El protagonista, en su estado de berserker, había causado una destrucción masiva a su alrededor. Nihonara estaba en ruinas, y sus aliados estaban aterrados por la ferocidad de su ataque. A medida que avanzaba en su estado frenético, se encontró enfrentando a un enemigo formidable.
Un poderoso adversario, conocido como Kurojin, el Maestro de la Oscuridad, se interpuso en su camino. Kurojin era un ser antiguo y malévolo que había estado observando la situación desde las sombras y había decidido intervenir para frenar la furia del protagonista.
La batalla entre el protagonista berserker y Kurojin fue épica. Ambos lucharon con una intensidad inimaginable, y cada golpe que se intercambiaron resonó a lo largo de Nihonara. Sin embargo, a pesar de su poder como berserker, el protagonista estaba en desventaja contra el experimentado Maestro de la Oscuridad.
En el punto culminante de la batalla, Kurojin lanzó un ataque demoledor que cortó el brazo derecho del protagonista, haciéndolo caer al suelo con un grito de dolor y furia. La herida era profunda y sangrante, pero la pérdida de su brazo pareció sacudir al protagonista de su estado de berserker.
La furia que lo había consumido comenzó a disiparse, y su mente comenzó a aclararse. Miró su brazo amputado con asombro y dolor, sintiendo el peso de sus acciones y la devastación que había causado.
Kurojin, viendo que el protagonista ya no representaba una amenaza inmediata, se retiró en las sombras, prometiendo regresar cuando fuera el momento adecuado. El protagonista y sus aliados se quedaron en medio de la destrucción, enfrentando las consecuencias de la batalla.
La pérdida de su brazo era un recordatorio constante de la destrucción que había causado en su estado de berserker y la necesidad de encontrar una forma de controlar su poder antes de que fuera demasiado tarde. La batalla final aún estaba por venir, pero el protagonista sabía que debía recuperarse y encontrar una forma de enfrentarla con sabiduría y determinación.