Después del milagro que había salvado a Hana de las garras mortales del dragón demonio Ryukor, el protagonista comenzó a experimentar un cambio profundo y preocupante en su interior. A medida que la luz sanadora envolvía a Hana, parecía haber un precio que debía pagar.
A medida que los días pasaban, el protagonista comenzó a notar que sus emociones se volvían cada vez más tenues y distantes. Ya no sentía alegría, tristeza, enojo ni ninguna otra emoción humana. Su mente se había vuelto fría y lógica, como si las emociones hubieran sido arrancadas de su corazón.
Hana, preocupada por el estado del protagonista, trató de hablar con él sobre lo que estaba sucediendo. Sin embargo, el protagonista parecía indiferente ante su preocupación y las palabras de consuelo que intentaba ofrecerle.
La falta de emociones comenzó a afectar su relación con Hana y con quienes los rodeaban. Ya no podía comprender ni conectarse con las emociones y las preocupaciones de los demás. Parecía estar perdiendo su humanidad, convirtiéndose en una máquina de lógica y determinación.
A pesar de su aparente falta de emociones, el protagonista continuó luchando contra el clon de Demio y las fuerzas oscuras que amenazaban a Nihonara. Su habilidad con la Espada de la Oscuridad seguía siendo impresionante, pero la falta de emociones lo hacía más frío y calculador en su enfoque.
La pregunta que pesaba en la mente de Hana y de aquellos que los acompañaban era si el precio del milagro que había salvado a Hana había sido demasiado alto. ¿Podría el protagonista recuperar alguna vez sus emociones y su humanidad, o estaba destinado a convertirse en una figura sin corazón en su búsqueda interminable de justicia?