Cavalerie
El discurso atrajo a muchos valientes que tomaron sus armas y caminaron para poner su vida a merced de aquellos guerreros que forjaron una leyenda en sus tiempos. Yo no tenía claro que hacer, había experimentado de primera mano que mi poder no sería suficiente para hacer algo en su contra, pero el frío del miedo era contrarrestado por la llama del deber.
«¿Qué debería...?».
—¡Bien, vamos!
Con solo esas palabras pude ver como mis amigos se erguían para marchar, todos menos aquellos que no eran aventureros al menos. Esa voz, no era otra más que la de Hiyori, aunque Aoi aún se notaba hostil ante ella no dijo nada y simplemente abrazó a Jessica mientras el resto se alineaba junto a Hiyori.
—¿Qué pasa Hayato? ¿No vienes?
Estaba confundido, sin nada claro en mi mente. Todo había sido repentino, aunque sabía que había algo orquestándose en las sombras, no pensé que tocaría la puerta de mi casa tan pronto o que afectaría al entorno y mis seres queridos.
Miré hacia arriba, ella estaba ofreciendo su mano para ayudarme a levantarme, de cierta forma pude intuir que contaba conmigo. Vacilante acepté su ayuda y tras reincorporarme al grupo lentamente fuimos acercándonos hacia la convocatoria.
Mientras me alejaba, miré hacia atrás y sonreí forzosamente.
—Oye Gell, cuida bien de las chicas mientras estamos ocupados.
Él suspiró para luego sonreír de la misma manera.
—Mantente tranquilo, de todas formas, ya te di una mano antes.
No pude evitar contener una risa genuina.
—Qué chiste más malo.
Mientras me iba alejando Gell tomó un par de dagas de acero negro que guardaba en el bolso de su cinturón y me las lanzó. Tras atraparlas las desenvaine, cada una tenía un grabado de ramas.
—Cállate y tómalas. No pude completarlas al mismo tiempo que la armadura, las terminé hace poco, espero que te sirvan para lo que sea que esté ahí afuera.
Tras eso me despedí de Gell y torné mi atención hacia el numeroso grupo de aventureros oscilando entre el bronce y el oro que sin pensarlo dos veces estaban dispuestos a arriesgar su vida con tal de proteger a sus seres queridos.
Al ver a los que no tomaron la iniciativa, aquellos que se quedaron solo podías ver a los sin rango y los de bronce. Conocía un par de rostros a los que me había enfrentado durante el torneo, era desesperanzador verlos en ese estado, pero eran demasiado débiles como para hacer algo al respecto.
«Parecen estar irritados, no los puedo culpar. Ese sentimiento de impotencia me ha acompañado por tanto tiempo que hasta puedo notarlo en los demás».
El sonido del cúmulo de aventureros que nos acompañaban murmurando sobre la situación en el exterior. Escuchando sus murmullos me di cuenta de la gravedad de la situación, no solo se trataba del demonio pálido o el caballero morado, sino que distintos enemigos de gran poder habían atacado las entradas.
Hiyori caminó hasta el lado de Hideaki, este no se inmuto por su presencia y mantuvo su mirada atenta a los alrededores. Merlín empezó a aplaudir y con una sonrisa calmó el ambiente.
—Bien, el tiempo es dinero. Agrúpense con sus conocidos o reúnanse al lado de una persona capaz, necesitamos que se movilicen por el pueblo y rescaten a cualquier civil que se encuentren mientras los adultos se ganan el pan. ¿Entendieron?
Todos gritaron al unísono y posteriormente los grupos habituales se reunieron para luego marchar. Salimos del edificio del gremio solo para ver como el fuego dorado se había esparcido por una buena parte del pueblo, consumiendo el progreso acumulado con esfuerzo por los años.
Algo frío se posó sobre mi hombro, era la mano del tío Yamato, quién tenía puestos unos guanteletes azul oscuro. Él tenía una mirada seria y profunda, miraba más allá de las llamas en el horizonte, como si no importaran.
—Sé fuerte hijo, evita los combates que no puedas ganar y sobrevive. Conozco bien al enemigo, puede que no quede un lugar al cual regresar si no logramos defendernos... siendo sincero, pienso que este pueblo está condenado.
Mientras trataba de pensar una respuesta. Merlín intervino con su sonrisa característica nuevamente calmó el ambiente.
—Vamos, no seas tan pesimista Yamato. Tienes al gran Merlín de tu lado, estoy seguro de que nos la arreglaremos de alguna manera.
Tras eso se tomaron caminos separados, solo Nagisa y yo quedábamos entre la multitud de aventureros, pues Hiyori se fue junto al maestro y se llevó a Kaito a la fuerza.
«¿Qué se supone que haga ahora? Estaría más tranquilo si tuviéramos a un rango plata que nos ayude».
Nagisa estaba más callada que de costumbre, aunque personalmente no me relacioné mucho con ella desde que mi regreso al pueblo. Me aislé inconscientemente de todo, quizá por la pelea que tuve con Gell en su momento. No tenía la voluntad para hablarle, no sabía que decir ni como decirlo.
Seguía siendo tan hermosa como de costumbre, pero admirarla en ese momento sería como apreciar una flor siendo quemada, no podía perderme en mis sentimientos, sabía eso con certeza. Pero admirarla servía como distracción para los pensamientos fatalistas que me invadían.
—Vamos a ver la entrada sur, Jessica me dijo que su padre estaba luchando y estoy preocupada.
Me sorprendí por un momento, pero casi al instante recuperé la compostura y seguí a Nagisa para comprobar el estado de la entrada sur.
—Presencié a la cosa con la que estaban luchando, dudo mucho que podamos hacer algo en su contra.
Al escuchar eso Nagisa sonrió nerviosamente, ocultando el miedo que sentía.
—Tenemos que intentar ayudar cuanto podamos.
Por mi parte me límite a seguirla lleno de dudas y angustia.
—¿Te comió la lengua el gato?—expresó Nagisa extrañada.
No pude evitar sentirme algo apenado.
—No es nada, estaba perdido en mis pensamientos.
Todavía podía sentir escalofríos al pensar en la fuerza de aquel adversario.
«¿Qué puedo hacer contra esos tipos? ¿Podría siquiera sobrevivir a aquel caballero que desmembraba aventureros a diestra y siniestra? ¿Podré siquiera ayudar a Nagisa de ser necesario... protegerla?».
El camino estaba plagado de llamas y gente agonizando, de alguna forma podía sentir que eso no era todo, no nos arriesgábamos a intentar salvar a aquellas personas, con tan solo mirarlos se podía notar que sus vidas no tenían salvación.
A lo lejos podía escuchar la colisión de metal chocando con fuerza, concentrándome pude notar a una figura de armadura oscura y una espada larga de doble filo hecha de un material parecido a la obsidiana, luchando contra un grupo de aventureros.
Le hice una seña a Nagisa con la vista, ella entendió mi intención al instante y gastando un poco de nuestras fuerzas nos precipitamos a toda velocidad para apoyar a aquellos aventureros.
Mientras nos acercábamos, podía notar el cansancio y las heridas en aquellos aventureros, estaba claro que quién manejaba la batalla era aquel guerrero de armadura oscura. Con cada paso me acercaba rápidamente al conflicto, en un momento observé como la espada se teñía con la sangre de uno de aquellos que luchaban con fervor.
Impaciente reuní el ether alrededor de mi cuerpo y formé una runa simple: Aleph, Aion y la runa de potencia. La fuerza del viento generado me propulsó hasta la batalla, empuñé las dagas que Gell me había encomendado y al estar casi al lado del caballero, pude ver como trató de tomar mi pierna para detenerme, pero uno de los aventureros había frenado su mano.
Detuve mi avance esquivando un tajo de la espada del enemigo y luego me incorporé al resto.
—Lumis escuchó nuestras plegarias, ese maldito caballero no se cansa. Te apoyaremos aventurero de negro.—gritó uno de ellos.
«¿Aventurero de negro?».
El caballero lanzó otro tajo que fue rápidamente repelido por un aventurero con armadura pesada y un espadón. El caballero bufó molesto y atacó agresivamente, siendo detenido por el disparo de una flecha yendo directo a las hendiduras de su armadura.
Él detuvo la flecha con su mano libre y aproveché el momento para crear la formulación rúnica que usé en contra de las bestias. El ether recorrió todo mi cuerpo y se fue condensando lentamente cerca del círculo, el caballero gritó y con pura fuerza bruta se acercó a mí a gran velocidad.
Solté el proyectil de viento con toda la potencia que pude, mi nariz sangró y sentía el cuerpo algo rígido, pero por suerte el caballero estaba aturdido y termino enterrado entre un montón de escombros.
Sonreí aliviado, aunque no podía hablar por culpa de la técnica, solo para que un escalofrío recorriera todo mi cuerpo y de un momento a otro el caballero se liberara de los escombros y con un solo tajo destrozará al aventurero de armadura pesada.
Luego dirigió su vista a mí, esquivé con la misma teoría que había aplicado anteriormente, pero debido a mi distracción la conjuración fue extremadamente lenta y a duras penas pude alejarme de un rango mortal.
El filo de la espada alcanzo los dedos de mi mano izquierda cortando el menique y el índice, sin poder procesar bien lo que pasaba perdí la fuerza de agarre de mi mano y tras esquivar otro tajo a duras penas. Caí de espaldas y cuando el caballero lanzó otro corte giré a toda velocidad para esquivarlo, pero el caballero ni se inmutó y con un simple movimiento me cortó la oreja derecha.
Debido al hechizo ni siquiera podía gritar por el dolor, estaba claro que él simplemente jugaba conmigo. Por suerte Nagisa llegó a la escena desviando su atención y mientras agonizaba me tiré a su espalda y apuñalé la hendidura de la armadura que protegía el cuello.
Una brea negra que parecía ser su sangre impregnó el filo de la daga, él caballero extendió su brazo y tomándome con firmeza me lanzó contra un muro con la misma fuerza que el demonio dorado había demostrado.
Las heridas eran similares, sangre salió de mi boca y apenas tenía la fuerza necesaria para ponerme de pie una vez más. Para mi sorpresa Nagisa parecía poder defenderse del caballero, aunque con ayuda del arquero que parecía haber mojado sus pantalones.
«¿Qué hago ahora? No parece que haya algún sacerdote cerca y.…».
Extendí mi mano izquierda, un miasma negro salía de los dedos cortados, ni siquiera era sangre, solo aquello. Bajé el brazo y me concentré en mantenerme cuerdo ante el dolor. Seguramente la oreja hubiese terminado igual y algo me decía que no cualquier sacerdote podría curar esas heridas.
Me levanté a duras penas y recogí la daga que se cayó cuando fui lanzado y me preparé para ayudar en la batalla. Incluso con el cuerpo rígido pude moverme a una velocidad aceptable y llegar al lado del resto.
Nagisa estaba ocupándose de mantener al caballero a raya mientras el otro chico disparaba flechas como loco y luego se movía a gran velocidad para recuperarlas. Por mi parte me concentré en apoyar a Nagisa de vez en cuando, ella era veloz, casi tanto como Hiyori, pero con menos fuerza.
Pesé a los esfuerzos reunidos apenas y habíamos logrado que el caballero se cansará. Cuando sentí que mi cuerpo había perdido su rigidez, reuní ether para lanzar el ataque de nuevo.
Cuando llegó el momento aparté a Hiyori y de frente a la espada del guerrero liberé el grito bestial que tiró al caballero contra una de las casas que fue reducida a añicos nada más impactar.
Mi nariz sangró nuevamente, junto a mi ojo izquierdo. La vista se enturbió y a duras penas pude notar como el monstruoso guerrero se alzaba como una sombra. Nagisa continuó atacando sin descanso, él parecía afectado por el ataque y su velocidad parecía haber decaído.
«Creo que podremos ga...».
Repentinamente caí al suelo, mi consciencia se desvaneció lentamente mientras sentía un fuerte dolor en el ojo izquierdo. No podía entender lo que pasaba, solo podía escuchar a alguien gritando.
El panorama lentamente se tornó oscuro. Mi corazón que normalmente latía con fuerza iba perdiendo fuerza lentamente, repentinamente sentí como si todo mi cuerpo ardiera en llamas y recuperé el aliento que había perdido.
Cuando recuperé la vista, noté que no podía ver nada con mi ojo izquierdo y el caballero había desaparecido. Escuchaba el llanto de Nagisa y al ver a mi lado noté a la tía de Jessica quién tenía los ojos cerrados y un aliento débil.
—¿Te apasiona morir niño? Acabamos de usar un recurso preciado.
No podía entender bien a lo que se refería esa voz. Repentinamente pude ver de quién se trataba, era el padre de Jessica, tenía cicatrices de cortes por todo el cuerpo, le faltaba un ojo y la mitad del brazo derecho.
—No esperaba que justo cuando termináramos con ese fenómeno nos encontraríamos con esto.—tras decir eso cargó a la mujer como si de una princesa se tratase.
Todavía no podía entender nada.
«¿qué estaba pasando? ¿Dónde estaba el caballero? ¿Porqué había perdido la consciencia?»
Cuando recuperé mis cabales pude ver a aquel hombre llorando. Tomé valor para hablar, aunque sentía que no debía hacerlo.
—¿Está bien la señora?
Él se limitó a escupir al suelo y caminar lentamente de camino a la iglesia. Mientras lo observaba alejarse se detuvo repentinamente y miró hacia atrás.
—Lo que hizo fue enteramente su decisión, no te culpes niño... Te veo en la iglesia, evita que te maten.
Nagisa me abrazó con fuerza, sin embargo, todavía no podía comprender nada. Conforme su fuerza aumentaba lo hacía mi desconcierto, pero no había tiempo para pensar. Repentinamente un estruendo se escuchó y algo salió volando a un par de metros a nuestro lado, destruyendo todo edificación a su paso.
Seguido por ello se encontraba un guerrero que usaba guanteletes de acero, corriendo a una velocidad casi imperceptible a mi vista. Cuando Nagisa finalmente me liberó marché siguiendo ese caos.
Ella me siguió en silencio, aunque no debía hacerlo. Lo que presencié en ese momento fue algo irreal. Una batalla sin sentido entre un par de monstruos. Y el hombre de los guanteletes parecía estar perdiendo.
No muy lejos, podía escuchar el galope de una caballería, no estando seguro de si eran aliados o enemigos. Pero no quise molestarme en comprobarlo, pues toda mi atención estaba atenta a aquel combate.
Sus golpes tenían tal fuerza que generaban ondas de choque capaces de mover los escombros a su alrededor, un ser demoniaco impregnado con una armadura de carne que sangraba constantemente y un humano de cabello negro largo al cual se le notaban los años, una figura conocida, que no había visto en muchos años.