Año: 1800 a.C., Tebas.
La vida nocturna en Tebas era un espectáculo en sí misma, un mundo que cobraba vida bajo el manto de la oscuridad, donde los vampiros, Adrian y Lysara, se movían con cautela y discreción. La ciudad, aunque vibrante y llena de vida durante el día, revelaba un aspecto completamente diferente cuando el sol se ponía, permitiendo que criaturas de la noche emergieran de sus escondites.
Lysara, a pesar de ser una vampira, mostraba una fascinación casi infantil por la vida humana. Sus ojos, brillantes con curiosidad y asombro, observaban desde las sombras cómo los mortales vivían sus vidas, cómo celebraban, lloraban y amaban. Aunque no podía participar directamente durante el día, recogía historias, escuchaba conversaciones y observaba desde lejos, aprendiendo y entendiendo sus costumbres y cultura.
Adrian, por otro lado, era un mar de tormenta interna. Su ira, siempre latente, y su deseo, perpetuamente ardiente, eran cadenas que lo ataban, recordándole constantemente la bestia que era. La humanidad en él estaba oscurecida por estas emociones intensas, y cada noche era una batalla para no sucumbir completamente a ellas.
Lysara se convirtió en sus ojos y oídos durante las horas en que él no podía deambular. Aunque no podía soportar la luz del sol, se aventuraba lo más cerca posible de ella, observando la vida diurna desde las sombras y compartiendo sus observaciones con Adrian cuando el manto de la noche les permitía explorar juntos.
Una noche, mientras se movían por las sombras de la ciudad, Lysara compartió sus pensamientos con una voz suave, "Adrian, ¿alguna vez seremos capaces de ser parte de su mundo sin que nuestra verdadera naturaleza nos delate?"
Adrian, con su mirada fija en los humanos que se movían inconscientes de su presencia, respondió con voz grave, "No lo sé, Lysara. Pero es un esfuerzo que debemos hacer. Nuestra existencia no debe ser un perpetuo exilio en la oscuridad."
Con el tiempo, encontraron maneras de integrarse en la sociedad nocturna de Tebas. Lysara, con su habilidad para mezclarse y su entendimiento de las costumbres humanas, se hizo pasar por una comerciante nocturna, proporcionando bienes raros y exóticos que eran difíciles de adquirir durante las horas diurnas. Adrian, aunque menos visible, se convirtió en una especie de protector en las sombras, manteniendo a raya a aquellos que amenazaban la paz de la noche.
Pero incluso con su nueva vida, Adrian luchaba. Cada mujer que cruzaba su camino era un recordatorio de su deseo insaciable, y cada injusticia que presenciaba encendía su furia. Lysara se convirtió en su calma, su luz en la oscuridad, ayudándolo a mantener a raya a la bestia que amenazaba con desbordarse.
La pregunta, sin embargo, permanecía: ¿podrían realmente coexistir en este mundo de luz y oscuridad, o la oscuridad en su interior los consumiría eventualmente a ambos?