Año 1769 a.C., Tebas.
La tensión en el aire era palpable, incluso las sombras parecían temblar bajo el peso de la ansiedad que se había apoderado de Tebas. Las calles, una vez llenas de vida y comercio, ahora estaban desiertas, con solo el ocasional murmullo de las patrullas de guardias rompiendo el silencio. Adrian y Lysara, dos criaturas de la noche, se encontraban ahora en un dilema, su libertad nocturna arrebatada por el miedo y la sospecha que se había extendido por la ciudad.
Adrian, con su imponente estatura y ojos que reflejaban una eternidad de secretos, observaba desde la oscuridad, su mente calculando, evaluando. Lysara, con su cabello rubio fluyendo suavemente sobre sus hombros, se mantenía a su lado, su expresión serena, pero sus ojos revelaban una tormenta de preocupación y miedo.
"Podríamos acabar con ellos, Lysara", murmuró Adrian, su voz apenas un susurro en la noche, "Podría hacerlo fácilmente, liberarnos de este confinamiento."
Lysara, su mirada fija en la calle desierta, respondió con calma, "No, Adrian. No es nuestro camino. No podemos simplemente extinguir vidas porque nos resulte conveniente."
Adrian giró hacia ella, su expresión inmutable, pero sus ojos ardían con una mezcla de frustración y desesperación. "¿Y cuántas vidas se han perdido ya por nuestra existencia, Lysara? ¿Cuántas más se perderán si no ponemos fin a esto ahora?"
Lysara se acercó a él, colocando una mano suavemente en su brazo, su voz suave pero firme. "No somos monstruos, Adrian. No debemos permitir que esta oscuridad nos quite eso. Hay otro camino, siempre hay otro camino."
Y así, en lugar de optar por la violencia y la destrucción, buscaron refugio. Encontraron una casa abandonada, oculta en las sombras de la ciudad, lejos de las rutas patrulladas por los guardias. Era un lugar desolado, pero ofrecía lo que más necesitaban: sombra y refugio.
Dentro de las paredes desmoronadas de la casa, Adrian y Lysara encontraron un tipo diferente de paz, una aceptación silenciosa de su situación y de los desafíos que enfrentaban. Las noches eran un juego de espera, escuchando los pasos de los guardias que pasaban, los murmullos de sus conversaciones, y los suaves sollozos de una ciudad que estaba atrapada en el miedo.
Lysara, con su innata curiosidad y astucia, comenzó a formular planes, estrategias para moverse sin ser detectados, para alimentarse sin llamar la atención, y para, con suerte, encontrar una solución a la amenaza que se cernía sobre ellos.
Adrian, por otro lado, luchaba con la bestia interior, esa parte de él que ansiaba la libertad, que deseaba desatar la oscuridad que llevaba dentro. Pero en los ojos claros de Lysara, encontró una razón para resistir, para buscar un camino diferente a través de la noche.
Juntos, en la oscuridad de su refugio, comenzaron a tejer un nuevo camino, uno que los llevara a través de las sombras y hacia la luz que ambos deseaban desesperadamente encontrar.