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Chapter 42 - [Dedos helados]

Un paso, dos pasos, tres pasos, una caída.

El clima estaba congelado y él únicamente cubierto por unas prendas superficiales. Su respiración gélida y su aliento helado.

Con cada segundo que pasaba, sus dedos se ponían más fríos. Escalofríos recorrían por todo su cuerpo, pero aún no respondía. Su mente confusa y enferma.

Por querusa y menusa.

A este punto de la noche, sus pies estaban fosilizados. La luna colgante mantenía su estado perpetuo, recordandole constantemente su mal estado físico como mental.

Sus habilidades motrices se desmoronaban, desviándose con normalidad de su camino original. La sucia tierra ya había pintado su rostro, ocultando sus ojos.

Un paso, dos pasos, tres pasos, una caída.

A pesar de su obvio estado físico deplorable, aún permanecía con su intención, manteniendo alto en su mente un ideal.

Ideal enfermo, confundido.

La mente de Kale se agitaba hasta que paró junto a un árbol, al costado del camino. Ocultandose entre sus voluminosas ramas, para impedir miradas indiscretas de cualquier peatón.

Siempre había sido un poco escéptico, pero su mente estalló en los últimos días. Desde que descubrió a través de canales personales su oportunidad millonaria, su mente no paraba de divagar.

Sus piernas temblaban y cada pequeño ruido lo hacía sobresaltarse, cada sombra manifestándose como siniestra.

No podía librarse de la sensación de que alguien lo vigilaba, quién le seguía allá donde fuera.

Había observado a gente extraña durante los últimos tres días, incluso quienes merodeando a su alrededor en la oscuridad. Estaba seguro de que todos estaban implicados, fuera lo que fuera.

Los pensamientos de Kale eran un revoltijo de teorías y de los peores escenarios posibles.

Estaba convencido de que había gente mala que iba a por él, que lo habían estado siguiendo durante los últimos días. Cuidando sus palabras y acciones.

Durante los últimos días había estado escuchando innumerables anuncios ambulantes que predecían su situación apremiante, el riesgo que corría cada instante.

¡Pero debía conseguirlo. Tenía que ser el concursante final y triunfador! No podía permitir que nadie robará su información privilegiada.

Por ello no podía confiar en nadie, ni siquiera en sus amigos y familiares más cercanos.

Todos morían como perros por codicia. Nadie se salvaba.

Todos estaban en la conspiración, esperando el momento oportuno para atacar.

La paranoia de Kale se había apoderado por completo de él, dificultando incluso su respiración. Cada momento de vigilia lo consumía en un vortice sin fin.

Había dejado de ir a trabajar, de responder los saludos. Estaba convencido de la gran conspiración que se tejía en la oscuridad. ¡Iban a por él y él era el único que podía impedirlo!

Mientras estaba oculto por el árbol, los pensamientos de Kale se agitaban con delirios paranoicos. Estaba atrapado en su propia mente, prisionero de sus propios miedos y ansiedades.

No podía escapar de la sensación de ser observado, de ser cazado. Poco a poco su delirio y ansiedad iba desapareciendo, junto a su capacidad de mantenerse caliente.

Y sin embargo, a pesar de su estado, Kale no podía evitar mantener el último fuego de su vida latente.

Miró a su alrededor, con el corazón acelerado, como si esperara ver a alguien acechando en las sombras. Pero no había nadie. Sólo sus propios miedos y ansiedades, que se manifestaban en su mente.

Intentó deshacerse de sus pensamientos, intentando cobijarse en la oscura y gélida noche.

Pero, la paranoia de Kale se había convertido en una profecía autocumplida.

Sus miedos se habían apoderado de su vida actual. Sus miedos y delirios, inquilinos sin méritos.

Era prisionero de su propia mente y no sabía cómo escapar. Como el golpe de alguien desesperado con una maza, su cabeza dolía. Empezó a secretar sudor incluso con el gélido clima. Su última llama de vida estaba siendo quemada.

Con respiraciones pesadas, su vista se nublaba. Pero como un hacha que dividía el cielo, inmediatamente sus sentidos se agudizaron. Observó como una figura extraña se acercaba.

Con un esfuerzo que sobrepasaba sus límites, logró levantarse. Su figura desprotegida ante la luz lunar.

Pero contra toda expectativa, en un evento deamatico, el pie de Kale trituró una rama bajo sus pies. Ante esto, su mente paranoica quedó paralizada.

Su corazón se aceleró, y con su último raciocinio, escrudiño los alrededores. Sus sentidos agudizados y su temor elevado.

Con el canto de un pájaro muerto, los ojos de la figura extraña se clavaron en su figura paralizada. Penetrando a través de su semblante temeroso, enfriando sus sentidos como su cuerpo.

Kale en su locura, procedió a arañarse sus brazos, intentando disipar su estado desprotegido. No sabía lo que era real e irreal.

Pero la sensación persistió, así como el frío que abundaba en su cuerpo.

Sus piernas estaban pesadas como si fueran de piedra. Con un leve shock, electricidad pasó por sus ojos.

Fue entonces cuando lo vio con una pequeña claridad. La figura sombría, acechaba a unos cuantos metros, más allá de los árboles.

La respiración de Kale falló al verlo. Intentó distinguir sus rasgos, pero estaba demasiado oscuro, demasiado borroso, su mente confusa...

No sabía si era una persona, un animal o algo completamente distinto.

Instantáneamente sus instintos se encendieron, los más bajos capaces de permitirle realizar atrocidades sin pesar.

Pero como una estrella fugaz, su curiosidad la suprimió al retenerlo en su posición, inmóvil.

Aunque la sensación de raíces en sus pies permanecía, dio un paso con su corazón galopante. La sangre calentado su cuerpo frío, capaz de darle un pequeño consuelo donde reposar.

La figura desconocida no se movió, no reaccionó. Se limitó a observarlo en silencio, con sus ojos fijos en Kale, como un animal hambriento que acechaba a su presa.

Con otro paso, extendió la mano... Pero sin aviso, corrió como el galope de una bestia divina.

Desafortunado fue, ya que beso el suelo. No era una bestia divina, pertenecía a lo terrenal... Y ni siquiera estaba en condiciones.

El silencio fue la única respuesta a continuación. La figura no se movió, no habló. Se limitó a observar la figura dolorida de Kale.

Sus ojos atravesaban la oscuridad como dos estrellas centelleantes.

El dolor en su rodilla fue el último accionar de los interruptores. Kale se levantó con dolor, dio media vuelta y echó a correr, su corazón acelerado y las piernas bombeando. El sendero solitario aparentemente se volvió eterno.

No sé atrevió a echar una mirada a la escena, su objetivo era claro.

"¡Maldito! ¡Maldito! ¡Yo seré el triunfador! Seré el triunfador... Triunfador... Triunfad-". Kale vociferó mientras corría.

Su mente enferma, divagaba.

Sus dedos fríos.

Y sus ojos rojos se volvían.