El protagonista, después de despertar sus nuevas habilidades y experimentar una transformación interna, se dio cuenta de que su verdadero poder residía en algo más profundo que la fuerza física o las habilidades sobrenaturales. Era el poder de su corazón y su determinación lo que lo impulsaba.
Su brazo derecho amputado se había transformado en un símbolo de su fuerza interior y su capacidad para superar las adversidades. Aunque había perdido una extremidad, había ganado una comprensión más profunda de sí mismo y de lo que realmente importaba.
El protagonista había aprendido a usar su bondad y empatía como armas, convocando el apoyo y la solidaridad de aquellos que lo rodeaban. Había sanado corazones heridos y restaurado la esperanza en un mundo asolado por la oscuridad.
Su habilidad para convocar el poder de la naturaleza y la solidaridad de los seres vivos había demostrado que su conexión con el mundo iba más allá de la fuerza física. Era un defensor de la armonía y la paz, y su determinación de proteger a Nihonara y a sus seres queridos era inquebrantable.
En la batalla final contra el clon de Demio, el protagonista sabía que su verdadero poder residía en su capacidad para inspirar a otros, para tomar decisiones sabias y para enfrentar el conflicto con compasión y determinación. Ya no dependía de la violencia descontrolada, sino de la fuerza de su corazón y su espíritu.
Con esta nueva comprensión, el protagonista se preparó para el enfrentamiento final, confiando en que su poder interior y su conexión con sus aliados serían suficientes para derrotar al clon de Demio y restaurar la paz en Nihonara de una vez por todas.