Después de la partida de Ayari para cumplir su deber como héroe, Yosu se quedó en casa con Musashi. La joven madre se encontraba un tanto nerviosa y atemorizada ante la idea de tener que cuidar a un recién nacido, pero estaba decidida a hacerlo lo mejor que pudiera. Sin embargo, la tarea no fue fácil, ya que Musashi era un bebé muy activo y demandante, y Yosu estaba acostumbrada a una vida más tranquila y sin sobresaltos.
Al principio, Yosu se sintió abrumada por todas las responsabilidades que tenía que asumir, pero con el tiempo, logró adaptarse a la nueva situación. Aunque la ayuda de la ama de llaves Akane era invaluable, Yosu se sentía responsable de Musashi y quería hacer todo lo posible para asegurarse de que su hijo creciera feliz y saludable.
Entre alimentaciones y cambios de pañales, Yosu intentaba distraer a Musashi con juguetes y canciones, y se maravillaba al ver cómo su pequeño hijo iba descubriendo el mundo que lo rodeaba. Pero a medida que los días pasaban, Yosu comenzaba a sentir la necesidad de salir de la casa y tomar un poco de aire fresco, aunque fuera por unos minutos.
Por suerte, Akane la alentaba a hacerlo, y así fue como Yosu se aventuró por primera vez con Musashi a dar un paseo por los jardines que rodeaban la casa. Aunque al principio se sintió un poco torpe y nerviosa al cargar al bebé en sus brazos, pronto se sintió más cómoda y disfrutó de la cálida brisa en su rostro y del sol que brillaba en el cielo.
Sin embargo, en un momento, Musashi comenzó a llorar de repente, y Yosu no supo qué hacer. Trató de calmarlo con sus canciones y caricias, pero el llanto no cesaba. Fue entonces cuando Akane apareció en escena, y con un par de trucos, logró hacer que Musashi se calmara y se durmiera plácidamente.
Después de ese incidente, Yosu se dio cuenta de que aún tenía mucho que aprender sobre la maternidad, pero también comprendió que contaba con la ayuda de Akane y que no estaba sola en su tarea de cuidar a Musashi.
A medida que Musashi crecía, también lo hacía su curiosidad y energía. Yosu y Akane se esforzaban por mantenerlo seguro y contento, pero a veces se sentían agotadas ante la energía incansable del niño.
Pero a pesar de todo, Yosu amaba a su hijo con todo su corazón, y disfrutaba cada momento que pasaba con él. A veces, tomaba su cámara de fotos y registraba los momentos más divertidos y tiernos de Musashi, para tenerlos como recuerdos y mostrarlos a Ayari cuando este regresara.
Después de la sesión de fotos, Musashi se quedó dormido en los brazos de su madre. Yosu lo acunó suavemente y le cantó una canción de cuna que su propia madre solía cantarle cuando era niña. La suave voz de Yosu combinada con la dulce melodía de la canción hizo que Musashi se sintiera seguro y protegido. En pocos minutos, el pequeño estaba profundamente dormido.
Pasaron los días y Yosu se convirtió en una madre más segura y confiada. Ella y Akane se dividían las tareas del hogar y cuidado del bebé, y trabajaron juntas para hacer que todo funcionara sin problemas. Musashi crecía cada día más fuerte y saludable, y era evidente que sus padres lo amaban mucho.
A medida que Musashi crecía, se convirtió en un niño curioso y lleno de energía. Siempre estaba explorando y aprendiendo cosas nuevas, y sus padres lo alentaban en todo lo que hacía. Yosu seguía siendo una madre amorosa y atenta, mientras que Ayari continuaba su trabajo como héroe, utilizando su don para salvar a la gente y proteger a la ciudad de Musutafu.
En resumen, la familia Miyamoto se convirtió en un ejemplo de amor y fuerza, inspirando a otros a no rendirse y seguir.