La sangre de Reynarth se agitaba con violencia, como si estuviera a punto de hervir, y él sentía cómo su cuerpo se transformaba de manera inimaginable. Su piel se desprendía en pedazos, revelando los músculos palpitantes debajo, que se regeneraban a una velocidad asombrosa.Los músculos se desgarraban y se reconfiguraban en un ciclo interminable de destrucción y reconstrucción. Sus huesos se fracturaban en fragmentos minúsculos, solo para unirse nuevamente, volviéndose más densos y fuertes. Cada vez que se reconstituían, el esfuerzo para desmoronarlos de nuevo aumentaba, intensificando su dolor hasta un nivel casi insoportable."Aaaahhhh"El grito de dolor de Reynarth resonaba en el almacén, un eco de su sufrimiento. El aire a su alrededor se calentaba tanto que los trozos de piel desprendidos se carbonizaban, transformándose en cenizas flotantes. Las vigas de madera del techo comenzaban a carbonizarse, tiznándose de negro bajo el calor abrasador. El olor a quemado llenaba el aire, marcando el inicio de un nuevo camino pavimentado con sangre y cadáveres.Después de un tiempo indefinido, un silencio sepulcral se apoderó del almacén. Era tan profundo que ni siquiera el zumbido constante de las cigarras se podía escuchar. La quietud era absoluta, como si el tiempo se hubiera detenido. Y entonces, de repente...¡BOOOM!Las vigas carbonizadas que se amontonaban en el suelo salieron disparadas en todas direcciones, despejando el espacio para la aparición de una figura humanoide. Los sonidos de una respiración agitada y pesada llenaban el aire."¡Huff, huff!"Cuando el polvo se asentó, la figura se reveló claramente. Era Reynarth, pero había cambiado. Ya no era el mismo que había entrado en el almacén horas antes.Reynarth se erguía en el centro del almacén, su presencia era abrumadora, como una bestia salvaje liberada. Su cuerpo, antes frágil y débil, ahora emanaba una energía poderosa, como si hubiera sido forjado en las llamas más ardientes del infierno.Su piel, antes pálida y enferma, ahora tenía un tono blanco parecido al jade, brillando bajo la luz de la luna. Su ropa se había desintegrado, dejando solo unos pantalones cortos que apenas cubrían su cuerpo.Los músculos de su cuerpo se habían definido, marcándose bajo su piel con una apariencia saludable y robusta. Sus manos, antes suaves y delicadas, ahora terminaban en garras negras y afiladas.Además, su estatura había aumentado. Cada centímetro de su ser emanaba un aura de poder y peligro. Reynarth había cambiado, y este nuevo ser era algo a lo que el mundo tendría que acostumbrarse.Sus ojos, cerrados con fuerza, temblaban constantemente. De repente, se abrieron, desatando un brillo escalofriante. Sus ojos, ahora totalmente rojos, estaban inundados de ira.Permaneció inmóvil, con la mirada perdida, hasta que alzó la cabeza y abrió la boca, revelando caninos afilados y amenazantes. "GRRRAAAHHH... RRRROOOAAARRR..." Un grito se transformó en un rugido gutural, anunciando su presencia a este mundo.Reynarth había renacido, transformado en un nuevo ser. Su grito de guerra resonó en la noche, una promesa de venganza.Cuando el rugido se apagó, Reynarth quedó contemplando la luna. La luz plateada bañó su rostro, devolviéndole la lucidez a su mente y el rojo de sus ojos comenzó a desvanecerse, dejando al descubierto su azul profundo característico.FUUUUUUn viento fresco comenzó a soplar, jugueteando con los cabellos de Reynarth. Observó sus manos, sus garras negras y afiladas seguían ahí."Mierda", susurró, mientras examinaba sus garras. "Esto sí que es algo nuevo. Pero, ¿Qué demonios me ha sucedido?"Los recuerdos del infierno que había vivido le inundaron, llenando su frente de sudor frío. "Bien, entonces supongo que ya no soy 100% humano, o quizás nunca lo fui. Así que eso me regresa a la pregunta principal... ¿¡Qué diablos soy!?"Las caras de cuatro individuos acudieron a su memoria. "Antes de descubrir qué demonios se supone que soy, primero tendré que encargarme de esos tres bastardos y esa perra."Recordando lo que le habían hecho pasar, sus ojos empezaron a teñirse de rojo nuevamente. Intentando sofocar la furia que se gestaba en su pecho, empezó a respirar profundamente. "Tranquilo, Reynarth. Pronto harás que todos paguen, y con intereses exorbitantes.""JAJAJAJAJAJA"Se echó a reír, imaginando cómo haría pagar a esos idiotas. Su risa resonó en la quietud de la noche.Reynarth volvió su mirada hacia la luna, admirando su belleza. "No recuerdo que la luna en la Tierra fuera tan grande ni tan hermosa", murmuró. Sacudió la cabeza y comenzó a caminar de vuelta a la ciudad, pero se detuvo abruptamente y miró hacia abajo."¡Y mi ropa! Esto tiene que ser una broma. No puedo ir por ahí casi desnudo; pensarán que estoy loco o que soy un exhibicionista. Aunque realmente no me importa lo que piensen, no es adecuado andar así. Necesito encontrar algo con qué cubrirme", reflexionó Reynarth, mirando con desdén los restos de sus ropas.A pesar de su aparente indiferencia, Reynarth no podía negar la incomodidad de la situación. Con un suspiro resignado, decidió dirigirse a la ciudad, evitando las miradas curiosas para buscar algo de ropa, mientras la luna seguía brillando en el cielo nocturno, ajena a su dilema.