—Ya te dije que estaré bien, mamá.
—Pero cariño ese lugar es muy peligroso, además las noticias dicen que se avecina una tormenta.
—Mamá... ya te dije, estoy casi llegando, es poco probable que la tormenta me alcance en la montaña.
La señora seguía preocupada a pesar de que su hija le aseguraba que estaría bien. La preocupación era algo que no podía evitar, eso era algo que toda madre pasaba. Pero no quería ser una pesada, ni agobiar a su hija. Suspiró, por el momento se rendiría.
—Bien, cariño. Si ocurre algo llámame ¿si?
—De acuerdo, te quiero.
—Yo igual, cariño.
Después es de colgar la llamada, el interior del coche se quedó en silencio, excepto por el sonido de la lluvia al impactar con el vehículo.
Si, le había mentido a su madre, la tormenta la había alcanzado hacía cosa de unos 15 minutos, solo que era más una fina llovizna que una tormenta. No veía problemas en eso, estaba segura de que llegaría segura a su destino.
No esperaba que de repente la lluvia empeorara y que el camino se perdiera entre la neblina.
Redujo la velocidad y encendió las luces, miraba a todos lados con precaución.
El corazón se le iba acelerando a medida que el tiempo pasaba y la lluvia se hacía más fuerte. Todavía le quedaba media hora para llegar a su destino en la cima de la montaña.
Una luz parpadeante se acercó a ella a toda velocidad, seguida por la bocina de un camión.
A penas tuvo tiempo de reaccionar cuando el camión se estrelló contra ella y su auto salió volando, se despegó del suelo, pasó las vallas y cayó montaña abajo dando vueltas, para terminar impactando contra el suelo unos 100 metros más abajo.
:/
Eira abrió los ojos con la respiración acelerada y el corazón a punto de salirse del pecho. Acababa de recordar el momento de su muerte, pero también recordaba haberse lanzado por el acantilado sin idea de quien era. Lo que le estaba pasando no tenía sentido.
Se sentó y se pasó las manos por la cara.
¿Cómo demonios estaba viva?
Había dos razones muy buenas por las que debería estar muerta, pero de alguna extraña manera estaba ahí, a punto de tener un ataque de pánico.
Un ruido en la habitación le llamó la atención.
En una esquina estaba sentado un chico que la miraba con expresión preocupada. Iba vestido con un pantalón de cuero y una camisa blanca abierta que dejaba a la vista su pecho tonificado y bronceado por el sol. Su pelo azul celeste era retenido con un pañuelo, aunque este no evitaba que le cayera sobre sus increíbles ojos morados.
Sin decir, una palabra salió de la habitación dejándola sola para volver en unos minutos acompañado de una mujer parecida a él, solo que unos años mayor.
—¿Cómo te sientes? —preguntó mientras acomodaba la silla al lado de la cama y se sentaba en ella.
Alargó la mano para tocarla.
Eira ante esa acción se hizo a un lado y bajó de la cama lo más rápido que pudo, el momento de shock ya había terminado.