La taberna apesta a bebidas fermentadas, lo que aquí consideran alcohol, aunque jamas he bebido esas sustancias. Hace calor por las antorchas, en estos momentos, me limitó a ver a unos hombres embriagarse mientras cómo mi sopa.
Mi nombre es Akiyama Seita, era un estudiante de preparatoria de último año, al igual que muchos no tengo muchos amigos, ni personas cercanas, más haya de mis padres.
Pasaba mis días limitado a estudios, videojuegos, anime y manga.
Estaba acostumbrado a esa vida, vivía muy cómodo... Hasta que fui traído aquí. Un mundo rústico, europeo, "medieval". Aunque faltaban murallas.
Claro, luego del shock me emocione mucho, un isekai.
¿Quién no quisiera ir a otro mundo y vivir aventuras?
Pero la realidad me golpeó sin compasión ese día.
Empezando con que no vine solo, ni en mejor condición como estar acompañado de guapas compañeras de clase. Aparecí con diferentes compañeros de mi salón y salones contiguos, como si hubiesen sido elegidos al azar.
No hubo una diosa dispuesta a darnos instrucciones, tampoco un rey que nos dijera que eramos los elegidos, y enviarnos a derrotar al rey demonio, para eliminar sus hordas de crueles esbirros.
Nos encontramos en medio de una localidad costera, viéndonos desahuciados al duro transcurso de una tormenta. Los vientos huracanados y el agua nos ahogaba tambaleantes, cada relámpago retumbaba unos segundos.
Miraba hablar a mis compañeros, pero con los escandalosos sonidos climáticos sus voces no sonaban.
La multitud suele obedecer al individuo que se atreve primero en casos así. Me moví sin hacer preguntas, alegre de no ser el líder bajo una ocasión tan extraña.
Aún sufriendo las inmediaciones de la tormenta, encontramos civilización rápido.
Por un tiempo, las luces de los interiores simulaban focos navideños. No se si alguien más notó los pisos de piedra, la falta de edificios, construcciones modernas.
Lo que pudimos ver fueron cabañas, anticuadas casas resguardadas, iluminadas con velas.
El chaparrón disminuyó lo suficiente y las voces de todos se hicieron oír.
En ese momento escuché un "tal vez se fue la luz".
En estos casos la gente cuida no salir. Los que se asomaron dijeron ver cocinas, viejas.
Yo, picado del morbo, me asome a una casa un tanto alejada. Sin querer vi la habitación de una chica dormida, despertó y pego un grito cuando miró mi cara pegada en su ventana.
El grito atrajo vecinos curiosos y es que la lluvia, ahora era llovizna.
Los aldeanos llamaron a la guardia, hombres de armaduras medievales, traían lanzas.
Recurrieron a pegar gritos, hablaban un idioma extranjero, pero les entendíamos.
Una compañera, pelirroja, intento dialogar. Pregunto el lugar, que no sabíamos donde estábamos ni como llegamos.
Los guardias declararon que nos llevarían y amenazaban usar la fuerza.
Yo me llevé un duro puñetazo, por culpa de mi impertinente compañero, Michikata que golpeó a uno de ellos.
El martirio duro bastante, nos interrogaron, apretados en celdas sucias llenas de paja vieja, sin darnos ninguna respuesta de que pasaba.
Luego apareció una misteriosa mujer de aspecto occidental, muy hermosa, morena, cabello corto, e imponente. Seguramente importante.
Así me enteré de que este mundo, no es como los que conocía por animes o novelas ligeras. Para empezar, la gente utilizaba un idioma diferente, cosas como magia, eran un privilegio exclusivo de los hechiceros llamado aquí, conjuradores.
Casualmente, esa mujer que nos ayudó resultó ser una, al servicio de cierto señor dueño de todas esas tierras donde aparecimos.
La hechicera había predicho este suceso, que yo y el resto aparecería hoy aquí. Pero no parecía demasiado dispuesta a decirnos más.
Su señor nos recibió de manera, especial, fue difícil considerar amable ese recibimiento, daba miedo apenas verlo.
Lord Biffel Zaviesz Carzvurxt, es la ley de Weltvoz. Un bastó territorio cercano al mar, donde todos obedecen su palabra y responden ante sus pies lo que planean, quieren o piensan sugerir.
Pronto me di cuenta que esa expresión dura, amenazante e inquietante es parte de él. La barba puntiaguda, ojos azules y cabello negro aumentaban el efecto. Lord Carzvurxt tenía hijos, claro, y una esposa.
El asunto es que, decidieron darnos hospedaje gratis, sin pedir algo a cambio, más haya de obedecer lo que la hechicera dijera.
Ciertamente un pedido extraño, aún así, solo hubo escasas personas en desacuerdo y fue tan débil que mejor prefirieron callar.
Lo único que la hechicera, nos pidió hacer es entrenar.
Así lo hicimos, practicamos esgrima, tiró con arco, montar a caballo. Eventualmente empezó a ocurrir que algunos descubrieron tener poderes.
Yo resulte bastante hábil físicamente, me asusto lo rápido que mi fuerza, destreza y velocidad mejoraron. Por supuesto, los demás también tuvieron el mismo ascenso, otros obtuvieron una mejoría notoriamente superior.
Descubri mi poder semanas después, puedo clonarme. Los clones desaparecen si reciben heridas mortales y por suerte no me duele, pero sigue dando miedo verme desaparecer.
Siendo sincero, mi estatus social no cambió. Decidí centrarme en el entrenamiento, sin saber la razón y menos preguntarme.
Y heme aquí, pedí una sopa, que bien pude ordenar a las sirvientas del castillo de Lord Carzvurxt, pero tuve ganas de almorzar afuera, elegir un lugar cualquiera y despejar la mente.
Me fue inevitable escuchar lo que esos borrachos platicaban.
—Y así les cuento sucios lechuguinos. Que me pescó uno de este pelo, igualito que caballo.
—Ándale tú. ¿Cómo qué caballo?
—Que median lo mismo, tú fatuo.
—Mejor ni me faltes al respeto, que a como ando te doy una revolcada.
—¿Cuál revocada? ¡Quiero ver!
Cuando la cosa estaba poniéndose fea, el tabernero se acercó con un grueso garrote en mano.
—¡Ver ni corchos! Me pelean aquí y los mando chicoteados a su casa.
Tras eso los sujetos bajaron la voz y mantuvieron el orden.
Diario era así, esta gente parecía venir de una época distinta.
Obviamente, idiota. Pensé avergonzado, pero es que costaba asimilar lo diferentes que son, para nada es aquello que tanto imagine.
¿Así eran realmente las personas en tiempos remotos? Pregunté para mis adentros, algo decepcionado. No negaré que esperaba gente más cálida.
"Sigh..."
Suspiré y me dispuse a terminar la comida, que al menos sabía buena. Era un caldo amarillo con pequeños seres colorados, que olían a langosta y cebolla.
Al terminar, como esperaba, el tabernero me explicó que la cuenta corría a nombre de Lord Carzvurxt. Di un vistazo al señor; Bajo, robusto, peludo y con gran barriga. Le di las gracias y salí satisfecho.