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Chapter 33 - Pétalos dorados

Pétalos dorados

La armadura qué Gell me había entregado tenía su marca personal, un emblema oculto en el interior del cuero que había sido grabado con un trozo de fiero ardiente antes de su elaboración. Como tal, constaba de:

Una pechera de cuero negro tachonado y placas de acero negro en los puntos vitales, diseñada para ocultar la cota de malla y un soporte para colgar el arco. Una cota de malla de cuerpo completo hecha con el mismo acero junto a una camisa de lino tintada de negro con mangas largas.

«¿Acaso cree que soy un asesino o algo? La gente me va a ver raro si ando usando está cosa durante las misiones. Aun así, la calidad es justo lo que esperaba».

Observé lo que quedaba en la caja, un par de brazales reforzados con acero negro laminado, hombreras, rodilleras y un cinturón con soporte para herramientas. También había un amuleto con un grabado escrito en el lenguaje antiguo de la familia de Gell, no conocía bien los caracteres, pero lo até al cinturón y luego dejé todo el equipo tirado en la cama.

Tomé la antigua cota de malla y la guardé en un compartimento de mi armario, junto a los kimonos. Luego regresé a equiparme, primero fue la camisa de lino, luego la cota de malla y por último las piezas de cuero tachonado.

Tomé la daga en mi mesa de noche y la guardé en el cinturón, luego colgué mi insignia al lado y colgué el bastón en la ranura para armas en la parte trasera de la armadura, decidí dejar el arco en el cuarto, no era más que un estorbo considerando la magnitud de mi fuerza actual.

«Aunque todavía sirve para distraerme y practicar concentración».

Salí de la cabaña para disfrutar de un poco de aire fresco, luego cerré la puerta con llave y me dirigí al pueblo, tanto la nueva armadura como la reputación que había ganado traían consigo atención indeseada.

Como siempre, el camino al gremio estaba repleto de gente yendo de un lado a otro, aunque desde la partida de mi tío mucho del personal del gremio estaba atareado llevando papeleo y liderando grupos de exploración.

«Parece que las sospechas de Hiyori cada vez son más verídicas, tengo miedo de lo que pueda pasar».

Me detuve por un momento para contemplar la plaza, el brillo de la mañana hacía parecer que el agua de la fuente fuese dorada y les daba un brillo del mismo tono. Al ver la imagen del pueblo bañado por la luz dorada, no pude evitar recordar aquella ilusión en la que todo ardía incandescentemente.

«¿Qué esta sensación de incomodidad? Algo no se siente bien».

El ambiente del pueblo estaba más seco que de costumbre, la usual emoción escandalosa de los comerciantes y aventureros había sido reemplazada por un aíre de desesperación y duda. Al ver a los aventureros con más detenimiento, podía notar como su equipo estaba más deteriorado que de costumbre, los comerciantes por su parte tenían menos productos que de costumbre y para colmo, casi nadie le hacía caso a la poca mercancía que todavía sobraba.

Desvíe mi camino hacia un comerciante de armas cuyo local usualmente estaba abarrotado por las mañanas, era un hombre endeble con un bigote bien cuidado y lentes, solo con verlo se podía saber no era un herrero o artesano de algún tipo, solo un simple comerciante y poco más.

—Disculpe señor, puedo ver que no le queda mucha mercancía, ¿qué ha pasado?

Al verme, su rostro se retorció para formar una falsa sonrisa, posó sus manos una sobre otra y las frotó mientras me observaba pacientemente.

—Puedo ver que tiene una fina pieza de armadura distinguido aventurero, ¿podría preguntarle donde la ha conseguido?

Observé la mercancía que el hombre guardaba a sus espaldas, eran espadas y dagas de hierro simples, su calidad no se comparaba en nada a las armas de acero blanco o su variante oscura.

—Antes de decir nada, ¿podría responder mi pregunta?

El hombre se sorprendió, acomodó sus lentes y extendió la mano.

—Lo lamento, pero, aunque me interesa su armadura, me temo que la información que me solicita vale mucho más que eso, espero que entienda y pueda recompensarme por ella.

Suspiré molesto, extendí mi mano hasta el monedero que guardaba en uno de los bolsos del cinturón, la expresión corporal del comerciante delató su emoción al ver diez piezas de oro que caerían en sus manos. Nada más entregarselo, lo guardó celosamente en un cofre que posteriormente cerró con llave, para luego revisar que no hubiese nadie metiendo las narices en sus negocios.

—Por favor distinguido aventurero, le pido que no revele a nadie donde obtuvo esta información.—expresó el comerciante.

—No se preocupe, un aventurero no acostumbra revelar sus fuentes de información.

El comerciante sonrió aliviado.

—Verá, el gremio de comerciantes y el señor de la aldea nos han ordenado no revelar la situación en el imperio Acadiano para evitar la conmoción en la aldea. Así que hemos perdido las importaciones, los recursos para la herrería como los aceros y el mythril han empezado a escasear y ha afectado todo el sector comercial entre las regiones.

«Así que la rebelión sobre la que escuché en la frontera se ha extendido al punto de afectar las importaciones, ¿será esto lo que preocupa a Hiyori?».

»Con la llama de la guerra acercándose lentamente al pueblo, el señor ha decidido invertir las pocas reservas de acero que todavía quedaban, para abastecer a una fuerza de defensa en caso de que alguien deseé abrirse pasó por esta aldea. Como podrá ver, la situación es bastante precaria... Ahora, si no le importa; ¿podría decirme donde obtuvo esa armadura?

Se le notaba deprimido, aunque seguramente todos los comerciantes estuviesen en situaciones similares. Después de todo, los acadianos influían fuertemente en la economía de las regiones.

—Me lo ha dado el hijo de Agni, supongo que un comerciante de renombre como usted podrá reconocer ese apellido.

Un suspiró repleto de decepción fue liberado por el hombre.

—Entonces no tengo esperanza, tienes buenas conexiones muchacho.

Con mi curiosidad saciada, retomé el camino al gremio, ahora tenía más información sobre la que debatir con Hiyori, aunque era probable que ella lo hubiese sabido desde hace mucho tiempo, solo que no quiso decírnoslo.

Empujé las puertas de madera del gremio que rara vez estaban cerradas, no había muchos aventureros dentro de este, solo un par de grupos bebiendo y otros que se habían quedado dormidos en las mesas de este.

Como siempre, el grupo con el que me había asociado resaltaba entre todos, quizá por la presencia de la chica monstruosa de cabello carmesí y una insignia plateada o la joven promesa que tenía el mayor potencial entre los aventureros sin rango y... aunque no me gustaba admitirlo, yo también llamaba demasiada atención.

Nada más sentarme fui recibido por Hiyori y Kai, también había otra persona sentada a mi lado, solo la había visto de reojo, ya que estaba más preocupado por el sentimiento de angustia que inundaba el pueblo.

Hiyori posó sus codos sobre la mesa y reclinó su cabeza sobre sus manos extendidas, para luego observarnos con una sonrisa coqueta.

—Ya que todos están presentes, empecemos esta reunión. Como ya saben, a partir de ahora me dedicare a entrenarlos mientras cumplimos misiones, ya que necesitamos recolectar piezas para mantenernos a flote.

La persona que estaba a mi lado permaneció callada, por su parte Kai estaba nervioso y yo no tenía nada que añadir.

—Veo que entienden, nos reuniremos durante la noche en los campos de entrenamiento del pueblo. Ustedes ya saben las bases del combate, pero les falta experiencia, por ello, para nuestra práctica, lucharan contra mí y la compañera que recién se nos unió los asistirá.

La chica se levantó, quitándose el manto que cubría su rostro. Pude reconocerla casi al instante.

«¿Qué demonios hace Nagisa aquí?».

—Mi nombre es Nagisa, a partir de ahora me uniré a su grupo, soy una aventurera de rango bronce a punto de ascender al rango plata. Es un gusto.

Kai fue el siguiente en hablar.

—Mi nombre es Kaito Naze, un aventurero sin rango y miembro de la familia de aventureros Naze.

«¿Naze? ¿No era ese el nombre del compañero de mi tío?».

El siguiente en hablar fui yo, Hiyori me había señalado con solo su mirada.

—Bueno, esto puede ser largo. Mi nombre es Hayato Endou, descendiente de la tercera generación del clan de la araña, recientemente aventurero de rango bronce y protegido de Yamato Endou.

Hiyori sonrió, parecía emocionada por el nuevo grupo.

—Mi nombre es Hiyori Lo-Pheris una distinguida sirviente del clan Momozono, aventurera de rango plata y quién liderará este grupo. Supongo que no quedan más dudas, nos encontraremos más tarde.

Como de costumbre cada quién tomó su camino, aunque tenía curiosidad por otras cosas, resolvería mis dudas durante el entrenamiento. Aceleré el paso nada más salir del gremio, el pueblo se notaba desanimado y probablemente no mejoraría pronto.

Caminaba sin rumbo, no tenía ganas de regresar a la cabaña y tampoco deseaba hacer ninguna misión del gremio. Tras pensar un rato, el rostro de Jessica se paso por mi cabeza y decidí ir a ver como le iba en su local, quizá la situación no afectara tanto a los cocineros.

Mientras iba caminando, todo mi equipamiento resonaba, si bien mi armadura no era pesada, el bastón se movía de un lado a otro golpeando la guarda de la daga. Viendo con detenimiento las calles, no había muchos niños u jóvenes en las calles, era como si el pueblo hubiese sido abandonado, aunque todavía podía escucharlos dentro de sus casas si me concentraba.

Pude divisar a Jessica incluso estando lejos, se le veía un poco decaída, conforme me acercaba a ella pude notar la precariedad del asunto. Había pocos clientes, que ni se molestaban en saborear la comida, Jessica no notó mi presencia, le toqué el hombro para que me hiciera caso, ella volteó a ver hacia atrás sorprendida, pero suspiró aliviada al verme.

—Hola Hayato, ha pasado un rato. ¿Cómo has estado?—dijo mientras observaba con tristeza las mesas vacías y los comensales sin alma que apenas llegaban a ocupar un par de ellas. Para tratar de animarla un poco señalé uno de los menus, ella me lo entregó y espero pacientemente a que ordenara algo para comer.

Sin necesidad de ver el menú ya sabía lo que iba a ordenar, un tazón de arroz con cerdo.

Desde las mesas se podía ver la cocina, pude ver que a Jessica no le sobraban los ingredientes, y los tarros de condimentos también estaban casi vacíos. Era extraño solo pensar porque aún estando en ese estado, el local estaría tan desolado.

El padre de Jessica salió para ver a los comensales marchándose del restaurante, mientras fumaba un puro de habano.

—¿La conmoción ya ha llegado hasta tal punto? Supongo que los aventureros estarán regresando a sus países, confío en que Momozono y el resto de payasos hagan su trabajo—expresó el imponente hombre para luego voltear a verme.—Salúdame a Yamato si te lo encuentras por ahí, tendré fe en la salvación de esta pocilga.

El padre de Jessica regresó al interior del restaurante, ella por su parte se acerco para llevarse el tazón que ya había terminado hace tiempo.

—Gracias por venir Hayato, no se porque la aldea se ve tan miserable últimamente, pareciera que el gran festival de fue hace mucho tiempo.

Pagué la cuenta y miré los alrededores.

—Si, tengo miedo de que de la situación empeore.

Jessica por su parte miró a la misma dirección, su vista parecía haberse apagado y su aspecto, aunque minuciosamente cuidado, era bastante triste.

—Concuerdo. Amo esta aldea, después de todo es mi hogar, el de todos nosotros.

Aunque el sol se estaba ocultando, el brillo dorado todavía estaba impregnando cada rincón de la aldea. Un fuerte sonido había venido desde lejos, Jessica corrió a refugiarse dentro de su habitación, por mi parte, fui corriendo hasta la fuente de aquel sonido.

«¿Eso fue una explosión? Espero que no sea nada malo, ni siquiera he tenido suficiente tiempo para prepararme, la fuerza que tengo no será suficiente».

Al llegar mis sospechas habían sido confirmadas, los muros de piedra, las casas y los caminos de distrito sur de la aldea estaban ardiendo en llamas doradas, un par de civiles gritaba agonizando por el dolor de las llamas doradas, pero mi atención se había desviado en una vista aún más aterradora, bestias de todo tipo, lobos, jabalíes, osos e incluso lagartos gigantes con fauces prominentes.

«Mierda... ¿Qué se supone que debo hacer?»

Mientras me paraba impotente ante las bestias, pétalos dorados volaron frente a mis ojos.