Después de cruzar el portal intergaláctico al mundo terrestre, Kurotatsu comenzó a experimentar cambios profundos en su ser. La energía espiritual de esta dimensión tenía un efecto inesperado sobre él, mitigando su sede de destrucción y corrupción.
Las emociones humanas comenzaron a florecer en su corazón demoníaco. La rabia y la malicia que una vez lo consumieron se debilitaron, reemplazadas por sentimientos de asombro y curiosidad hacia el mundo terrenal. Kurotatsu contempló la belleza de la naturaleza y la diversidad de criaturas que lo rodeaban.
Mientras exploraba este nuevo mundo, Kurotatsu se encontró con un niño huérfano llamado Li Chen. Li Chen, a pesar de su humilde origen y carencia de talento en las artes marciales o el control de la energía espiritual, poseía un corazón puro y una determinación inquebrantable. Kurotatsu sintió una conexión inexplicable con el niño y decidió cuidarlo y protegerlo.
El demonio y el niño se embarcaron en un viaje de aprendizaje y crecimiento juntos. Kurotatsu compartió su conocimiento sobre el control del chakra, una fusión única de ki demoníaco y energía espiritual. Li Chen, a pesar de la incredulidad de quienes los rodeaban, demostró ser un estudiante dedicado y aprendió a dominar el chakra bajo la tutela de Kurotatsu.
El cambio en Kurotatsu y su relación con Li Chen marcarían el comienzo de una historia extraordinaria. El demonio, que una vez había sido un símbolo de maldad, ahora se enfrentaba a una nueva búsqueda de redención y de un propósito más noble en el mundo terrestre. Su viaje, junto a Li Chen, estaba destinado a dejar una huella profunda en el destino de ambos y en el mundo en el que vivían.