El cielo era de un profundo y premonitorio tono celeste profundo, con nubes que parecían retorcerse sin fin en todas direcciones.
Escapando o escondiéndose, su agravio era profundo...
Era un día inusual, dónde el aire estaba cargado de electricidad y el viento desprendía una energía escalofriante que parecía crepitar y chisporrotear al contacto.
Su piel desnuda fue la primer víctima. Con una respiración profunda, dejo escapar sus pensamientos.
Los árboles se erguían altos e inmóviles, sus ramas retorcidas y nudosas que producían suspiros en innumerables poetas.
No tenía frío pero tampoco calor. Las hojas no volaban, y su vista estaba pérdida. El tiempo parecía haberse detenido.
Predijo que iba a ser un día aburrido...
La hierba estaba seca y quebradiza, crujía bajo los pies con un estruendo resonante, que parecía oírse constantemente en el silencio.
Caminó silenciosamente alrededor de su jardín. Disfrutando la ociosa mañana.
El sol colgaba bajo en el cielo, de un color amarillo poco brillante, proporcionandole consuelo vengativo a las flores muertas.
Algunas de sus flores estaban muertas, otras no...
La luz solar era tenue y enfermiza, proyectando sombras largas y distorsionadas sobre el paisaje.
Como un niño pequeño disfrutó observar y manipulas las sombras, como si fuera territorio sin ley. El dueño de un mundo anárquico.
La atmósfera era opresiva, con una sensación de presentimiento que parecía pesar sobre los hombros. Era un día que parecía pertenecer a lo marino, que salaba la boca y la impregnaba en algas.
Su tiempo de desayuno llegó pronto. No sobresalía por ostentosidad, pero mantenía los nutrientes suficientes.
A medida que avanzaba el día, el cielo se oscurecía bajo enormes nubes, quienes se volvían amenazadoras al cautivar y contener.
Federick se encontraba en cuclillas jugando con piedras. Su infantilismo era remarcado en su sonrisa inocente, mientras las piedras sacaban chispas ante el continuo choque.
Sus manos estaban sucias y en sus uñas se mezclaba tierra.
Como un silbido, al viento lo acompañaba un instrumento, que proporcionaba un sonido grave y lúgubre que parecía provenir de las profundidades de la tierra.
De repente, sus ojos se oscurecieron. No vio el impacto ni las chispas, sin ya reflejar aquella escena.
"Oh, mí pequeño Federick".
Como presos golpeando barrotes, Federick liberó sus pensamientos ante la intervención de su inconfundible Madre.
Allí, fue cuando observó desde su posición inferior, los hoyuelos que pertenecían a su madre. Ocasionados por su sonrisa llena de pureza.
"¡Madre!". Federick saludó con un afectuoso abrazo, apachurrando su cálida carne.
Con únicamente la diferencia de décadas, los dos igualmente sonrieron jovialmente. Inmortalizando el momento compartido en carne.
"¡Mira! Aún eres un niño ingenuo y descuidado... Mí pequeño Fe". Perla dijo observando el rostro de su hijo.
Estaba sucio, la tierra impregnada en su pálida piel. Con delicadeza y paciencia, limpió el rostro de Federick utilizando sus mangas de su atuendo blanco ciruelo.
"Vamos, primero ve a bañarte y prepárate. Hoy participaremos juntos en la fiesta organizada por la familia Clarent... ¿No estás emocionado?". Perla comunicó con agrado y carismáticamente.
Federick solo atinó a observar el rostro de su madre. Su emoción era clara y temía verse contagiado.
Así, se retiró de su jardín con la agenda ocupada. Las dos figuras lo abandonaron, con nostalgia mientras compartían sonrisas. Abandonando una escena jovial.
Y piedras quebradizas.
Los árboles crujían y gemían, sus ramas se movían y retorcían con el viento. Como si quisieran formular su propia sonrisa compuesta por raíces secas.
Un carruaje se dirigía hacía el exterior entre caminos sinuosos. Ocasionalmente rebotaba debido a las piedras, pero se mantenía erguido con un fin.
En su interior iban dos individuos glamorosamente vestidos. Una mujer y un niño.
La sonrisa estaba perpetuada en el rostro de Federick. Vestido con un atuendo de color rojo caliente.
Sus manos constantemente acariciaban sus muslos, con desconcierto y picazón.
Como una yegua cachonda.
Las risas iban y venían, los comentarios eran constantes y los chistes ocasionales. Las carcajadas enormes, los comentarios se volvían charlas y el repertorio de chistes estaba siendo carcomido.
Risas, comentarios y chistes. Carcajadas, charlas y chistes.
Como una yegua cachonda.
El picazón aumentaba, y poco a poco su cremallera estaba abierta.
Cayendo en un vortice...
Finalmente habían llegado.
A pesar de la peculiaridad del día, no fue suficiente para confrontar a las necesidades y quehaceres de la gente.
Los negocios abrían, con la constante ida y vuelta de diferentes personas.
La fiesta transcurrió sin problemas. Federick felicitó al organizador, bailó y se divirtió.
Práctico diferentes actividades de la fiesta. Donde recibió resultados horribles.
Según los resultados, la esgrima no era lo suyo...
Pero ocasionalmente sentía una mirada inquietante sobre sus hombros. Leve y corta, pero constante.
Reconocía el hecho de no ser un adulto guapo para recibir las miradas de las señoritas.
La conclusión finalizó en que fue un día aterrador pero extrañamente sobrecogedor a la vez, un día que parecia encerrar secretos.
"Te encontré". Pronunció en un susurro en las sombras.
[Arked Mercateth: Descendiente y heredero de la familia noble Mercateth. Un joven astuto e intrigante, con leve talento.
Últimamente está estresado por su estricto padre y su constante recordatorio sobre Federick, heredero de la familia Battlemman. Alberga emociones negativas sobre ti... Probable lobotomía]
Largos y delgados dedos empezaron a hacer gritar al piano.