La pérdida de Hana y el fracaso en la batalla final habían llevado al protagonista a un punto de quiebre. La furia y la desesperación se habían apoderado de él, y sus emociones, que habían sido restauradas parcialmente por la fusión de almas, se convirtieron en una tormenta de caos en su interior.
En ese momento crítico, algo dentro del protagonista se desató. Su mente se llenó de oscuridad y su cuerpo se envolvió en una aura de poder demoníaco. Se convirtió en un berserker, un ser impulsado por la rabia y la ira descontrolada.
El protagonista se abalanzó sobre cualquier enemigo que se interpusiera en su camino, utilizando su espada con una ferocidad y una destreza inigualables. Cada golpe que asestaba era devastador, y sus oponentes caían uno tras otro ante su furia imparable.
La lucha se convirtió en un baño de sangre, con el protagonista arrasando con todo a su paso. Su mente estaba nublada por la rabia, y no podía distinguir entre amigos y enemigos. Cualquiera que se cruzara en su camino se convertía en un blanco de su ira incontenible.
La transformación en berserker llevó al protagonista a un nivel de poder inimaginable, pero también lo sumió en una espiral de destrucción y caos. Nihonara estaba en peligro, y sus aliados temían que el protagonista se convirtiera en una amenaza aún mayor que el clon de Demio.
La única esperanza residía en encontrar una forma de calmar la ira del protagonista y devolverlo a su estado normal antes de que fuera demasiado tarde. Pero esta tarea se presentaba como un desafío monumental, ya que el berserker estaba fuera de control y no parecía dispuesto a detenerse por nada ni por nadie.