Mientras el protagonista continuaba su lucha contra la maldición en Nihonara, Hana, su fiel compañera, se encontró en una situación desesperada. Estaba atrapada en un lugar oscuro y peligroso, rodeada de enemigos demoníacos que amenazaban su vida.
Hana sabía que necesitaba una habilidad suprema para enfrentar esta amenaza y reunirse con el protagonista. En medio de la oscuridad, comenzó a buscar en su interior una fuerza que nunca antes había sentido. Con cada latido de su corazón, una energía dorada comenzó a emerger de su ser.
La energía dorada irradiaba una luz brillante y cálida que dispersaba las sombras que la rodeaban. Hana sintió una sensación de poder y determinación que nunca había experimentado antes. Sabía que esta era su habilidad suprema, su último recurso para liberarse de la amenaza demoníaca.
Con un gesto de su mano, Hana desató su nueva habilidad: La Llamarada Divina. Un rayo de luz dorada surgió de su mano, envolviendo a los demonios en una explosión de pura energía divina. Los enemigos fueron consumidos por la luz y se disiparon en el aire, incapaces de resistir el poder de Hana.
Con su nueva habilidad suprema, Hana logró liberarse de sus captores y escapar del peligro. Sabía que debía reunirse con el protagonista lo antes posible para continuar su lucha contra la maldición que amenazaba a Nihonara.
Ambos, el protagonista con su control sobre las sombras y Hana con su Llamarada Divina, estaban equipados con habilidades supremas que los convertían en una fuerza formidable contra las fuerzas oscuras que se interponían en su camino. Con esperanza renovada, avanzaron juntos en su búsqueda de respuestas y en su misión de liberar a Nihonara de la maldición que lo afligía.