En un campo de batalla desgarrado por las ondas de choque, dos figuras de gran tamaño se destacaban en el cielo.
Una de ellas estaba cubierta de escamas que reflejaban todos los colores del arcoíris, y estaba rodeada por ocho esferas, cada una formada por los elementos más puros: tierra, agua, viento, fuego, trueno, sombra, luz y madera. Cada esfera estaba tan condensada que no había ni una sola mota de cualquier otro elemento presente.
La otra figura era indistinguible, envuelta en una oscuridad tan espesa que devoraba la luz circundante, creando un vacío de negrura absoluta.
"JA JA JA JA"
Una risa salvaje y desquiciada resonó desde la oscuridad. "Todo esfuerzo de resistencia es inútil. A pesar de que controlas todos esos elementos, no podrás vencerme. Somos los seres más cercanos a la esencia del caos en este mundo. Después de acabar contigo, reinaremos en este mundo, como siempre debió haber sido."
"Tengo que admitir, que eres una anomalía por lograr controlar todos esos elementos, Pero están separados, los controlas de manera individual, nunca se fusionarán en uno solo. Y es por eso que estás destinado a perder contra mí. Desde la planta más diminuta hasta la totalidad de este planeta, todo siempre regresa a la nada. La nada lo engloba todo. La nada dio origen al caos, el caos engendró el Yin y el Yang, el Yin y el Yang dieron vida a todas las cosas, y eso incluye a tus preciados elementos. Y adivina qué... ¡YO SOY LA NADA!"
Con ese último grito, la figura envuelta en oscuridad se lanzó en un ataque frenético contra la figura con escamas del arcoíris. En respuesta, la figura del arcoíris también se lanzó al ataque, su silencio contrastando con la furia de su oponente.
La batalla que siguió fue apocalíptica. Las ondas de choque de sus enfrentamientos enviaban olas de energía que destrozaban el terreno circundante, transformando el campo de batalla en un paisaje desolado y desgarrado. Los elementos que rodeaban a la figura del arcoíris chocaban contra la oscuridad que envolvía a su oponente, creando explosiones de luz y oscuridad que iluminaban el cielo.
Se podía ver a los distintos elementos bailando en el aire. El fuego ardía con una intensidad cegadora, sus llamas danzaban y se retorcían como serpientes vivas. El agua fluía como un río furioso, sus olas chocando y rompiéndose en espuma blanca. El viento soplaba con una fuerza desenfrenada, sus ráfagas cortantes como cuchillas invisibles. La tierra se levantaba en picos y valles, su superficie agrietada y rota. El trueno rugía en cielo. Los relámpagos surcaban el cielo como flechas de luz, sus destellos iluminando la oscuridad. El aire se estremecía con el estruendo.
Pero cada vez que entraban en contacto con esa oscuridad, se transformaban, dejando atrás totalmente la apariencia que tenían antes.
El fuego se entrelazaba con la oscuridad, creando llamas negras que consumían todo a su paso. El agua se mezclaba con la oscuridad, formando remolinos de líquido oscuro que arrasaban con todo. El viento soplaba contra la oscuridad, creando tornados de sombras que desgarraban el cielo. La tierra se alzaba contra la oscuridad, formando montañas de roca negra que se desmoronaban bajo su propio peso.
Al entrar en contacto con la oscuridad, el trueno experimentaba una transformación impactante: su resplandor cian original se oscureció, volviéndose negro con rastros de rojo.
Estos relámpagos oscuros y atronadores se desataban alrededor del campo de batalla, dejando desgarros espaciales por donde pasara, llenando todo con su poder eléctrico. Los rayos negros, las llamas negras, los remolinos oscuros, los tornados de sombras y las montañas de roca negra. Todo se estaba mezclando, creando un mundo de destrucción.
Y así, la batalla continuó, con cada choque de elementos y oscuridad enviando ondas de choque a través del campo de batalla. La figura arcoíris y la figura de la oscuridad se enfrentaban una y otra vez, cada encuentro más feroz que el anterior.
Finalmente, con un último grito de desafío, la figura del arcoíris lanzó todas sus esferas elementales hacia la figura de oscuridad. La oscuridad respondió con un rugido, liberando una ola de oscuridad que se extendió por todo el campo de batalla.
Hubo un destello cegador de luz, y luego... silencio.
Cuando la luz se desvaneció, la figura del arcoíris y la figura de la oscuridad habían desaparecido. El campo de batalla estaba en ruinas, con solo la destrucción a su alrededor para dar testimonio de la batalla que había tenido lugar.
y entonces, Reynarth despertó.
El sol brillaba con intensidad a través de la ventana, cegando temporalmente a Reynarth.
Volviendo a tomar ropa del armario de Richard, bajo a la cocina a prepararse un cereal con leche y se fue a la sala a ver la televisión.
Era domingo en la mañana por lo que estaba el noticiero con lo que sucedió en la semana.
"En noticias más recientes, un suceso espeluznante ha sacudido a la comunidad. Anoche, en el sótano de un conjunto de departamentos abandonados, se descubrió una macabra escena: una multitud de cuerpos yacían esparcidos por el suelo. La policía fue alertada por un vagabundo que buscaba refugio para pasar la noche. La visión era horrenda: cuerpos por doquier, algunos con extremidades faltantes y en avanzados estados de desnutrición. Pero lo más aterrador es que todos, sin excepción, presentaban el pecho destrozado y..." La conductora hizo una pausa, tomando una profunda respiración antes de continuar. "Les faltaba el corazón, como si se los hubieran arrancado brutalmente de sus pechos."
"Las autoridades aún no han emitido una declaración oficial sobre quién o qué podría haber perpetrado tales atrocidades. Deseo de todo corazón que el culpable sea encontrado pronto y juzgado. Eso es todo por el momento, soy Victoria Mcgleen y esto fue NSS."
Reynarth permanecía frente al televisor, con la mirada perdida, sin saber en qué momento exactamente dejó de escuchar las palabras de la presentadora. Su mente se había sumergido en los recuerdos de lo vivido en aquel sótano.
***
"Aaaaaah" resonó un grito que tomó por sorpresa a los presentes. Arlen y el hombre se volvieron para identificar al responsable de tal alboroto, pero quedaron atónitos al encontrarse con un joven de cabello rubio, ojos tan rojos como la sangre y garras afiladas como cuchillas.
"AAAAHHHGRRRAAAHHH" El grito del joven se convirtió en un rugido gutural mientras se agarraba la cabeza como si soportara un intenso dolor.
"¡Demonios!" El tono del jefe era grave, sus palabras resonaban en el aire mientras retrocedía con cautela. Sus dedos, se deslizaron dentro del bolsillo de su pantalón, extrayendo dos cubos metálicos de una pulgada de tamaño.
Un silencio se apoderó del lugar, solo roto por el zumbido de la transformación. Los cubos, con una voluntad propia, comenzaron a fusionarse, adoptando la forma de una imponente alabarda plateada que brillaba bajo la tenue luz. "¿Cómo diablos encontraste este lugar, abominación?" gritó, su voz llena de rabia y confusión, pero su pregunta se perdió en el aire, sin obtener respuesta del joven que continuaba con su agonía, su rostro retorcido por el dolor.
El joven, después de lo que parecieron horas, finalmente dejó de gritar. Se quedó allí, inerte, con la cabeza gacha y la respiración agitada, como si hubiera corrido una maratón.
Arlen, que había permanecido en silencio, observó con atención al joven frente a él. Su figura, aunque transformada por el dolor, le resultaba extrañamente familiar. Le recordaba a un hombre de apariencia escuálida y baja estatura.
"¿Podría ser...? No, no puede ser. ¿Cómo podría cambiar tanto en solo unos días?" La duda invadió su mente, creando un mar de incertidumbre.
Con pasos lentos y cautelosos, se acercó a la figura. Extendió su brazo con la intención de tocarlo, de confirmar su sospecha. "¿Reynarth, eres tú...?" Las palabras apenas salieron de sus labios cuando el joven levantó la cabeza, sus ojos rojos y enloquecidos se encontraron con los de Arlen.
La imagen de esos ojos, llenos de locura y sed de sangre, se grabó en la mente de Arlen. Fue lo último que vio antes de ser lanzado por el aire, cayendo al suelo con la mitad de su brazo desaparecido y una herida profunda que dejaba a la vista el hueso, atravesando su cuerpo en diagonal.
Con un sonido sordo, su cuerpo se desplomó sobre el suelo. Un gemido de dolor, "Aaargh", se escapó de sus labios mientras luchaba por mantenerse consciente. Su visión se volvía cada vez más borrosa y un dolor insoportable se apoderaba de él, como una tormenta que arrasaba con todo a su paso. Podía sentir cómo la vida se le escapaba.
A pesar de su vista nublada, pudo percibir una sombra que se precipitaba sobre él. Con un último esfuerzo, levantó su brazo restante en un intento desesperado de protegerse. Pero su esfuerzo fue en vano. Su único brazo fue cortado por la mitad, como si fuera mantequilla enfrentándose a la hoja caliente de un cuchillo.
Lo último que sintió fue una mano atravesándole el pecho, un dolor tan agudo que parecía que su cuerpo se partía en dos. Y así, la luz en sus ojos se apagó, como una vela que se consume hasta el final. Su cuerpo quedó inerte, la vida que una vez brilló en él, ahora se había extinguido.
La sombra no se detuvo allí. Con su otra mano, ensanchó el agujero en el pecho de Arlen, extrayendo su corazón. El órgano, tibio y goteando, fue llevado a la boca de la figura con una ferocidad que helaba la sangre. Devoró el corazón, la sangre roja y vital goteaba por su rostro, manchando su piel con el último rastro de vida de Arlen.
El jefe permaneció inmóvil, observando con una mirada impasible cómo el joven mataba y devoraba el corazón de Arlen. No hizo ningún intento por intervenir, como si la vida del joven no tuviera ninguna importancia para él.
Después de terminar su macabra cena, los ojos de Reynarth se volvieron aún más rojos, como si la degustación de la sangre hubiera despertado en él una sed insaciable. Su mirada se deslizó por la sala, pasando por las figuras débiles yacientes en las camillas, luego a los contenedores de sangre que se encontraban en el centro de la sala.
Finalmente, su mirada se detuvo en un hombre de mediana edad, calvo, que sostenía una alabarda plateada. Reynarth lo observó, sus ojos llenos de sed de sangre. Parecía como si hubiera encontrado su próximo objetivo.