Los árboles se movían sin cesar, el viento constantemente creciente. Capaz de hacer volar a los puestos ambulantes.
Federick empezaba su día con un cálido té. Estaba conforme y complaciente debido al clima exterior, que imposibilitaba que cumpliera sus tareas.
Su mente se estaba relajando...
Un ambiente tormentoso se estaba tejiendo, donde el aire parecía vibrar con una energía invisible. El cielo era oscuro y turbulento, con imponentes cabezas de trueno que parecían no tener fin.
Mientras observaba los crepitantes truenos, recibió con desnudez pectoral el fuerte viento. Su cuerpo estaba frío, por lo que había decidido contribuir más que un simple té.
El viento aullaba entre los árboles, haciendo que las ramas se balancearan y crujieran siniestramente, como si quisieran transmitir una advertencia.
Asimilando su ritmo, copió el estilo de las ramas descontroladas. Calentando su sangre para proseguir con arduas horas de ejercicio.
Al igual que Federick, a pesar de las supuestas amenazas, las personas necesitadas aún proseguian con sus tareas diarias. Ignorantes de la premonición.
A medida que la tormenta se alzaba hasta una realidad, una extraña niebla comenzó a surgir del suelo, suave y delgada pero que envolvía millas silenciosas.
La niebla envolvió su cuerpo humedo lentamente, convirtiéndole en uno de ella. Las gotas resbalaban y caían al suelo, intentando asemejarse a las gotas de lluvia furiosas.
Lentamente bajo un efecto gradual, el estado avanzó hasta un punto que era como si el propio mundo exhalara un aliento malévolo, que parecía filtrarse por los poros de la piel y helar la sangre. La niebla se retorcía asimilando poco a poco estados más profundos, capaz de engullir paisajes.
Pero el joven no era capaz de sentir estos sentimientos extraños que se entretejían. Su cuerpo exhalaba gas caliente, capaz de volver gaseosa a la humedad que cubría su cuerpo.
En el aire se respiraba el aroma de la humedad, un olor acre que parecía confundir a las fosas nasales y dejar un sabor amargo en la lengua.
Federick continuó avanzando en su serie de ejercicios. Su cuerpo quemaba, a pesar del viento frío que cortaba a su alrededor.
Era como si la tormenta evocara algo oscuro, que acechaba más allá del límite de la realidad. Los pelos de la nuca se erizaban, como si en la invisibilidad del entorno, acechara una criatura.
Finalmente terminó satisfecho, con una sonrisa a pesar del esfuerzo anterior. Sus músculos quemaban como su determinación y placer.
Una culposa sonrisa placentera en su rostro...
'Esta genética... ¿Cómo puede existir algo tan prohibido en el mundo?'. Federick pensó tomando su rostro en su palma.
Leves signos de locura escapaban como destellos desde sus puertas al alma..
Había estado experimentando los resultados de su esfuerzo. Como lo había asegurado su sistema, a través del estímulo había conseguido frutos más maduros.
Su sangre era como una bestia escondida entre las pieles regadas de un antiguo rebaño de ovejas. Capaz de burlar a la razón y lógica.
Poco a poco, iba desarrollando de forma satisfactoria su habilidad, refinandola en paz...
Mientras la tormenta avanzaba, un extraño fenómeno apareció en el cielo. Una serie de nubes oscuras y retorcidas parecían adoptar la forma de una sonrisa, una mueca malvada y malévola que parecía burlarse y mofarse.
Fue cuando descubrió con una sonrisa amarga, un espectáculo cómico debido a su propia sobreestimación. Con el cabello mojado y el cuerpo seco, al oler su preciado té...
"Sombra, vé y haz un reporte a la central. Fuerzas desconocidas están intentando envenenar al Príncipe Heredero a la Sabiduría". Federick dijo reseco, con desprecio.
El referido, sufrió una leve conmoción desde su columna vertebral que subió hasta su cabeza. Pero inmediatamente cumplió, debido a su estricto entrenamiento.
Las nubes parecían palpitar y retorcerse entre truenos y relámpagos, como si estuvieran vivas y fueran malévolas, y el cielo mismo estaba vivo con una energía oscura y malévola.
Fuerzas torbellinas viajaban por las calles solitarias, capaces de destronar a la naturaleza. Con locura, no medía las repercusiones, representando a la fiereza.
Se trataba de una orden especial, únicamente desplegada por la familia real. La Guardia Omega, la clase única de militar, que servía con total devoción a la familia Battlemman.
Sólo eran cinco individuos que conformaban un equipo pequeño, pero que ya representaban a una fuerza de terror. Habían recibido el reporte desde la central, sobre una presunta conjura desplegada sobre el Príncipe joven, Federick Battlemman.
Después de sólo minutos, llegaron finalmente dónde se alojaba. Entraron apresuradamente, debido a la urgencia.
Lo primero que observaron fue una escena dramática, dónde una taza de té se encontraba destrozada contra el piso. Y la figura de Federick, quién descansaba desoladamente en el respaldo de una silla con claros signos de debilidad.
La tormenta continuaba, sin cesar, un despliegue furioso y primitivo de poder y furia. La niebla seguía creciendo, las nubes continuaban retorciéndose y la sonrisa perpetua permanecía grabada en el cielo, un recordatorio constante de la naturaleza y su misterio.
Luego de examinar el estado de Federick, lo hicieron con el anterior contenido de la taza, que ahora reposaba en el suelo. Su olor era fragante, como una caricia tierna al corazón.
"Joven Federick, afortunadamente le debo comunicar que además de su fragancia, no existe otra variable sobresaliente en este té". Dijo el supuesto capitán del equipo.
El joven quién se encontraba retirado débilmente en un costado, lo observó con ojos cansados.
"Estimado guardia, ¿cuál es su nombre?". Federick preguntó sin emoción.
"Mí nombre es Pablo, su Excelencia". Se presentó respetuosamente el guardia, reconocido como Pablo.
"Bien, Pablo... Perdoname, pero le debo informar que usted es un incompetente". Federick comentó sin tacto ni consideración.
"Lamento mí incompetencia para representar ese prejuicio, pero objetivamente, creo que usted no está calificado para determinar eso". Pablo respondió con respeto y clase.
Quiso mantener una imagen admirable; pero para su desgracia, se enfrentaba a un incompetente y fugaz aprendiz de la ignorancia.
Ante esto, Federick decidió representar sus palabras con acciones. Teniendo que alzarse sobre una silla para alcanzar la mejilla de Pablo, le concedió una sonora cachetada.
A pesar de su sorpresa, Pablo mantuvo los estribos. No era su necesidad pudrirse en una celda deplorable en lo higiénico.
"Escucha, llama a tu maldito mayor en este momento". Federick dijo. Su intención era ser conciso y claro, ya que su cansancio extremo no era fingido.
Ante la insistencia demostrada, los guardias obligadamente tuvieron que volver con refuerzos. Más experimentados y conocedores.
La tormenta un recordatorio de que había fuerzas que escapaban al control humano.
A pesar de la negativa primeriza, finalmente se determinó la verdad en las palabras de Federick. La presencia de veneno entre su té.
Quiénes únicamente lo manipulaban selectos sirvientes...
...
[Veneno del Ángel de la sensualidad: De efecto gradual, sin efecto inmediato. Su enfoque es en la esfera física, capaz de pudrir el potencial inherente de uno, poco a poco.
Capaz de asimilarse en diferentes hierbas, supone una dificultad extrema el identificarlo]