Chapter 6 - Capítulo 5

Según parece, las celebraciones recién iniciaban. Tenían planeada una especie de celebración, con motivos de festejar a los Guesclin.

¿Tan importantes eran? Pensé durante el descanso. Ejercitarse y aprender tácticas de pelea, son tareas infaltables. Lo aprendí al cuarto día.

Divisé a Satou apoyado en una esquina. Tenía mal muchas magulladuras y la nariz torcida. Su mirada impregnada de rencor, fulminaba a Izol, que conversaba tan tranquila con Ono Hikaru, Aoi Yuna, Washio Aimi.

Un hecho asombroso, ese trío eran consideradas las más guapas entre los hombres. Bellezas clásicas, similares también. Cabello moreno, piel palida, facciones agraciadas, ojos almendrados.

Aimi destacaba y no precisamente, por personalidad. Si no debido al gran busto, trasero regordete y robustas piernas. Me resultaba harto doble cara, ver a mis compañeros pretenderla.

Quiero decir, la criticaban de tener los dientes torcidos, demasiados lunares o la voz algo nasal.

Malditos falsos, pensé molesto. Luego creí preocupado de que, quizás yo gustase de ella.

Para nada. Ni siquiera puedo hablarle, no soy capaz de acercarme y hablar a ninguna mujer. Concluí abatido.

Entonces, un escandaloso barbullo provino del grupo masculino.

—Vamos Obata. Nos dijeron que descansaremos.

Mencionó a volúmen alto Nambu Toshihide. Un alborotador cualquiera, que acostumbra lanzar comentarios impertinentes, en clase los maestros no sabían que hacer para detenerlo. Detesto esa sonrisa estúpida que suele poner todo el tiempo.

—¡Holaaaaa! Tierra llamando a Obata. No te hagas el sordo, Hideki.—Insistió él.

Obata lo ignoró, es más, continúo practicando sin inmutarse. La sonrisa de Nambu se torno tensa.

—¿Escuchas lo que digo, Hetagane?

Su tono animado cambió y dijo un insulto terrible. Hetagane quería decir "inútil de lentes" abreviado.

—Estoy ocupado Nambu. Márchate y molesta a otro.—Se defendió Obata.

—Ha ha. ¿A qué viene esa hostilidad? Solo te dije que dejes de entrenar, pareces loco. Todos estamos descansando y tú siempre te pones así. Lo otaku no se te quita, ¿no?

—Soy un otaku. ¿Y qué? Para mi esto no es un juego. Me lo estoy tomando en serio.

Los dos cruzaron miradas poco amistosas.

—¿Qué te tomas en serio? Espera...—Nambu soltó la carcajada—. ¡No puede ser! ¿Crees qué eres un caballero o algo así? Vamos, no te creas tanto.

—Da lo mismo. Este es mi sueño hecho realidad.

Concluyó Obata, un ardiente entusiasmo le brillo en los ojos.

—Vaya que estas obsesionado. Pero es más probable que nosotros seamos caballeros, antes que tú. Digo, ¿ya lo olvidaste? Siempre estabas solo.—Arremetió Nambu—. Nadie quería juntarse contigo, eras un rarito. Oye si, todavía lo eres.

Yo y cada uno de los presentes, observamos mudos. La cosa podría desembocar una pelea.

—¿Ya terminaste?

Por inesperado que parezca, quién interrumpió a Nambu no fue Obata. Había sido Christian.

—Sí quieres una opinión honesta, Obata barre el piso contigo compa.

—¿Ha?... ¿Qué dices?

—Aparte de griton, sordo. Con razón pareces perico.

Varios soltaron una débil risa, que hizo buscar culpables a Nambu.

—¿Para qué te metes tú?

—Pensé que estaban tirándose carrilla.

—...

—Haciendo burlas pues. De a tres es mejor.

Nambu se metió enojado las manos a los bolsillos, murmuró una maldición y se fue.

—Gracias.—Musitó Obata.

—¿De qué? Uno debe meterse cuando alguien se pasa. Sigue con lo tuyo.

Crisis evitada, supongo. Los conflictos pasaban cada cierto tiempo, era normal. Nadie metía las manos, excepto Christian o Gwen.

...

Peinarme es una actividad que rara ocasión hago, pero hablábamos de un evento social. Me peine el cabello de manera improvisada y revisé otra vez mi vestuario; un jubón color crema que se abotona fácil, le resaltaban unas franjas azules en diversas partes de la tela.

Olía a nuevo, justo el que una sirvienta hiciera semejante cosa, activo mis alarmas. Que te regalen un traje, indicaba sutilmente la importancia de esta fiesta.

O puede que piense demasiado las cosas.

Salí, al tiempo que doblé una y otra vez los brazos. El jubón era cómodo.

Al cerrar la puerta, Aimi y sus amigas estaban de pie, dos habitaciones adelante.

Wow, pensé un poco cautivado.

Las chicas traían puestos unos glamurosos vestidos, de distintos colores.

—No todos los días cumples dieciocho, Aimi-chan.

—Cierto. Hagamos como que esta fiesta es también por mi cumpleaños.

—Buena idea.

El grupo enteró rió. Yo permanecí inmóvil, demasiado nervioso para atreverme a pasar.

Aimi se percató de mi presencia.

—Oh, Akiyama-kun. Te ves bien.

Las demás giraron donde seguía, encogido de hombros.

—Es un traje elegante, si.

—Como de príncipe.

Añadieron las amigas. Intente no terminar sonrojado.

—Gracias.—Farfulle distraído. Mi atención descendió un segundo, directo al busto semi descubierto de Aimi.

El vestido dejaba buena área del pecho al aire y sujetado por un corset.

—¿Ya vas a la fiesta? Ven con nosotras.

—¿Eh? No sé...

—Anímate. Sirve que platicamos un rato.

Aimi se acercó, pareció adivinar mis intenciones de huir, pues sujeto mi antebrazo.

—Ah... Washio-san. Tus amigas.

—No seas tímido. Ni que quisieran burlarse de ti y mejor dime Aimi.

Asentí como idiota, dejándome llevar. Las otras chicas sonreían divertidas.

¿Qué haré si me ven los demás? Se van a burlar, lo sé.

—¿Sabías qué cumplo dieciocho?

—¿Dieciocho?—Inquiri confuso. Íbamos a la misma clase, no tenía sentido.

—Sí. Mis amigas también son mayores. Tú viniste de Tokio, así que no te sabes la historia. Cuando estábamos en primaria, la escuela se incendió. Perdimos ese año, ya sabes, en los pueblos las escuelas no abundan tanto. Así que muchos de la escuela están atrasados un año.

Recordé que sabía esa historia, el profesor de física me la contó mientras me llevaba al salón.

—Tiene sentido... Creo.

La sonrisa de Aimi se volvió más amplia.

—Técnicamente soy tu senpai.

—Todas lo somos.—Tercio una chica de atrás—. Akiyama kouhai. Puedes decirnos Onee-san.

De nueva estallaron las sonoras carcajadas. Ser el único sin reirse, incomodaba.

¿Debería considerarme afortunado? Por si acaso, agradecí a Dios, Buda, Zeus y Odin.

Fuimos camino al salón principal, el atardecer les acarició de buena manera, una fresca brisa mando al diablo el peinado que hice.

Ōmura Hiroshi nos observó incrédulo, abrió los ojos cual persona que ve un suceso increíble, imposible de creer.

Tampoco era para tanto, tener la compañía de cuatro muchachas... Repasé eso y sonreí satisfecho.

Ishii Tasuku entrecerró los párpados, como si temiera padecer miopía. Sora lo vió unos segundos, le levanto el pulgar y dijo "¡Eso!"

No es para tanto, no es para tanto. Repetía todo el trayecto. Sin tomar en cuenta las miradas incrédulas y comentarios de felicitaciones.