La batalla contra el clon de Demio estaba en su punto culminante cuando, de repente, la tierra tembló y el cielo se oscureció. Un estruendo retumbante llenó el aire cuando un gigantesco dragón demonio, conocido como Ryukor, el Devorador de Almas, descendió de los cielos.
Ryukor era una monstruosidad de escamas negras y ojos rojos como la sangre. Su aliento era un fuego infernal y sus garras afiladas como cuchillas. Sin previo aviso, atacó con una ferocidad indomable, dejando a su paso una estela de destrucción.
Hana, valiente como siempre, se interpuso en el camino del dragón demonio para proteger al protagonista. Sin embargo, el ataque de Ryukor fue devastador. A pesar de su valentía, Hana quedó gravemente herida por las garras y el fuego del dragón demonio.
El protagonista, lleno de angustia y furia, se enfrentó a Ryukor con la Espada de la Oscuridad en mano. La batalla que se libró fue épica, una lucha entre la determinación de un héroe y el poder colosal de un dragón demonio.
A pesar de las heridas y la devastación que causaba Ryukor, el protagonista se negó a rendirse. Con cada golpe de la espada, resistió el embate del dragón demonio y finalmente logró infligir una herida crítica en su pecho.
Ryukor, herido y debilitado, rugió de furia antes de retirarse, desapareciendo en los cielos oscuros de Nihonara. Aunque el protagonista había logrado sobrevivir a la embestida del dragón demonio, la situación era sombría. Hana yacía semi-muerta, herida de gravedad por su valiente sacrificio.
La batalla había cobrado un alto precio, y el protagonista se encontraba ante una decisión crítica. Debía encontrar una forma de salvar a Hana antes de continuar su lucha contra el clon de Demio y las fuerzas oscuras que amenazaban a Nihonara.