—¡Mi señora!— Los ojos de Alessandra se abrieron lentamente al escuchar la débil voz de alguien en la distancia. —¿Por qué alguien está aquí tan temprano?— Murmuró, volviendo a dormirse.
—¡Mi señora!—
—Sí—, respondió Alessandra, abriendo los ojos de nuevo al escuchar la voz de alguien. —Normalmente no vienen tan temprano. ¿Dónde...—, se detuvo al ver el mobiliario desconocido.
Alessandra se sentó para mirar alrededor de la habitación en la que estaba. —Oh—, de repente recordó la noche anterior. —Estoy en la casa del Duque. Mi nuevo hogar.
—¿Mi señora?—
—Claro. Dame un momento—, dijo Alessandra a la persona en la puerta.
Tuvo que arrastrarse hasta el borde de la enorme cama de Edgar. Era otra cosa que no entendía, ¿por qué una persona necesitaba una cama tan grande? Una familia entera podría dormir en ella y tener espacio.
—¿Edgar duerme en alguna posición extraña para necesitar tanto espacio?— Se preguntó.