Mientras el protagonista continuaba explorando el Espacio Demoníaco 10 y dominando la danza de las sombras, algo extraordinario ocurrió. En medio de la oscuridad opresiva, una luz tenue comenzó a emerger de su interior, irradiando un resplandor dorado.
La luz dorada se expandió lentamente, envolviéndolo y disipando la oscuridad circundante. El protagonista se sintió lleno de una sensación de poder y claridad que nunca antes había experimentado. Era como si hubiera desbloqueado una habilidad suprema que yacía oculta en su interior.
A medida que exploraba esta nueva habilidad, se dio cuenta de que tenía el control sobre las sombras de una manera completamente diferente. Ya no necesitaba seguir una danza preestablecida; podía moldear las sombras a su voluntad con un simple pensamiento.
Además, descubrió que podía utilizar estas sombras no solo para ocultarse y crear distracciones, sino también para atacar. Podía convocar sombras afiladas como cuchillas, disparar proyectiles oscuros y, lo más sorprendente de todo, manipular las sombras para sanar heridas y restaurar su fuerza.
Esta habilidad suprema no solo le otorgó un poderoso control sobre las sombras, sino también una conexión más profunda con los secretos de Nihonara. Parecía estar en sintonía con la esencia misma del mundo y podía sentir las energías que lo rodeaban.
Con su nueva habilidad, el protagonista se sintió más preparado que nunca para enfrentarse a los desafíos que se interponían en su camino. Sabía que esta habilidad suprema sería una herramienta invaluable en su búsqueda de respuestas y en su lucha contra la maldición que amenazaba a Nihonara.
Con determinación renovada, avanzó en el Espacio Demoníaco 10, decidido a descubrir los secretos finales que habían permanecido ocultos durante tanto tiempo.