gritar del miedo. Y de ello emergió un hacia el cielo un gusano gigante que con su boca que tenía cuchillas como dientes afilados, y su lengua que se escapaba lanzando el pus y la sangre coagulada de su presa.
- ¡¡Qué demonios!! – Manifiesta Phileas - ¡Takeda atrás! – Grita con presuroso aviso, el teniente. – Hermes se colocó delante de este, que se incorporad de inmediato. El monstruo se acerca a ellos con gran potencia descendiendo con furia.
Hermes toma su revólver, y le dispara al centro de la boca logrando que el tiro salga del otro lado de cuello.
La bestia vuelve a su punto de partida como ladeando su cabeza de un lado hacia el otro, y retoma su tarea empujando a Phileas con su cuerpo que cae al suelo. Takeda saca su arma y dispara. La figura que se dirigía a Phileas recibe el disparo, y al sentir el golpe, su sangre rosa comienza a correr al suelo. El gusano se da la vuelta y se lanza contra éste, Hermes se incorpora y se arroja sobre la cabeza con su cuchillo clavando éste en la nuca doblando el mismo. Un chorro de líquido es expulsado bañando de esa viscosidad a Phileas. La criatura se vuelve a erguir, y el teniente se abraza sobre una extremidad del monstruo, volviendo a clavar nuevamente una y otra vez su arama, hasta que aquel comienza a ceder, y cae al suelo. El teniente da el ultimo zarpazo concluyendo el asunto. Ese primigenio era muy inusual.
- ¿Teniente se encuentra bien?
- Si Inu. Pero ¿Qué rayos es ésto? - No podian ubicar las palabras adecuadas.
Aquella anómala monstruosidad comienza a secarse, y se siente el sonido de la tierra de forma leve.
- Esa cosa, es un Glob. Bravo pos ustedes. Jamás vi a un hombre liquidar uno con tanta facilidad. –
- ¿Quién es? Se pregunta el Phileas. –
De los arboles sale como escondido un hombre de cabello claro, y bigotes anchos color crema. Era una persona de unos cincuenta años con una camisa, y uno tirantes que se extendían a sus pantalones.
- Discúlpenme por la intromisión. Mi nombre es Gerard. – ¿No son de por aquí no?
- Francamente no. Pero jamás había visto un insecto como ese. –
- ¿No? De hecho me doy cuenta que no son de aquí – El suelo comenzó nuevamente a vibrar. – Vámonos de aquí, tengo mi carreta. Estamos en peligro en este lugar. Luego de matar a uno de ellos el olor pútrido es
detectado por los suyos, y vendrán a comérselo, y posiblemente a nosotros.
–
- ¿Vendrán más?
- Si uno es peligroso, no querrán ver una manada de ellos. –
- Puede llevarnos al pueblo más cercado. Debemos comunicarnos con los aliados. – Expresa Takeda. –
- Inu, silencio – Dice Hermes. –
- ¿Aliados? No sé de qué me hablan. Los llevaré al pueblo más cercano. El pueblo de Tocasicha.
- Bien – Dice Hermes.
Los tres se dirigen a la carreta. El viejo arrea los caballos a toda prisa, por un camino especial.
- Y este camino, creí que era pura maleza sin una salida clarificada.
- Son caminos especiales, que se encuentran escondidos para quienes debemos cruzar el bosque eterno.-
- ¿Bosque eterno?
- Es uno de tantos lugares que se hallan en el continente. Por cierto no les he preguntado sus nombres.
- Hermes. Hermes Phileas.
- Takeda Inu.
- ¡Nombres extraños!
- ¿Vienen de otro país? ¿O continente? Y sus atuendos no son normales. -
- ¿Soy japonés?
- ¿Japonés? ¿De dónde?
- Japón
- ¿Japón? No lo conozco ¿Y tú Hermes?
- Vengo del hemisferio sur
- ¿Hemisferio sur? ¡Mmm! Debo leer más sobre éste planeta ¿Y que los trae por aquí?
- Tuvimos un accidente con... - Antes que Takeda diga algo, Hermes lo observa. –
- Veo que vinieron aquí, ¿Sin saber por qué? No se preocupen no soy quien para juzgar. Los llevare al pueblo. Allí tengo una posada. Mi hijo la está atendiendo por el momento aprovechando que salí hacer los deberes. -
El medio del viaje el carruaje colonial estaba repleto de cajas. El hombre mantenía el ritmo, mientras Takeda y Hermes estaban detrás. –
- Teniente, ¿Por qué no quiere mencionar nada?
- Inu, no sabemos ¿Dónde estamos, y dónde vamos, y con quién no encontramos? Es mejor guardar silencio hasta estar seguros. –
Hermes observaba el camino y notaba que desde lejos como el bosque se iba apagando, y las llanuras se manifestaban entre las montañas. No podía entender bien lo sucedido hasta el momento en la cual se encontraron con ciertas situaciones luego de caminar tanto. Takeda sacó de su bolsillo una bolsa de tabaco, y luego el papel de una colilla en la cual armó un cigarrillo precario.
- ¿Quiere Teniente?
- ¡No! Agradezco cabo. Tengo mis recursos, y tomó de su chaqueta, una petaca de licor ranció.
- Le tomaré un poco luego – Dice Takeda que enciende con una cerilla. Hermes gira la rosca de la tapa y bebe un poco. –
- Oiga no es bueno beber solo. – Comenta Gerard. – Hermes cierra la tapa de la bebida y se la arroja a él que la toma con destreza. – ¡Veamos que tal es! Da un sorbo y mueve la cabeza como con cierto mareo. – ¡Ahh! Sí que es fuerte – ¿Usted toma esto todos los días?
- Es solo un vicio descarado. –
- Va morir joven hombre. –
- Todos de alguna forma debemos matarnos de la mejor manera posible. –
- Si en eso tiene razón. Yo soy hombre de pueblo, y de taberna. Ese es mi vicio. –
- Es un buen vicio - Expresa Takeda. –
- ¿Y usted?
- Espero que todo se vaya forjando. Algún día terminará la guerra.
- ¿Saben de la guerra?
- Si, bien. Es bueno estar al tanto. En Tocasicha, muchos viven tranquilos y sin complicaciones. –
El camino se estaba abriendo, y muchas casas se veían alrededor. Las primeras eran negocios de verduras y frutas. Eran como tiendas desarrolladas al estilo del Medioevo. Algunas tabernas, y posadas llenas de palenques. Takeda y Hermes, se mostraron sorprendidos, pues era como haber llegado a un pueblo que se había quedado en el tiempo.
- ¿Qué extraño que tengan este estilo no teniente?
- Si. Posiblemente prefieren vivir así. –
El carruaje se iba modelando hasta llegar a la posada –Taberna. Su hijo Mac estaba afuera esperando a su padre Gerard, que paraba con un alto los caballos. Al descender Hermes y Takeda se veían asombrados. Hermes camina hacia delante y en un momento de distracción se mantuvo quieto observando una cúpula. Gerard hablaba con Mac, y Takeda se acercó hacia él a saludar.
Hermes al bajar la mirada quiso dar un paso rápido y se golpeó con otra persona que estaba cargada de víveres cayendo al suelo de tierra polvorienta.
- ¡Dios mi vestido! ¡Por qué no tienes más cuidado tú!
- ¡Ey! No sé quién eres, pero fue sin querer. No tuve intensión alguna. Tú pasaste a donde me dirigía. -
- Cállate. Eres un grosero – Le contestó la mujer – Ambos se miraron con cierto recelo. – Por lo menos esperaba una disculpa - Se agacha ella a recoger sus cosas luego de quitarse el polvo del vestido. -
- Bueno. ¿Te ayudo? – Comenta gruñendo Hermes. –
- No, gracias – Lo dice con sarcasmo ella. -
- Cleo, que gusto. ¿Estás de compras?
- Hola Mac. Señor Gerard. Hola - Saluda a Takeda también – Si, son unos encargos de mi madre. – Cleo es una mujer de cabello Rubio casi amorronado, llevaba un vestido amarillo, con zapatos. Sus ojos claros con un poco de café. Sus cabello extenso con bucles que le daban cierta libertad. –
- Ellos son viajes no los presente. Takeda Inu.
- Un gusto – Cumplimenta Takeda
- Y él, es Hermes Phileas
Hermes apenas la mira y solo levanta la mano. con la palma abierta. Cleo saluda a Takeda. Es un gusto, y mira a Hermes con un poco de antipatía como extendiendo la nariz en queja absoluta y reprochable. –
- ¿No son de por aquí no? – Le pregunta a Hermes, Cleo Hermes no contesta. –
- No, no somos de aquí - Expresa Takeda
- ¡Wow! ¿Son extranjeros? – Manifiesta y pregunta Mac que era muy estudioso y le encantaba conocer otras culturas. –
Asiente Hermes un tanto desconfiado. –
.- Por favor pasen a la posada – Dice Gerard. –
- Bueno será mejor que me vaya – Comenta Cleo. – Adiós un gusto en conocerlos – saluda a Takeda – Y mira a Hermes. -
- Adiós – Saludan Gerard. Mac, y Takeda. –
Ella camina hacia la mansión Eberlast, y en un instante se da la vuelta para ver a Hermes que se encontraba como sumiso y vigilante en todo el sitio. –
- Muchacho extraño – Devuelve su mirada al castillo y luego vuelve a mirarlo a él. – No comprendía bien sus facetas. Sabía que no eran de por aquí, ni de allá. Aunque su percepción le indicaba que no podían tampoco ser de otro continente. No se daba a explicar, pues el viejo era un conocedor del mundo.
- ¿Tienen dónde de ir?
- Pues no. Tenemos que ubicar nuestro campamento. -
- ¿Campamento? No creo que haya un campamento por aquí. Pueden ingresar a la posada, y quedarse aquí! Mientras tanto.
Hermes estaba como un estoico soldado observando el panorama para saber en qué lugar se encontraban. Recordó tener un mapa en el bolsillo interno de su chaqueta y lo sacó para ver la ubicación. Al abrirlo se sorprendió de que la cartografía no indicara ningún tipo de pueblo ubicado allí. Incluso era una región de llanos.
- ¡Takeda ven aquí! Mira esto – Le muestra el mapa.
- No entiendo teniente.
- No existe este pueblo. Y el relieve es totalmente diferente.
- ¿En dónde nos encontramos Hermes? Se preocupa Takeda.
Hermes en su desconfianza preguntó de manera falaz a Gerard sobre la guerra. Solo así disiparía dudas.
- Gerard ¿Por qué no evacuaron el pueblo? En la región de los Cárpatos es peligroso.
- ¿Evacuar? ¿Por qué lo dice? ¿Hay algún peligro latente?
- La guerra – Confiesa Takeda.
- No existe ninguna guerra. Solo batallas en el continente de Murias.
- ¿Continente de Murias? Esto es Europa del Este.
- No hay ningún Europa del Este – Explica Mac rascándose la cien. -
Con Takeda se miraron sin tener respuesta desorbitando sus ojos en todas direcciones. Esto se está poniendo confuso, se dijo asimismo Phileas.
- Oiga Gerard. Necesito saber, en dónde poder ubicar la base de los aliados – Hermes no pensaba en cubrirse como soldados.
- No existe ninguna base, ni aliados, ni Europa, ni nada.
- Somos soldados señor.
- ¿Soldados? Mmm. El único lugar que guarda relación con la milicia es el castillo Everlast. Pero no suelen recibir personas de ningún tipo.
- ¿Qué haremos teniente?
- Podemos ir allí. No debemos perder tiempo.
- Sera mejor que mi hijo los acompañe. Vean – Y señala extendiendo su brazo y mano con su dedo índice – Sigan esa cúspide en forma de punta. Ese es el castillo -Mansion Everlast.
- Es mejor que vayamos ahora. – Explica Hermes.
- Enterado teniente.
- Mac ve con ellos. – En secreto le explica que los vigile por si algo malo ocurre. De ser así le debe dar aviso a la autoridad del castillo.
- Entendido padre.
Los tres se dirigieron en sentido de la cúspide que se podía ver cada vez más cerca.
Para su sorpresa ambos peregrinos no podían entender que aquel poblado tuviera un aspecto arcaico. Las personas pronto notaron su presencia con cierto desagrado algunas, y otras con miedo a su atuendo y miradas lascivas.
- Teniente. Me huele muy mal todo esto.
- Lo sé Inu, pero no tenemos opción. -
- Este poblado es muy famoso comercialmente – Confiesa Mac. Un joven de catorce años. – ¿Señor, que atuendo es ese?
- No me digas señor. Mi nombre es Hermes y el es Inu – Y éste atuendo es de aviador.
- Somos soldados, chico.
- Aquí lo soldados no visten así
- ¿En serio? ¿Y cómo visten?
- Mmm. Estemm. Usan armaduras. Escudos. Algunos armas de fuego. O maquinas.
- Extraño – Explica Takeda.
- Miren ahí tienen uno.
Al verlo se sorprendieron de un caballero antiguo estilo medieval con una pistola y una espada.
Al llegar a las puertas fueron recibidos por el guardia principal.
- ¿Quiénes son ustedes?
- Son soldados, señor. -
- ¿Soldados? ¡No lo había visto nunca! ¿Por qué visten así?
- ¡Estem bueno! - Sin saber que responder de inmediato los hicieron pasar. Llévenlo con la señora. Fue entonces que otro detrás de ellos los golpeó. Dejándolos inconscientes a ambos.
- No, esperen. Ellos, no son lo que creen.
- No podemos tener intrusos aquí.
Ante el hecho Mac fue con ellos para evitar cualquier inconveniente. Conforme lo que dijeran terminarían en las mazmorras.
Al ser llevados, Cleo caminaba por allí en la gran mansión castillo. Y les pareció conocido.
- ¿Son ellos? El hombre irritante y su amigo. ¿Mac? - ¿Mac que ocurre?
- Cleo vivimos aquí, somo del pueblo. Ellos son soldados, pero explícales a los guardias que no son enemigos, ni ladrones, ni nada. Estamos en éste recinto ya que los dos precisan regresar a un lugar especifico.
Cleo pidió por ambos y Mac, antes de ser llevados al calabozo y luego a la señora. Los militares mantenían de todas formas la guardia.
Hermes recibe un vaso de agua en su rostro y apenas abre sus ojos.
- Buenos días – Saluda Cleo con risa –
- ¡Eh!¿Qué demonios pasó? ¿Tú de nuevo?
- Oye más respeto. ¡te acabo de salvar de ir a la cárcel! -
Nadie pidió tu ayuda. - Contentó con mala gana Hermes. -
Cleo gruñe.
- ¡Oye tu! – Ambos se confrontan en discusiones
- Primero dile a tus queridos guardias que no somos ladrones, ni enemigos ni nada.
- Para tu información señor de mirada irritante...Estamos en conflicto con las regiones externas.
- Mi nombre es Hermes niña de clase acomodada
- Por favor no discutan – Dice Mac
- Vamos pueden llevarse bien - Expresa Takeda
- ¿Clase acomodada? Definitivamente tus modales quedaron olvidados y por cierto mi nombre es CLEOO ¿ENTIENDES? Cleooo
Los guardias no entendían nada y esbozaban algunas risas
- Por eso es mejor no casarse – Aclaro con cierta razón. -
- ¿Qué dijiste? – Pregunta con furia Cleo
- No! Nada señora. -
- ¿Casarse? ¿Con esa mocosa? Hay que ser muy valiente – Se cruza de brazos Hermes – ni hablar de La paciencia
- ¡Ey! ¡Cállate! ¡Gr! – Cleo gruñe, y le propina un golpe bien asestado en la cabeza a Hermes. -
- ¡Niña! Eso me dolió. - Se toma la parte entumecida frotando con la mano derecha. -
- Pues acostúmbrate – Realiza un gesto abusivo y chocante
- ¿Qué ocurre aquí?
- Mary, no es nada – Dice Cleo
- ¿Y ellos?
- ¿Son extranjero? – Pregunta Cleo
- Señorita – Dicen ser soldados – Por precaución los trajimos ante la señora. -
Mary se mantiene con una mirada penetrante en Hermes.
- ¿Pero ellos como saben que son del enemigo? – Y observa a Hermes. Mary tenía un vestido rosado con un collar. Sus ojos celestes y su cabello dorado extenso denotaba sus risos. Tenía unos zapatos clásicos. Era una total doncella. Diferente de su hermana menor Cleo de veinte años. Mary posee tres años más.
- Bueno tomamos medidas – Se miran entre los guardias. -
- Libérenlos de inmediato – Le sonríe a Hermes. -
- ¿Mary? – Llama a su hermana, Cleo.
- Cleo. No creo que sean enemigos.
- Le agradecemos señorita. No quisimos traer problemas – Confiesa Takeda. -
Los traje hasta aquí por ayuda. Deben regresar a su hogar – Explica Mac. - -
¿Y de dónde son ustedes? – Se escucha la voz de lejos de la señora Margareth, o mejor dicho Lady Mont. -
- ¡Madre!
- ¡Señora! - hacen una reverencia los guardias
- Somos del ejército de los aliados. Soy el teniente primero fuerza aérea Hermes Phileas y él, es el cabo Takeda Inu. Parte de mi pelotón. No perdimos ante un ataque enemigos y nos estrellamos cerca de las montañas con nuestros aviones.
- ¿Ataque enemigo? ¿Aviones? ¿misión de reconocimiento? – Oigan ¿No habrán escapado de algún psiquiátrico no?
- No, pero seguro tú debes ser una experta en esos asuntos de trastornos mentales – Le dice Hermes burlándose con ironía colocando una mirada graciosa, y para concluir ladeando con las manos.
Cleo para entonces colocó una visión de rayos agresiva sobre Hermes. Estas muerto, pensó. -
- Seguro que eres un hombre muy cortes con las damas – Ironiza Cleo.
- Vamos dejen de pelear – Suplica Mary, harta de ello. – ¡Parecen niños!
- Si, por favor. Solo queremos regresar a nuestra base.
- Les ayudaremos – manifiesta Mary que le sonríe a Hermes y luego observa su madre y Cleo.
- Agradezco. Solo indíquenos el camino – Hermes no quería realizar una secuencia de conversaciones con estas personas que parecían salidas de un cuento medieval de hechiceros. Incluso en esa gran mansión – castillo, se encontraban infinidad de retratos y adornos que daban a entender que se encontraban en una casa adinerada. Poseían guardias ubicados en zonas estratégicas. Cada rincón era extenso. Tenía un gran living con cuadros de la familia. Las paredes del sitio decoradas con un color crema. Desde las afueras tenía forma de castillo con una cúpula en la cual extendía un pararrayos. Allí un guardia como centinela se encargaba de tocar una campana conforme lo que viese. Alrededor volaban unas extrañas aves muy parecidas a los cuervos, pero del tamaño humano. Daba pánico pensar que fueran carroñeras. Aunque Mary les indico que prefieren las frutas. Mientras se mantengan alimentados no ocurrirá nada.
Prosiguiendo recorrieron un pasillo grande al living en el cual mantuvieron la espera. Ambas madre e hija deliberaban unos temas. Cleo, estaba ocupada en otros asuntos. Era una veinteañera de un metro sesenta, amante de los viajes y su vida de doncella no se comparaba con la de su hermana. El padre de ellas, la formó en todo tipo de escuelas de batalla. Algo veía en
potencial. El internado tenía amplia estudio en lecciones de espada y arco flecha. Era extraño que una dama tan hermosa quisiere embarcarse en estos menesteres. A parte de ello poseía un carácter terrible como el de su hermana e irritante como preguntar mucho y actuar desmedidamente en situaciones límites. No faltaba su más habito de jactarse de buena cocinera y destrozar el estomago ajeno con manjares dignos de un dolor agónico de vientre y un lento aunque progresivo proceso digestivo e intestinal en el baño. Su buen corazón era como su rostro angelical cuando sonreía.
Hermes y Takeda aguardaron. Mac por ser del pueblo pudo regresar, y mientras platicaba con el guardia hacía tiempo para unos mandados que su padre le requirió. Un chico capaz de un metro cincuenta en pleno crecimiento. Leía mucho sobretodo libros de alquimia. Quería la ciencia como gusto y la magia en su profesión. Su padre le encargó el negocio familiar. Mac era de otra estirpe.
Hermes verificaba todo el sitio. No entendía nada de lo sucedido hasta el momento. Mantuvo su mirada en la imagen del hombre de bigote y frac de uno de los tantos cuadros. Este se ubicaba del lado de arriba de una mesa que poseía en su base un sable con inscripciones, colocado entre dos estantes con una malla de fibra de metal. Dos armaduras de metal de fierro del lado izquierdo y derecho hacían las veces de guardias de aquella reliquia. Takeda estaba más tranquilo. Pensaba en regresar al campo. Se sentía extenuado. Hermes temía que pudiera todo ser una trampa. No tenían opción alguna más que esperar. La puerta pronto se abrió y Mary ingresó con su madre y Cleo.
Las tres se sentaron en un sillón amplio. Del otro lado otro sillón a la par.
- Por favor tomen asiento – Expresa Mary –
- Pequeño ¿De ser posible puedes esperar fuera? Dice la señora de la casa a Mac.
- Claro. – el muchacho sale de allí y cierra la puerta.
- Disculpen. Teniendo presente que no son de por aquí. Quizás la seguridad se haya comportado con cierta rudeza. – Expresa Lady Mont, madre de Cleotilde y Mary – Mi nombre es Lady Margareth Mont de Evertast- ¿Qué los trajo al pueblo? Sean sinceros. Están seguros aquí.
Takeda iba a hablar, y Hermes interrumpió llevando su brazo como línea delante de éste.
- Deja que yo hable Inu.
- ¿Está bien teniente?
- Mi nombre es Hermes Phileas teniente del escuadrón albatros de la fuerza aérea de biplanos de la alianza mundial contra el imperio Bismark, y él, es el cabo segundo Takeda Inu. Estábamos en una misión de reconocimiento del otro lado de las montañas y nos atacaron. Una luz como destello cegó nuestro campo y aparecimos en el suelo de un bosque. No sabemos nada de nuestros aviones, ni cómo llegamos allí.
Lady Mont genera un gesto de extrañez ante las palabras de Hermes. Mary se colocó su dedo índice en los labios en un ademan pensativo dirigiendo la vista a su mente y Cleo parecía aburrirse llevando la palma de su mano a la mejilla izquierda en una posición cómoda.
- Es una historia bastante increíble – Manifiesta Cleo.
- Si no sabemos nada de ese imperio ¿Tendrá que ver con el reinado del dragón de Drake?
Ahora los despistados en sus rostros eran Takeda y Phileas.
- Mmm ¿Drake?
- En efecto. Ustedes no son, ni saben nada. – Lo puedo discernir con facilidad
– Confiesa lady Mont– Podrán quedarse aquí. Veremos a la sacerdotisa Kik. Ella los podrá ayudar.
- ¿La sacerdotisa madre? – Pregunta Cleo. -
- Ella es una persona de edad avanzada – Dice Mary. -
- Si. Y no se debe molestar en lo más mínimo. Pero hay algo en estos dos jóvenes que me da la impresión de que han venido de muy lejos y que este nuestro lugar no es de ellos. Será un presentimiento tal vez.
Hasta el momento Hermes y Takeda se mantuvieron en silencio. Se miraron en cierta oportunidad pues no comprendían sobre aquel reino. Sin embargo debían ser pacientes y aguardar lo que la situación surrealista les depare.
Uno de los cuadros parecía tener un caballero clavando una espada a un demonio en forma dragón. Ello llamó la atención de Hermes. Lady Mont se percata de ello.
- Es la batalla de la espada. Es allí en donde nuestro antepasado venció al demonio Falkner.
- ¿Demonio Falkner?
- Si. Es un demonio parte de la orden del dragón. Ahora comandada por Drake. Nosotros guardamos celosamente aquí ese objeto que nos llevó a la victoria ya hace más de doscientos años. Pero hace poco han resurgido nuevas fuerzas y se dice que aquella bestia podría estar resurgiendo. Es por ello que todo el continente se encuentra en un alerta. Ella, pensaba en amenaza de Drake y la orden del Dragón.
- Es interesante.
- Si, y peligroso.
- Lord Drake. Estamos listo para enviar a la criatura.
- Perfecto. Solo quiero la espada. No me importa lo demás. ¿Entendido?
- Señor ¿No cree que las demás alianzas puedan causar alborotos?
- ¿Estás cuestionando mi poder heraldo?
- No señor. Perdone la intromisión.
- Las demás naciones saben de nuestro poder en este bendito continente. Ni los clanes, ni la iglesia, ni nadie puede objetar un poder.
En aquel palacio las paredes de color rojo sangre albergaban un amplio grupo de soldados. La orden del dragón de Drake estaba lista para dar comienzo a su misión. Alrededor del campo hay un rio del color de la sangre. Allí van a ser depositados los cadáveres de rehenes de otras regiones. La orden del dragón crea guerreros a través de los médicos mortuorios del Rhindo. Una tribu especialista de esa misma región, encargada de recrear con huesos y piel lo que la vida ha dejado.
- Estén preparados – Grita el guardián del agujero. – De inmediato abre la gran jaula de acero candente y unos ojos en medio del oscuro sitio se tornan color rojo. El guardián tiene el control de la salamandra mortal. Un monstruo del tamaño del edificio. Que vive entre las orillas del final del continente y ahora trabaja para Lord Drake de la orden del Dragón.
Paso a paso la criatura sale de sus mazmorras. A medida que hace su aparición. El enorme reptil abre sus fauces y controla con la insípida lengua palpando el terreno. Todos los soldados allí. Uno tropieza y la legua lo captura llevándolo a sus fauces. El guardián ríe de los gritos de terror, mientras el crujido de los huesos termina mutilando entre sangre y carne derramada los restos de ese ser.
Pronto se pone firme y el brujo le imparte las órdenes al grupo de corsarios en caballos-demonio que deberán traer la espada y otro encargo. Estos luego de que la bestia se calmase hacen su aparición desde un agujero oscuro del cual pertenecen. Demonios que realizan su trabajo. Entes que no pueden morir. Vástagos de la maldad en la cual se haya desde del plenilunio universo del agujero de la oscuridad en la cual se esconden todos las miserias de la tierra
Los cuatros jinetes de la muerte. Parte esqueleto parte carne pútrida salen de inmediato.
- Deben traerme la espada de la mansión Everlast. –Comenta el gran brujo – Lo demás queda por su cuenta
Los mercenarios asienten el mensaje. La criatura será su respaldo. Para asegurar el éxito de la misión. Con la orden impuesta. Los jinetes se alzan en sus caballos- demonio y alzan vuelo rasante. Detrás de ellos la salamandra.
Pronto salen su búsqueda y un veneno se extiende a su alrededor. Algunos seres vivos son alcanzados y sin manera de escapar son reducidos a cenizas quemándose desde la piel hasta los huesos. Cada animal, y planta se desintegra. Los que escapan. Salen atemorizados. El veneno se disipa y a lo extenso se ven a los detractores de muerte sobrepasar con velocidad los cielos que se nublan. Algunos pobladores que trabajan la tierra de cultivos de maíz y otros alimentos en las cercanías de un poblado, notan ello.
- ¡Son los jinetes demonio! – Da el aviso un mensajero.
- ¡Vámonos de aquí! – Huye uno de los labradores.
- Corran a sus casas – Expresa un aldeano.
Los jinetes desaparecen junto a la bestia. La gran Salamandra. -
Hermes y Takeda. Aguardan en otro hall de la casa a fin de determinar su destino. Caía el atardecer en la mansión-castillo de Everlast.
Un perro con grandes orejas y ojos grandes y naranjas, juega con una vara en el gran patio.
- Teniente ¿No cree que éste lugar y todo alrededor es muy extraño?
- Si lo he notado de un principio.
- No parece el mundo que conocemos. Tengo esa impresión.
- Más bien parece un mundo mágico que desconocemos.
- Hermes ¿por qué no vamos por aquí? No lleva a ningún lado
- Me tienes harta con tu negativa manera de ver todo como un inconveniente
- ¿Y tú? ¿No recuerdo haberte dicho que vengas?
- Para tu información es mi problema también. -
- Oye Cleo ¿no sería mejor que dejases esto a quien sabe resolverlo?
- ¿Para qué? Lo arruinaras ¡Vamos Hermes! Te hago falta. No puedes vivir sin mí
- Lo único que me hace falta es una buena cama y un poco de licor. Diablos este niño lo ha vaciado – Hermes saca su petaca y abre la roca intentando sacar alguna gota de ello.
- Eres un caso perdido. Dios quisiera estar en un pueblo comprando y visitando
- Hay uno allá – Señala, indicando con su dedo hábil de la mano derecha. -
- ¡No seas payaso! – Frunce el ceño Cleotilde. Aparte no pienso pasar por el camino de las al arpías
- Y yo no quiero estar allí para salvarte en tu mundo mágico – Le comenta con sarcasmo
- Perdone señor valiente ¿Sabías que existe algo llamado caballero? – Le pregunta con mirando con risa estrepitosa
- Si son esos que salvan a un vieja histérica – confiesa Hermes levantando su nariz. Cleo cierra sigilosamente los ojos apuntando como una flecha a Hermes sacando humo de su cabello amarillo con pintas de marrón.
- Mmm. Mejor cierro la boca – Dijo por sus adentros. -