Septimus Rosier, recién ascendido a un trabajo de oficina en el Departamento de Aplicación de la Ley Mágica del Ministerio de Magia, se encontraba atrapado en medio en la reorganización después de que los despidos procurados por la nueva administración causaran problemas. Mientras revisaba los expedientes sobre su escritorio, una carpeta en particular llamó su atención. Era el caso de Harry Potter, el Niño que Vivió.
Ese archivo no debería estar allí, pues correspondía a la oficina de Cuidado de Menores Mágicos mantener y gestionar los archivos de los niños mágicos huérfanos.
Septimus, tentado por la extraña oportunidad de aprender algo sobre el supuesto salvador, procedió a echar un vistazo al expediente, y no le tomo demasiado notar las irregularidades en torno a la información de Harry; el expediente estaba casi vacío, su nombre fecha de nacimiento, los nombres de sus padres, y luego nada… todo lo demás estaba sellado con magia. Y la información había sido sellada de forma inusualmente estricta, lo que despertó sus sospechas. Convencido de que algo no estaba bien, decidió emprender una investigación por su cuenta. Y usando uno de sus contactos en Gringotts, consiguió que un rompe maldiciones eliminara la magia que mantenía la información alejada de su vista.
Durante días, Septimus se sumergió en la investigación, recopilando pistas y siguiendo cada hilo de información. Finalmente, sus pesquisas lo llevaron a descubrir la terrible verdad: Harry Potter el heredero y ultimo miembro de la Antigua y Más Noble Casa de Potter había sido dejado al cuidado de sus familiares mugles, descuidando su formación en las viejas costumbres y el protocolo mágico.
Y lo peor de todo, lo trataban peor que a un elfo doméstico.
Septimus se encontraba ante un dilema. Por un lado, su linaje y lealtades pasadas lo tenían como un partidario del lado tradicionalista del Wizengamot. Por otro, su cansancio ante la corrupción del Ministerio y las atrocidades cometidas por ambos lados durante la Guerra de Sangre le habían dejado un mal sabor de boca, por lo que quería rectificar todo lo ocurrido allí y procurar que todas sus acciones fueran justas. Sabía que debía tomar una decisión, y eso implicaba buscar ayuda.
Tras investigar los lazos familiares restantes de Harry Potter, decidió ponerse en contacto con Arcturus Black, un pariente lejano de Harry, su tío abuelo y señor de la Antigua y más Noble Casa Black. Estaba convencido de que Arcturus no estaría contento con la situación y procuraría una forma de mantener a su sobrino nieto a salvo y bien cuidado.
Así pues, tras investigar un buen tiempo. Septimus descubrió que Lord Arcturus Black se quedaba en una finca aislada desde comienzos de la Guerra de Pureza, por lo que se dispuso a ir allí, para ponerle al corriente de la situación del niño Potter.
Curiosamente, la mansión no estaba oculta y su ubicación no se encontraba protegida contra la aparición, algo extraño considerando lo desconfiados y privados que solían ser los Black.
Una vez frente a la puerta de ébano negro de la finca, Septimus se sintió un poco nervioso, se decía que además de Dumbledore y el Señor Tenebroso, Arcturus Black y Charlus Potter habían sido algunos de los magos más poderosos de Gran Bretaña en la historia reciente.
Septimus toco la puerta varias veces hasta que escucho pasos cansados y pesados acercarse. Una vez que los pasos se detuvieron, la puerta se entreabrió ligeramente.
—¿Qué diablos quieres? —gruño el anciano desde el interior— ¿es mucho pedir que dejen a un anciano morir en paz?
Eso desconcertó a Septimus, pero no podía permitir que su viaje se desperdiciara, o tendría que recurrir a Narcissa Malfoy quien era prima segunda de Harry.
—Lord Arcturus Black, soy Septimus Rosier del Departamento de Aplicación de la Ley Mágica. Necesito hablar con usted sobre un asunto de extrema importancia.
—¡¿Y qué diablos quiere un mocoso del DMLE de mí?! —respondió enfadado.
—Lord Black, le aseguro que no habría venido si no fuera importante —se apresuró a decir Septimus pero vio que la puerta se comenzaba a cerrar completamente— se trata de su sobrino nieto, señor. De Harry Potter.
—¿Y por qué lo que pase con ese niño seria problema mío? —pregunto abriendo la puerta.
—Señor, no creo que sea prudente hablar sobre esto en su puerta —respondió Septimus.
Arcturus gruño y se apartó de la puerta le dio la espalda y comenzó a caminar hacia el interior, apoyando el peso de su lado derecho a cada paso en su bastón.
—¡¿Qué esperas, un búho?! ¡Apresúrate y entra antes de que cambie de opinión! —grito Lord Black de mal humor.
Septimus entro rápidamente y cerró la puerta tras él. Y se apresuró a seguir al anciano Lord Black que se movía demasiado rápido para alguien que proclamo que quería que le dejaran morir en paz.
La finca era oscura, con papel tapiz de color verde y distintos tonos opacos con algunos remates plateados. La casa estaba perfectamente mantenida. Y en las diversas vitrinas y arrimos estaban puestos objetos de variadas formas y tamaños. Pero todos parecían encantados pues la magia era fácilmente perceptible al punto de causar escalofríos.
—No toques nada, muchos de esos objetos están tan malditos que el mismo Voldemort correría si los viera.
Septimus trago sonoramente al darse cuenta que las historias sobre las siniestras y oscuras colecciones de los Black eran ciertas.
Llegaron a una pequeña sala de estar con un par de sillones antiguos y de aspecto gótico.
—Siéntate, muchacho. —indico Arcturus— ¿No tenías algo que contarme de mi sobrino nieto? ¡Pues, habla!
*Glup* Septimus se sentó tras tragar saliva sonoramente, sabía que lo que estaba a punto de contarle a Lord Arcturus Black no le resultaría agradable al temible anciano, solo podía esperar que no reaccionara violentamente o se desquitara con él.
—Lord Arcturus, vera… Yo fui ascendido recientemente, y en medio de la reestructuración de las oficinas y el personal, el expediente de Harry Potter acabo mezclándose con los expedientes de mi oficina.
—Al grano, muchacho, ve al grano, no tengo tiempo para desperdiciar, ni la paciencia para tolerar que des rodeos —respondió Arcturus.
—Eh… entendiendo Lord Black —comenzó Septimus, pero un gruñido del anciano le decía que no estaba satisfecho con sus demoras— Me dio curiosidad pues no había información pública sobre alguna familia mágica tradicional que hubiera acogido al niño, por lo que leí el expediente.
—Lo supuse, y supongo que había algo extraño, de lo contrario no vendrías a molestarme en mi casa —gruño Arcturus— ni siquiera ese mestizo engreído de Riddle se atrevió a tocar mi puerta tan groseramente —añadió impaciente, sus ojos brillaban y destellaban debido a su magia, y Septimus supo que debía acelerar la conversación.
Sabiendo que no debía presionar aún más su suerte al tratar con el anciano Lord Black, Septimus se apresuró a hablar.
—La información estaba completamente sellada, el expediente parecía estar en blanco en gran medida debido a encantamientos de privacidad y secreto, tuve que recurrir a un contacto en Gringotts, uno de sus rompe maldiciones para acceder al contenido.
Arcturus simplemente gruño en reconocimiento. Por lo que Septimus continuo.
—Harry James Potter, fue puesto bajo la custodia de sus parientes de sangre más cercanos, en este caso, la hermana muggle de su madre… es decir, que obviando el hecho de que el joven Potter es el heredero de la Antigua y más Noble Casa de Potter, fue alejado del Mundo Mágico, y se le privo de una educación adecuada para un heredero.
Arcturus Black frunció el ceño, y se levantó enfadado.
—¡¿Me estás diciendo, que el nieto de Charlus y mi hermana Dorea… está siendo criado por muggles?! —rugió dando un golpe contra la mesa de centro frente a los sofás.
Septimus asintió a gran velocidad con la cabeza mientras una capa de sudor frio se deslizaba por su frente, el arrebato de Arcturus había provocado que su magia reaccionara y manara en oleadas que lo presionaban y le provocaban un gran temor.
—Lord Black, aún no he terminado… es mucho peor, en realidad… yo… visite la residencia actual del niño —soltó Septimus asustado por la forma en que Arcturus reaccionaria considerando su arrebato por la primera parte de la información.
Arcturus le dio una mirada dura, pero asintió y se sentó nuevamente. Septimus considero aquello una invitación a continuar.
—La Casa está en Little Whinging en Surrey. La familia muggle es de lo peor, lo tratan como un esclavo, peor de cómo se trata a un elfo doméstico, además se ensañan con él, hasta donde averigüe los castigos físicos no son extraños siempre que haya magia involucrada.
Para cuando termino, estar en presencia de Arcturus Black era verdaderamente aterradora, su expresión era una máscara sin emoción, pero a juzgar por sus puños apretados, y la magia alborotada, era fácil ver que estaba furioso.
—¿Little Whinging en Surrey? —pregunto con tono plano —¿algo más específico?
—Privet Drive número cuatro, señor. —respondió Septimus.
Arcturus se levantó y camino hacia la entrada.
—Señor, ¿A dónde va? —pregunto Septimus mientras le seguía.
Lord Black no lo miro, pero aún le respondió.
—Estoy visitando Little Whinging —fue su respuesta.
—¿Por qué no solo se aparece? —pregunto Septimus curioso.
—Estas salas impiden entrar o salir por aparición del interior de la casa, no me gustan las visitas, y prefiero que los que entran sin permiso no se vayan, incluso si fueran de la familia, no cuando esta la Maldición Imperio disponible para cualquiera con medio cerebro y una pizca de magia para aplicarla.
Una vez que Arcturus y Septimus cruzaron el umbral de la entrada, la puerta se cerró. Y antes de que Septimus Rosier pudiera decir algo más, Arcturus Black desapareció dejándole atrás.