Al regresar estaba sudando un poco, así me percaté realmente lo lejos que estábamos de la localidad, incluso observé los locales.
Vi talleres de herrería, carpintería, posadas, apestosos puestos ambulantes, tabernas y panaderías. Tras pasar lo que intuí, es un burdel, apresure el paso muy avergonzado. Pero ni así escape, de ver a una voluptuosa mujer pelirroja afuera, con los senos apuntó de salirse del ajustado vestido.
El sitió donde me estaba quedando yo y mis compañeros, era una finca. Había muchas construcciones, tanto pequeñas como grandes, torres y la más grande es donde seguro vivía el lord. Afuera en el campo abundaba el verde, plantas raras, un par de árboles y césped que en realidad no era césped. Al mirarlo de cerca, note que eran plantas parecidas a los tréboles.
Como a diario, los hombres de Carzvurxt entrenaban aquí mismo. Meneaban esas espadas suyas, sin camisa, otros peleaban a puño limpió. La servidumbre hacia sus labores metros adelante, fijándome bien, mire varias sirvientas tendiendo ropa. Tal vez la mía.
Nosotros teníamos un salón para entrenar, el mismo que tenía dormitorios, sala y comedor.
Busque caras conocidas, obviamente camaradas invocados.
Por desgracia el único conocido ahí, parecía pelear. De un puñetazo su contrincante pareció volar, y casi aterrizó encima de los que miraban alrededor.
—¡¿Nadie más quiere pelear?!—Dijo Michitaka Satou, levantó ambos puños y en su cara reflejaba pura arrogancia.
—¡¿En serio?! ¡¿Ya les gane a todos?!
No me sorprendió verlo ganar, pero si me sentí un poco decepcionado.
Satou tenía la apariencia de cualquier matón, cabello rubio, corte de delincuente y uniforme modificado. Los hombres a quienes venció lo superaban en tamaño, peso y musculatura. Robustos individuos que parecían poder partir troncos.
Sin embargo, su oponente poseía cualidades especiales. Mejoraba rápidamente en todas sus capacidades, el ganarle simplemente estaba fuera de cuestión.
—¿Hay chance todavía?
Preguntó una voz ronca, mayor. La mayoría volteó atrás. Un señor de mediana edad, canoso y barbón irrumpió la celebración de Satou.
Al verlo el sólo soltó una carcajada burlona.
—¿Qué? ¿Tú viejo? Si eso quieres adelante.
—Te hace falta una lección de humildad. ¿Ya tan rápido perdiste el suelo? Fíjate bien crío, estas parado encima de una piedra.
—¡Empieza de una vez viejo bastardo!
Satou lanzó un puñetazo al rostro, el canoso lo eludió y pasó el brazo bajo su axila.
Vi brotar sangre, antes de oírlo maldecir.
—¡Aiiieeee! ¡Cabrón!—Gritó Satou, agarrándose el sobaco, sus dedos rápidamente se tornaron rojos.
—No te distraigas.—Dijo el viejo y aplicó la misma maniobra, usar su mano cual espada.
Lo que pareció un leve roce en la frente, enseguida expulsó tanta sangre que cegó a Satou, quién cerró los ojos bañados de sangre.
El sujeto miró impasible el desarrollo de sus ataques y sonrió.
—Cerrar los ojos significa la muerte.
Entonces se abalanzó como animal sobre su presa.
Le pego con la palma abierta en las narices, fractura instantánea, el mero sonido del golpe resonó horrible.
Y Satou paso a ser un saco de boxeo. El sujeto lanzó puñetazos, destinados a lastimar áreas vulnerables.
Hígado,riñon, estómago, plexo solar, mandíbula. Dados con una precisión impresionante.
Pero apenas si pude distinguir cuantos golpes daba.
Aquel matón al que nunca vi recibir daño, parecía convulsionar de tantos ataques. ¿Cómo es que no caía?
Y exactamente tras pensar eso, Satou colapso entre sangre, saliva y gritos moribundos de ayuda.
—Alguien llévelo con el curandero.—Dijo aquel hombre, el claro vencedor y procedió a retirarse.
Yo estaba anonadado, un poco asustado, hasta temeroso.
Tal parece... No hay tanta diferencia entre ellos y nosotros. Un señor que seguro pasaba de cincuenta, molio a golpes a un delincuente acostumbrado a pelear.