—¡Su majestad, no pudimos encontrar ni rastro de ella!
El rey estaba sentado en su oficina, tenía muchos asuntos por resolver. Sus súbditos esperaban con ansias ver con sus propios ojos pagar a la criminal.
—Búsquenla de nuevo, toda la noche si es necesario. Utilicen todos los medios que hagan falta.
El guardia asintió y salió de la oficina.
Leandre se levantó de su asiento y tiró todo lo que se encontraba sobre el escritorio, incluso el propio escritorio acabó patas arriba en el suelo.
—Su majestad —lo llamó una dulce voz.
Él alzó la vista en dirección al sonido. Ahí parada estaba una de las concubinas reales, vestida con escasas ropas. Se acercó a él con pasos vacilantes, lucía inocente, pero a la misma vez como una experta en el tema de la seducción.
El rey no se movió mientras la mujer se le acercaba. Tampoco cuando se detuvo frente a él y empezó a besar su cuello, ni siquiera cuando lo arrastró hasta uno de los sofás y se sentó sobre él.
La concubina tomó eso como una señal para seguir adelante, le fue quitando la ropa lentamente, de manera seductora. Los besos seguían, abdomen, cuello, cara...
Cuando quiso besarlo en la boca, Leandre se puso de pie abruptamente, tirando a la concubina al suelo.
—¿Su majestad? —preguntó sorprendida.
—¡Largo! Lárgate ahora mismo de aquí.
La mujer no entendía lo que estaba pasando, estaba sorprendida por la repentina actitud de su rey, pero no le quedaba de otra más que obedecer la orden.
:/
Mientras tanto, en el pacífico Mar Rojo, Eira acababa de recuperarse del shock inicial después de despertar y se encontraba desorientada y curiosa.
—¿Quiénes son ustedes? —en cuanto la pregunta salió de sus labios, se dio cuenta de que estaba hablando en otro idioma, uno que no reconocía— ¿Dónde estoy?
—Estamos en el océano rojo, navegando la ruta comercial de Maylea a Kenna —respondo la señora con voz amable.
—¿Maylea y Kenna? ¿Qué es eso? ¿Estoy en un barco? ¿Por qué? ¿Por qué no estoy muerta? ¿O acaso si lo estoy? ¿Esa tal ruta comercial es el viaje de la tierra al paraíso? ¿O tal vez voy al infierno?
Las preguntas no paraban de salir de la boca de Eira, una tras de otra, sin parar acabando con la paciencia de Ether.
—No estás en condiciones de estar haciendo preguntas, agradece que mi madre quiso ayudarte y te rescató del mar.
—Calla, Ether —la señora le dio un fuerte golpe en la cabeza al muchacho, luego se giró y sonrió a Eira —. No le hagas caso, suele ser más amable, solo que hoy no es uno de sus mejores días.
—Está bien… —dijo Eira sin saber que otra cosa responder.
—Que bueno que lo entiendes, ahora déjame revisarte y cuando termine responderé todas las preguntas que quieras.
Eira asintió, más que nada, por la promesa de responder a todas sus preguntas.
Un rato después la revisión había terminado, dando como resultado que no había ninguna lesión. Ether, que en todo ese tiempo no se había ido del lugar, no paraba de mirar a Eira, a la espera de que hiciera algo sospechoso y así poder echarla de su barco sin que su madre lo regañara.
—Ether, traerle algo de comida, debe estar hambrienta —Eira iba a protestar, pero la señora fue más rápida —. Hablaremos mientras comes.
Ether volvió enseguida con un plato de sopa de pescado en las manos, se lo entregó a su madre, quien a su vez se lo pasó a Eira.
—Come, —le dijo—responderé a todas tus preguntas.
Eira se llevó la primera cucharada a la boca. El sabor no estaba tan mal como esperaba, de hecho, era sorprendentemente bueno, sobre todo teniendo en cuenta que a ella no le gustaba el pescado. Se llevó otra cucharada a la boca, y otra y otra y otra, hasta ese momento no se había dado cuenta del hambre que tenía, cosa que no debería ser extraña, ni siquiera sabía cuando había sido su última comida.
—¿Qué quieres saber? —preguntó la señora cuando vio que el plato ya había bajado a más de la mitad.
—Todo, por favor.
—¿Qué es todo exactamente?
—Todo, ¿Cómo llegué aquí? ¿Cómo es que siguió viva después de lanzarme de un acantilado? Todo lo que pueda decirme, por favor.
—En cuanto a la segunda pregunta, lamento decirte que no tengo tu respuesta. Lo demás sí puedo contártelo.
Hizo una pausa para con la mirada decirle a su hijo que se marchara.
—Te encontramos hace tres días. Estabas flotando boca abajo en el océano y creímos que estabas muerta. Yo insistí en sacarte del agua para cuando llegáramos al puerto tuvieras un entierro digno. Cuando te subimos a bordo nos dimos cuanta de que seguías viva y convencí a mi hijo para brindarte atención médica y cuidarte hasta llegar a tierra firme.
—¿Eso es todo? —preguntó cuando vio que la mujer había terminado de hablar.
—Sí, ¿esperabas algo más emocionante?
—No lo sé, la historia parece muy sosa, pero si eso es todo, está bien.
Eira dejó el plato vacío a un lado para acostarse boca arriba en la cama. Cuando pasó un rato de absoluto silencio abrió los ojos, la señora la estaba mirando, y parecía algo inquieta.
—Puedes preguntarme—le dijo Eira, era más que evidente que la curiosidad la estaba matando.
—¿Qué pasó antes de que terminaras en el mar? ¿Por qué tu vestido tenía sangre cuando te encontramos?
Eira suspiró y se preparó para responder.
—No lo sé. No recuerdo nada de lo que ocurrió antes de despertar aquí. —su respuesta no era del todo cierta, claro que recordaba haber escapado de su ejecución y lanzarse por el acantilado, pero tenía la suficiente inteligencia como para ocultarle a la persona que la ayudaba, que era una fugitiva de la justicia y correr el riesgo de ser lanzada al mar como comida de tiburón.
—Entonces tienes amnesia —la mujer soltó un suspiro angustiado, como si sintiera lástima por Eira —. Deberías descansar, llegaremos al puerto mañana al anochecer.
Con esas palabras salió de la habitación llevándose consigo la pequeña vela en el rincón de la habitación, dejando la habitación a oscuras.
Eira suspiró, estaba agotada tanto física como mentalmente, tres días de sueño no le hacían nada bien al cuerpo, por suerte había tenido una gran ventaja en ese descanso.
Había logrado escaparse del peligro. Tenía tres días de distancia del lugar del que había escapado, su prioridad ahora era mantenerse con vida y no ser descubierta hasta llegar a tierra.
Después de unas horas, al no poder dormir, la mente de Eira se puso a divagar, se dio cuenta de que a pesar de recordar el accidente donde murió, no recordaba nada más. No sabía su nombre ni recordaba a ningún familiar, tampoco recordaba que edad tenía ni que estaba haciendo el día de su muerte, solo ese fragmento de memoria que había tenido estando inconsciente.
Forzó su mente a recordar, pero por más que lo intentara, su mente seguía en blanco. Suspiró, estaba demasiado cansada tanto física como mentalmente como para esforzarse más de la cuenta intentando recordar algo.
Cerró los ojos un momento y en el siguiente instante un cuerpo pesado calló sobre ella y la inmovilizó contra la cama.